Capítulo XIII

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Mateo...

Dos meses y medio después...

- Papá, quiero que la conozcas, es todo un amor. - dije por la llamada.

- Hijo, no puedo creer cuanto me decepciona, el trato era que cambiaras y dejaras el sexo.

- Ella es mi novia, puedo tener sexo con ella, además no tenemos sexo.

- Y quieres que yo me crea eso. Admitelo hijo, la has usado.

- ¡No! No lo he hecho, si tuvimos sexo, un par de veces, pero eso fue hace mucho, nos hemos estado reservando.

- Hijo, no quiero verte en esta casa mientras sigas siendo el mujeriego que eres.

Con eso colgó mi llamada.

Las clases del semestre acabarían en unas semanas y yo pensaba ir a casa, como antes, pero esta ves, con Amanda, estar hasta Navidad allí y luego pasar el año con su familia.

Pero, sin padre no podré hacerlo.

Mi enojo hacia mi padre era creciente, y saber que por su culpa fue lo que le pasó a mi hermano.

Arrojé el móvil contra el piso y me senté en el piso, recostado de la cama.

- ¡Dios! Mateo, ¿qué fue eso? - preguntó Amanda mientras entraba - Escuché el golpe desde que salí del elevador.

- No es algo que te importe.

Me levanté del piso, pase por su lado y fui a la cocina por un vaso de agua.

Ahora es cuando a ella le importa lo que me pasa, pero antes, cuando suplicaba por no tener sexo, ella solo pedía hacerlo.

Yo por idiota, le daba lo que quería.

Con la maldita nerd del colegio. Hasta aquí ha llegado mi reputación.

Era respetado por todos y ahora estoy con ella. Quise cambiar para el bien, pero en cambio, fui muy bajo.

- Mateo, tengo grandes noticias. - dijo nerviosa.

- Yo tengo otras, Amanda. ¡Me voy! ¿Porqué? Porque lo hubiese hecho desde el principio y por no hacerlo, soy la desgracia de mi padre.

Le pasé por el lado y salí de allí.

Escuché sus pasos detrás de mí y preguntó...

- ¿Qué quieres decir con eso? - dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Nunca le había levantado la voz, pero esta iba a ser la última ves, ya que jamás le volvería a ver.

- Estoy terminando contigo, y con todo lo que tengo. Por mi hermano, te juro que no volveré a caer tan bajo como ya lo he hecho, perdí mi reputación y mi única manera de ganarlo, es estando solo otra ves.

Me di la vuelta y corrí por las escaleras.

En cuestión de segundos, me encontraba nadando con todo y ropa hacia la nada.

- ¡Kaleu! ¿Porqué carajos me dejaste? ¿Porqué no me fui yo? Hubieses sido mejor en esto. Yo soy una mierda, una desgracia, un pesar. Kaleu, se que estás por aquí, llévame contigo.

Luego de un momento de silencio comencé a nadar de vuelta a la orilla.

Si tan solo yo fuese Kaleu, si tuviese su valentía como para correr hacia el agua porque era la única manera de irse a un lugar donde nadie más le encontrara. Yo no me atreví, me quede atrás. Estaríamos bien, si estuviésemos juntos.

~~~~~
Amanda...

- No entiendo que carajos pasó. - le dije entre sollozos a Silvana.

- Tranquila, quizás está bajo presión. Debes estar tranquila. - frotó mi espalda con su mano - ¿Le has dicho?

- No, no pude.

- Debes hacerlo.

- No lo haré, ni ustedes. Dile a Carlo que no se atreva a decir una palabra. Como se que lo hará, mejor dile que él ya lo sabe y aún así no lo importa.

- Como quieras, eso le diré. Pero, no más lágrimas. Ya volverá. Quédate conmigo esta noche, cuando venga por ti, pues decides si te vas con él o no.

- No es necesario, me iré esta noche a casa.

~~~~~
Mateo...

Me quedé hasta tarde en la noche en la playa. Sacudí la arena de mi cuerpo y me dirigí al apartamento.

Quizás piense en pedirle disculpas a Amanda, quizás no.

Al llegar al apartamento, lo encontré vacío. La mitad de sus cosas habían desaparecido, las camas habían vuelto a estar como antes. Ya no hay ropa de chica por la cama, o maquillaje en el lavabo. Todo está vacío, mis cosas no ocupan tanto espacio.

Me sentí mal un momento, pero dejé que el sentimiento de esfumara y me fui a dormir.

****
Unos golpes en la puerta me hicieron despertar de momento.

Me levanté de la cama y la abrí.

- Perfecto, ya te has levantado, ahora ayúdame a llevar lo que resta de sus cosas a mi carro. - dijo un enojado Carlo, mientras entraba por la puerta.

- No, me has levantado. ¿Qué hora es?

- Las cuatro de la mañana. Gracias a ti, tuve que levantarme muy temprano para poder llevarle las cosas a mi hermana y poder llegar a tiempo a clases. Ahora, tu me ayudarás, ya que todo esto es tu culpa.

Se veía tan enojado, que lo consideraba una exageración.

Asentí y caminé a su armario.

Al abrirlo, me encontré con la ropa con la que la había visto por primera ves, ya no quedaban muchas de sus cosas, pero esa era una.

Negué con la cabeza y arranqué todas sus cosas de allí.

Luego caminé a sus gabetes y saqué toda la ropa que quedaba.

Su olor inundaba mis fosas nasales, pero mi decisión está tomada.

- Bien, el baño está vacío y su mesa de noche. ¿Tienes su ropa? - preguntó.

- Sí, aquí está.

- Bien, pues yo me llevo sus cosas y usted también se lleva algo.

Se acercó a mí y estampo un puñetazo en mi nariz.

Respeté su golpe ya que sé que me lo merecía.

- Te mereces peor. ¿Cómo pudiste dejarla ahora? Eres el peor ser humano del planeta, y espero que ella se lo diga todo el tiempo. Ya veremos como tu hijo querá acercarse a tí.

Fruncí el ceño sin comprender.

Cubrí mi boca con mi mano al sentir la sangre llegar hasta mis labios. La limpié y hablé.

- ¿De qué carajos hablas?

- De tu hijo, idiota. Esperemos que no salga tan mal como tú.

¿Mi hijo?

Me quedé donde estaba mientras el agarraba todas las cosas de Amanda y salía por la puerta.

¿Hijo?

¿Está embarazada?

Pues no sería mío, no hemos tenido relaciones desde la ves en el tejado.

Y esa ves...

- ¡Maldita sea! ¿Qué coño he hecho?

Salí corriendo al baño, me lavé el rostro y la sangre que bajaba por la nariz, cepillé mis dientes y me vestí lo más rápido que pude.

Corrí por las escaleras hasta el segundo nivel.

Golpeé la puerta de la habitación de Carlo hasta que la abrieron.

- ¡¿Donde está?! - le pregunté a Silvana.

- Carlos se acaba de ir. Baja la voz que todos están durmiendo. - respondió.

- Hablo de Amanda. ¿Donde está?

Abrió los ojos como platos y me haló del brazo para quedar dentro de su habitación.

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