CAPÍTULO 2

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Ya era domingo. Un día totalmente distinto al anterior. Hacía sol y no había nubes en el cielo, pero no se podría decir que no hacía frío, porque sería mentir.

James bajó hasta la cocina con su pijama de patitos y cara de muerto viviente, ya que se pasó la noche pensando en alguna idea para escribir y finalmente se durmió encima del escritorio. Tuvo sueños rarísimos; los bolis le comían y el papel le hacía una bola para mandarlo lejos, el ordenador le atrapaba de alguna extraña forma y se quedaba ahí dentro sin poder salir, se colaba en historias e imágenes de gente que no conocía; modificaba blogs de famosos solo para jorobar a sus seguidores y así discurrió toda la noche, o mejor dicho, las escasas cinco horas que durmió.

-Buenos días, hijo- le dijo su padre-. ¿Y esa cara? ¿Has dormido?

-Sí, pero muy poco- se fijo en que llevaba el traje en vez del pijama-. ¿Vas a la oficina?

-Me han llamado porque hay una reunión muy importante o yo qué sé qué.

-Pues vaya manera de pasar el domingo.

-Lo sé, pero es lo que toca; algún día me entenderás.

-Algún día...Oye, ¿y mamá?

-Se fue a comprar a las diez, porque quería hacer no se qué cosa especial para la cena y tenía que comprar las cosas ahora porque sino se las quitaban de las manos.

James se quedó bastante sorprendido mientras metía el vaso con la leche en el microondas.

-¿No sabes para qué te han llamado?

-Sí, para una reunión de algo relacionado con música, pero no sé exactamente qué.

-Si se trata de tocar la guitarra aquí me tienes.

-No creo, pero gracias por el ofrecimiento.

-Bueno, yo con tal de hacerme famoso...

Justo entonces se abrió la puerta y entraron Anne, la madre, y Sophie y Danielle, las gemelas de cinco años, que fueron corriendo a los brazos de James, ya que el día anterior no le pudieron dar el beso de buenas noches porque estuvo hasta tarde en Roses.

-¿Qué tal peques?- dijo él. Le contestaron las dos a la vez, solían hablar al unísono, lo que las hacía muy adorables a las dos. Ambas eran rubias y median como un metro, sólo las diferenciaba el color de los ojos. Sophie los tenía color café y Danielle verdes.

Iban vestidas prácticamente igual. Sophie con un vestido de manga larga azul cielo, con el cuello blanco, al igual que los leotardos, y los zapatos del mismo tono que el vestido y un abrigo beige hasta las caderas, mientras que Danielle sólo tenia los mismos leotardos y el mismo abrigo, el resto era de distinto color; iba de rosa.

Tenían tiempo antes de comer, y como el mayor ya había desayunado, decidió subir a cambiarse y cantar canciones con sus hermanas.

Nunca habían tenido muchos caprichos, de hecho, iban algo ajustados; James se compró la guitarra a base de ahorrar durante cinco años, y ahora admite que valió la pena.

Se puso una camiseta de manga corta blanca y unos vaqueros que se encontró por ahí, añadió unos calcetines del mismo color que la camiseta y llamó a sus hermanas mientras se ponía la guitarra y la afinaba.

-¡Queremos cantar Stereo Hearts!- dijeron ellas.

-Os encanta esa canción, eh.

-Es que es muy buena.

Empezó a tocar las notas, que ya se sabía de memoria de tanto que tocaba esa misma melodía para las peques.

"My heart's a stereo

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