CAPÍTULO 11

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James estaba un poco harto de tanta sorpresa, pero, realmente, le gustaba e intrigaba. Se preguntaba de quién sería la sorpresa, sobre qué y por qué. Pero, excepto el quién, lo descubriría todo ese mismo día, a la hora del descanso. 

Las clases se le hicieron larguísimas, y cuando al fin pudo descansar, cogió el sobre y se dirigió a esconderse en unos arbustos que nadie miraba nunca. Lo abrió y se encontro con una tarjeta perfumada; olía a vainilla. La desplegó y comenzó a leer:

"Me conoces. No muy bien, pero me conoces desde hace un tiempo. Y yo te conozco. He pasado mucho tiempo observándote, adivinando cómo eres, y, sin darme cuenta, enamorándome de ti muy poquito a poco.

Todas esas veces observando y conociéndote, me han hecho descubrir que tengo sentimientos, que no simplemente soy amistosa, sino que puedo enamorarme. Nunca me había enamorado. Y me da miedo. Pero tienes que saberlo, estoy enamorada de ti y lo sé todo. 

Sí, también sé lo de Danielle... no preguntes cómo. Nunca preguntes. Sé mucho más de todos de lo que debería saber, pero nadie lo ha descubierto nunca. "

Ahí terminaba la tarjeta. El chico estaba un poco molesto porque no aguantaba más secretos, parecía que el aire estaba lleno de secretos y él no los soportaba. No se equivocaba, pero tendría que aprender a vivir con secretos por todas partes, ahora eran una parte muy importante de su vida, la parte que cambiaría todo. O al menos podría hacerlo si él se enteraba de todo.

No iba a soportar tanto tiempo sin leer el resto de tarjetas. ¿Y si en la última ponía de quién era? No lo aguantaría. Pero debía hacerlo. Eran diez trocitos de cartulina con distintos colores, no sabía que dirían las otras nueve, pero esperaba que en alguna pusiera el nombre de ella, si es que era una chica, porque a lo mejor se le había enamorado un chico, quién sabía. 

Tras las clases, se fue a Roses para tomar algo y ver si encontraba a la chica. Pero no veía a nadie escribiendo; todos leían sin cesar. Él, en cambio, llamó a Lucy la pidió que informara a quien le había mandado el sobre con las cartitas de que estaba harto de sorpresas pero que le seguiría el juego, por última vez.

La camarera, le contó una historia.

-Esto me lo contaron hace tiempo. Hace un tiempo, vino un chico que escribía todo tipo de cosas que la gente le pedía, y venía aquí porque se inspiraba; decía que este lugar tenía magia. Nadie le creía; pensaban que estaba loco, pero no, no lo estaba. Una vez le pidieron una historia de amor, se la pidió un hombre para regalársela a su novia. Ella se presentó en la cafetería para la cita con el hombre y le dejó. Él se fue, pero ella no. El escritor la miró, ella parecía triste, no quería dejarle pero al parecer era necesario, a saber por qué. Continuó escribiendo y pensó que se había enamorado a primera vista, pero como no creía en eso, la volvió a mirar y comenzó otra historia.

>>Un rato después, ella se encontraba leyendo un libro, y el escritor se la acercó, se sentó frente a ella y se miraron. Ella bajó la mirada y él la tendió la historia, por lo que se obligó a mirarle de nuevo. De repente el brillo volvió a sus ojos, como si hubiera muerto y hubiera vuelto a la vida de un momento a otro. Cuando terminó de leer, él la dio un trozo de papel, perfectamente irregular, en el que ponía con una caligrafía excelente 'Si él no te hacía feliz, por mucho que le quisieras, no vale la pena. Yo si te haría feliz, ¿qué me dices?' Se quedó pasmada y asintió con la cabeza enérgicamente. Tras ello, él pagó lo que ella consumió y se fueron. 

>>Me han contado que tenían dieciocho años, que ahora tienen ochenta y que siguen pasando por aquí cuando pueden, que al principio ella sospechaba que el hombre escribía para ella, que odiaba el secretismo, pero que aun así, en cada uno de sus aniversarios él la preparaba una sorpresa, y que se la sigue preparando, pero esta vez cada mañana, para aprovechar el tiempo. 

-Es... una historia preciosa. ¿De verdad que es cierta? 

-Según dicen, sí. Al parecer ella sigue odiando los secretos que su marido le guarda cada mañana, pero le sigue encantando que finalmente la sorpresa sea increíble. 

-Es impresionante. Y sobre todo me sorprende que sea verdad. 

-Bueno, hay gente romática y adorable en todos lados, ¿no?

-Cierto. 

-Me encantaría tener a alguien así. ¿A ti no?

-Prefiero crear mi propia historia. 

-Obviamente, pero me refiero a encontrar alguien que, sea como sea, te sorprende cada día muy agradablemente. Alguien que te enamora día a día pretendiéndolo o no, pero que lo consigue. Alguien que cada vez que le besas te enamoras un poco más. ¿No te gustaría?

-Claro que sí, pero aun falta mucho para que eso me ocurra. A veces lo veo muy lejos, a veces lo veo imposible. 

-Lo imposible solo tarda un poco más.

-Eso espero. 

-A ellos les tardó muy poco, pero a nosotros nos tardará más. 

-Sí...

-Ay... no sé cuánto llevo esperando a mi uno así, pero demasiado tiempo. He encontrado muchos unos y mucho así, pero ninguno era mi uno así. 

-Yo quiero encontrar a mi princesa. A una princesa a la que no le hagan falta corona ni las cosas más lujosas y caras, una princesa a la que solo le haga falta un príncipe perfectamente imperfecto para ser una princesa totalmente. Bueno, sería mi princesa, con eso lo digo todo.

-Quién será la afortunada que te robe el corazón... 

-¿Gracias?

-Es que te preocupas mucho por las chicas y eso es muy, muy, muy adorable. ¿Lo entiendes?

-Sí, creo que no soy tan tonto. 

-Vale, mejor. Porque no me apetecía repetirlo. 

-¿No tienes que trabajar?

-No me han dejado la hora de comer para descansar así que estoy haciendo mi descanso de media hora ahora. 

-Me parece justo. ¿Por qué no te han dejado?

-Ayer tuve que irme antes y no terminé de ordenar las tazas, así que me tocaba ordenarlas en mi tiempo de la comida. 

-Pobrecita- dijo él, acariciándola la cabeza. 

-No soy una mascota, no hagas eso.

-¡Buena chica, buena chica!

-Cuando te vea fuera de aquí, te voy a matar.

-Lo veo difícil.

Estuvieron un rato discutiendo sobre cómo le mataría y qué haría él si ella lo intentaba, hasta que ella tuvo que volver al trabajo y él tuvo que irse a casa. 

Se habían vuelvo muy buenos amigos desde hacía un tiempo, hablaban mucho. Pero mucho de hablar por WhatsApp siempre que podían cada día, ya que ambos tenían que controlar su vida social si querían seguir bien con su trabajo y estudios, respectivamente, aunque ella hiciese las dos actividades.

A James le parecía una chica muy buena, a pesar de que no le decía nada de los sobres, era su segunda mejor amiga, ya que la primera era Perrie. A veces tomaban algo juntos en cualquier lugar.

Él se fue a casa con sus trabajos y sus estudios, y por la noche, decidió leer la tarjetita del mismo modo que ese día, y volver a repetir el proceso durante todos los días con tarjetas que quedaran.

DESTINYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora