CAPÍTULO 6

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Fuera quien fuese la persona que escribía esas notas, estaba obsesionada con sus ojos.

-Por Dios- pensaba-, que no son  tan perfecto, hipnotizadores e increíbles.

En realidad, eso era lo que él pensaba; sí que lo eran. Pero él, como tanta gente más, no se fijaba en el color de los ojos, sino en lo que decían.  Aún así, millones de veces le habían dicho lo especial que era el brillo de su mirada, siempre buscando una historia en cada cosa, por pequeña que fuera. Reflejaba ilusión, inteligencia, imaginación, infinitos sentimientos, dulzura y belleza.

Una vez más, James se encontraba en el baño durante el descanso, mirándose. No conseguía verse tan perfecto y apuesto como las servilletas decían.

-No sé qué tipo de flipada babeante ha escrito estas mentiras.

Observaba su rostro. Era evidente que destacaba, y lo sabía, pero no pensaba que fuera nada más. Siempre mostraba su mejor sonrisa; sin excepciones. Posiblemente eso llamaba aún más la atención. Sus magníficos dientes blancos continuamente visibles eran dignos de amar. Sus palabras eran las mejores para escuchar en cualquier momento. En todas las ocasiones tenía algo que decir. Y, normalmente, a todos les interesaba escuchar las sabias opiniones de alguien que había pisado fuerte en la universidad. Era, posiblemente, una de las personas más admiradas; por mucho que él pensara que todo era pasajero, era el segundo año que era adorado por la multitud y amado en secreto por casi todas las chicas.  Más de una vez había recibido notitas en la taquilla. "Te quiero", ponía. Muchas, muchísimas veces. Pero esas declaraciones tan profundas le ponían nervioso.

Tenía que admitir que también le encantaban. Gracias a esos trozos de papel con tanto amor expresado en palabras, seguro que difícilmente, había comenzado a escribir momentos que se le pasaban por la cabeza. Los guardaba todos en un cuaderno de hacía dos años; aún no se habían acabado sus páginas. Sólo sabía que, en cuanto encontrara a la chica ideal, le enseñaría todos esos pensamientos plasmados en papel. Le hacía ilusión que su futura enamorada, si es que la encontraba, como decía él mismo, leyera sus 'momentos cursis'.

Tocó el timbre y tuvo que ir hacia su próxima clase, en la que estuvo escribiendo varias cosas.

Valerie leía tranquilamente en su cuarto con música puesta. El libro la atrapaba. Era sencillamente magnífico. Mientras continuaba inmersa en su lectura, tocaron al timbre y, al hallarse sola en casa, tuvo que bajar a atender ella misma. Era un caluroso día de verano y llevaba un vestido corto palabra de honor en rosa, parecido a uno de Selena Gomez. Al llegar ante la puerta principal se paró.

-¿Quién es?- preguntó.

-El cartero- se escuchó una voz masculina fuera.

Abrió cuidadosamente la puerta y se encontró con el chico del que estaba locamente enamorada: Edward.

-Siento haberte engañado...-tartamudeó él.- Pero no sabía si me abrirías la puerta si te decía quién era realmente.

-No pasa nada. ¿Quieres entrar?

-No, gracias. Yo venía a esto.

La acercó hacia él, se agachó y la besó. No dejó de besarla hasta que necesitó aire.

-No sabía cómo decirte que hace más de dos años que estoy enamorado de ti.

-¿En serio?

-De verdad. Y quería decirte que...¿quieres ser mi novia? O, mejor dicho, mi princesa.

-Por... ¡por supuesto que sí! Llevo tanto tiempo esperando esto...

Se acercó a él y volvió a besarle. Pasaron a su casa. Esa tarde de solitaria lectura se convirtió en la mejor tarde de su vida.

Volvió a la clase, pero, aún así, preguntó qué había dicho el profesor. En la siguiente hora, cogió un trozo de cartulina y, con la mejor caligrafía posible, comenzó a redactar una nota.

Me gustaría saber quién eres. Tu manera de expresar cómo te gustan mis ojos es... increíble. Y el modo en el que me describes en general es sencillamente magnífico. Pero, ¿me permites saber quién eres? Me gustaría conocerte ..

Guardó el impecable papel en su bolsillo. Iría a Roses a entregarle el papel a Lucy después de dedicarle tiempo al trabajo de redacción que tenía pendiente. Esta vez no era de elección libre, debía escribir sobre deportes.

Tocó el timbre y se largó corriendo a casa. En cuantro abrió la puerta le arrasaron sus hermanitas pequeñas. Querían hablar con él.

- ¡Mira!- decía Danielle- Mamá me ha comprado un delfín de peluche- era azul, su color favorito.

-¡Qué bonito! ¿Y a ti, Sophia?

-A mi un pulpo rosa con lunares blancos.

-Es precioso- comentó el mayor- . Ojalá me compraran algo así a mi.

-Mira, mira- dijeron al unisono las niñas, cogiéndolo cada una por una mano y guiándole rápidamente hasta su cuarto.

Había discos, muchos discos encima de la cama, al lado de la guitarra. Algunos eran discos que quería desde hacía tiempo. Otros tenían vídeos de cuando era pequeño, pero no solamente él, también de cuando sus hermanitas eran aún más pequeñas. Eran una ricura, puede que hasta más que ahora.

Bajaron los tres a la cocina a abrazar a su madre. Y, ya de paso, a comer.

                                                            ***

A las seis se encontraba en Roses. Le había entregado el papel de cartulina a Lucy, pero, absorto en la historia que escribía sobre la pareja de enamorados de dos mesas más allá, no se dio cuenta de mirar a quién le había dado la nota.

Entre trozo y trozo de cruasant, un beso. El uno le da de comer al otro, como muestra de cariño. Todo es amor.

Seguro que han vivido algún beso bajo la lluvia; un preciado tesoro que deberían valorar ya que no todos lo consiguen. Seguro que la declaración de amor fue preciosa.

Posiblemente no todo sean rosas en su relación, pero ambos se ocuparán de que las espinas no molesten. Las espinas se pueden cortar si se tienen las tijeras adecuadas.

Cuando ya no haya espinas, reinarán los besos, las miradas brillantes y los infinitos momentos felices. Si dejaron alguna espina, seguro que no se dejaron las tijeras por el camino.

Entre beso y beso, un te quiero. Un te quiero vale más que nada si es real; un te amo es lo más grande del mundo.

Seguro que nunca olvidarán cada momento que pasaron juntos, porque se ves que se aman.

Espero que todo esto sea real, pero si no lo es, por lo menos espero que hayan disfrutado la historia...

Lucy llegó a por la servilleta y con un trozo de cartulina, esta vez rosa, que le entregó a James.

No te permito conocerme... pero tengo mis razones. Solamente te aviso de que paso por aquí muy a menudo, desde antes que tú. Aquí dedico mis tardes a escribir cursiladas. Simplemente quiero que sepas que, si me descubres... pasará algo.

El chico flipaba. No podía pensar, estaba alucinando. Pagó y se fue. ¿Qué podía haber sido eso? No lo entendía. Todo era muy confuso. Intentaba, sin resultado alguno, unir piezas del puzle. Pero ni siquiera sabía cuál era la caja que debía escojer. Tenía una pieza borrosa que decía mucho y a la vez no decía nada.

Se estaba volviendo completamente loco...

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