CAPÍTULO 8

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Nada más despertarse, James miró la última vez que su chica se había conectado a WhatsApp y, al comprobar que había sido hace tan sólo unos minutos, decidió escribirle un mensaje.

Buenos días, princesa.

Solamente quería decirte que tengas un gran despertar y que si te gustaría pasar el día conmigo, aprovechando que es sábado.

Estaba contento con el mensaje, así que le comentó a su madre que a lo mejor pasaría el día fuera y a esta le pareció bien, por lo tanto, el chico decidió volver a mirar el móvil. Había obtenido una respuesta.

Claro! A las once y media en mi casa?

Antes de nada, miró el reloj para comprobar que tenía una hora para prepararse.

Perfecto, nos vemos.

Él comenzó a vestirse, totalmente normal, como un día más, pero a la vez, más guapo. Buscó entre sus colonias y se puso la que mejor olía; se peinó, pero se volvió a despeinar porque le pareció que así estaba mejor. Miró la hora. Eran en punto así que tenía que salir ya. Se despidió de su familia, que estaba desayunando. James había desayunado antes y muy ligero.  Comenzó a caminar tranquilo y pensando en ella. No podía parar de sonreir. En cuanto llegó a su destino, tocó al timbre y le abrió su chica, que le abrazó cariñosa. A pesar de que no llevaban ni un día de relación, él quería comenzar bien.

-Bueno, yo había pensado en que podríamos pasar el día fuera, ya sabes, pasear, comer en un restaurante, pasar la tarde en el parque...- propuso él, nervioso, por si a ella no le convencía el plan ideado.

-¡Sí, por mi perfecto! Ven, pasa, estoy sola en casa; dentro de nada podremos irnos.

Ambos subieron al cuarto de la chica. Era muy grande; pegado a la pared, bajo la ventana, había un escritorio con muchos libros, hojas y un ordenador portátil. Más en el centro, una cama de matrimonio con muchos peluches; frente a esta un armario enorme, y junto a él, un gran tocador. La pared azul estaba llena de fotos, y sino, había escrita alguna frase, dentro de una nube blanca dibujada, con letras en negro, una preciosa caligrafía y adornadas con algún detalle.

Ella se acercó al armario y cogió una camiseta ajustada de manga larga rosa, muy suave y calentita por dentro, unos vaqueros, calcetines, botines negros y unos guantes del mismo color que la parte de arriba. Se metió al baño a cambiarse tras ofrecerle asiento a James, que se tumbó en la cama y observó todo lo que había a su alrededor. "Es increíble", pensaba. Poco después, ella volvió con él, mientras le hablaba se echaba brillo de labios.

-¡Ya podemos irnos!- Finalizó la chica.-Y en solamente media hora.

Él rio la gracia y le dio la mano a su chica y se fueron caminando hacia ningún sitio, hablando sobre cualquier cosa y sonriendo sin razón. Los dos coincidían en que todo eso les parecía maravilloso. Andaron hasta encontrarse más allá de donde el destino les unió, más allá de Roses. Al darse cuenta, volvieron sobre sus pasos y entraron en ese magnífico lugar, pero esta vez, en la misma mesa. Lucy, la camarera que, por decirlo de algún modo, ayudó al destino a juntarles sin apenas darse cuenta, les observó y fue a atenderles.

-¿Las notitas se han convertido en algo especial o qué?- preguntó la chica del delantal blanco.

-Bueno- comenzó él-, nos han cambiado. Ahora estamos juntos y bastante felices- comentó, abrazando a su chica cariñosamente, mientras esta le daba un beso en la mejilla y apoyaba su cabeza en el hombro de James.

-¡Me alegro muchísimo! ¿Os traigo lo de siempre? ¿También servilletas?

Ambos asintieron y el chico le guiñó el ojo a la camarera, en señal de que llevara servilletas de más.  Cuando llegaron los pedidos, James se fue al baño y comenzó a escribir, pero esta vez  para su propia acompañante.

El día en que lo dejemos

no sé si ambos lloraremos,

sólo sé que,

en parte,

los dos un poco moriremos.

Firmó con la mejor letra que pudo y salió, se sentó un poco y, cuando se terminó su bebida, llamó a Lucy, que le entendió perfectamente. Disimuladamente, pagó y, a la vez, entregó la servilleta mirando de reojo la chica que tenía al lado. La otra lo comprendió todo e inmediatamente se fue a la caja, atendió a un par de mesas más, mientras la parejita feliz se abrazaba, y volvió a esa mesa con la notita.

-Danielle, tienes demasiado éxito...

Tanto Lucy como James sonrieron sin que la otra se diera cuenta, porque leía la nota. De repente, abrió los ojos como platos.

-James...- susurró, acariciando la firma con mucha suavidad. Le brillaban los ojos.

-¿Te gusta?

-Me... ¡me encanta! Casi tanto como tú.

Le abrazó por el cuello, y él a ella por la cintura. Susurraron un  te quiero cada uno y James le besó la frente a su chica como muestra de cariño. Tras esto, y de la mano de nuevo, salieron en dirección a sus casas para encontrar un restaurante en el que comer, aunque fuera una hamburguesa.

Iban riendo sobre cualquier cosa sin sentido, realmente, andando sin destino. Sólo iban a pasar un gran rato juntos.

-Hoy no va a haber nadie en mi casa así que si quieres podemos comer ahí en vez de que te gastes más dinero... luego vamos al parque como tú planeaste. ¿Te parece?

Él lo reflexionó durante un momento, no tenía mucho para gastar y no vendría mal probar algo que hubiera preparado ella.

-Trato hecho- sentenció.

El trecho que les quedaba hasta el hogar de la chica era corto, así que siguieron a su ritmo. Antes de entrar, ella comprobó desde fuera que no había nadie mirando si las ventanas estaban abiertas o cerradas; le alegró comprobar que era la segunda opción. Entraron y fueron hasta la cocina, donde comerían tranquilamente lo que Danielle preparara. James se sentó en un taburete mientras ella hacía cualquier cosa, ya le había dicho que no quería ayuda así que este no se la ofreció. Estuvieron de risas otra vez, hasta que la chica terminó de cocinar y le ofreció un plato a su chico antes de servirse a sí misma. Volvieron a hablar de todo un poco, a sonreír por tener al otro delante y a soltar diversas carcajadas por cualquier comentario. Eran felices juntos, no había más.

Cuando terminaron la comida, él, que no había hecho nada todavía, se ofreció para fregar los platos mientras ella descansaba. Estaban dispuestos a irse cuando vieron que estaba lloviendo intensamente y su tarde en el parque se estropeó por completo.

-No pasa nada- comentó ella-, mis padres volverán mañana, han tenido que irse por asuntos de trabajo, podemos quedarnos aquí hasta que llegue el momento en que debas irte.

Eso le tranquilizó un poco, pero aun así, estaba dispuesto a pasar una tarde con ella en lugar pensado aunque no fuera ese día. Subieron, por segunda vez en el día, al cuarto de Dani. Ambos se tumbaron, abrazados, y comenzaron a charlar y a opinar sobre cualquier cosa que se les pasaba por la mente, aunque no tuviera ni pies ni cabeza. Pero así pasaron toda la tarde, estuvieron tanto hablando que dejó de llover a una hora en la que podían haber ido al parque como habían previsto, pero no lo hicieron porque no se dieron cuenta y continuaron allí. A las ocho y media James decidió irse para no recibir un castigo monumental por parte de sus padres. Ella le acompañó hasta la puerta y, cuando el chico iba a irse, ella le detuvo.

-James, espera...- él se dio la vuelta. Ella se puso de puntillas y dulcemente le besó, él le siguió el juego y se fue feliz de allí.

Cuando se fue a lacama, se durmió pensando en ella y repasando el fantástico día para, más tarde, soñar con ella. 

DESTINYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora