La noche del veinticuatro de diciembre. Juliet y Peter estaban echados en el sofá, cabeza con cabeza, mirando las celebraciones de la Nochebuena. Aquella era su primera navidad como marido y mujer, pero los dos parecían tan cómodos como una pareja de ancianos que llevaran toda una vida juntos. En medio de un comercial, sonó el timbre. Los dos se movieron, a la vez, pero Juliet fue la primera en ponerse de pie.
—Voy yo —anunció y bajó las escaleras, mientras su esposo volvía a su posición original en el sillón.
Al abrir la puerta, la sorpresa fue grande. Incómoda. Agradable, a pesar de todo. Mark, el mejor amigo de su marido, aquel sujeto que parecía reacio a aceptarla como pareja de Peter aunque, en realidad, estaba enamorado de ella. Y todo se había descubierto por culpa de un incidente con los videos de la boda. Por suerte, el asunto no había llegado a oídos de su esposo. Nada tenía que cambiar entre ellos. Lo cual hacía que su presencia allí fuera verdadero motivo de asombro.
—¡Oh! ¡Hola! —dijo ella, apenas se repuso.
—¿Quién es? —resonó la voz de Peter, desde el piso superior.
Mark le indicó con señas que mantuviera el silencio. En su mano izquierda llevaba un radiocassette. En la derecha, una serie de cartulinas blancas. Entonces le mostró, a modo de apuntador, la primera. Las enormes letras estaban escritas con marcador negro.
«Dile que son cantantes de villancicos».
Ella dudó, con la mirada fija en el mensaje, pero repitió el mensaje en voz alta.
—Dales unas monedas y que se vayan —sugirió el otro, todavía sin abandonar su lugar frente al televisor.
Ella suspiró, mientras veía a Mark dejar en el suelo el reproductor de música y encenderlo. Antes de que él volviese a incorporarse, para mostrarle lo que fuese que hubiera en aquellos carteles escritos a mano, ella metió una mano en su bolsillo. Dejó la moneda junto al grabador y volvió a entrar a la casa.
—¡No! ¡Espera, no es lo que parece! —murmuró él, desesperado.
—Lo siento. Será mejor así —respondió ella, mientras cerraba la puerta.
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Amé esta película, Love Actually. Y amé a todos los personajes, pero más a estos dos. La culpa de este final alternativo no es mía, sino del octavo reto en El libro del escritor: Usa una escena romántica de una película que sea reconocida y dale un giro sorprendente para cambiar totalmente esa historia.
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El fantasma en mi tintero - Pequeñas historias
МистикаPequeñas historias para alimentar al engendro que todavía vive en las profundidades de mi helade... de mi tintero. Microcuentos, la mayoría. Otros son puros relatos escabrosos y ganas de experimentar temas distintos. Se pueden encontrar también en m...