• CAPÍTULO DOS • "Tocada, las traes"

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—¿Disculpe? —pregunto al personal cuando terminaron de introducir la camilla con aquél chico acostado, inconsciente en la ambulancia.

—Diga...

—¿Podrían llevarme al hospital? Mi hermana, Clara Ponce está internada ahí y la verdad no me encuentro bien.

—Veré que puedo hacer —la persona camina hacia las demás personas, quienes revisan al chico.

Cuidado. Aquella palabra causó temor en mi, ¿acaso él fue atacado como mi hermana?

La persona me hace una señal para que suba. Hay un espacio que indican para que tome asiento.

.

El chico viste una sudadera de color negro, en conjunto con un pantalón estilo desgastado color azul oscuro. Su respiración se normaliza mientras le quitan la sudadera y una playera de color blanco de mangas largas, dejando ver un cuerpo delgado pero ejercitado.

La confusión es evidente en mi rostro al ver cicatrices de heridas en su pecho, la que más predomina es la de su estómago, misma que una enfermera atiende.

¿Cómo se hizo aquellas heridas? Todas las personas le miran, extrañados.

Se supone que el tipo que atacó a mi hermana y a otras personas no deja heridas visibles. Seguramente no fue la misma persona el que le provocó las heridas.

—No trae ninguna identificación —afirma alguien.

—¿Algún teléfono, cartera, licencia, o algo? —niega con la cabeza la persona que lo revisó.

• CAPÍTULO DOS •
"Tocada, las traes"

—Mi teléfono se había caído y al recogerlo miré a la izquierda... Ahí estaba ese chico, su espalda casi pegada al tronco de un árbol y apretaba su estómago con su brazo —suelto otro suspiro—. Llamé a la ambulancia y con unos pañuelos cubrí su estómago...

—¿Eso es todo? —interroga el policía. Estamos fuera del hospital. Charlie está conversando a unos metros con una enfermera.

—Si.

—Gracias por la información.

Me dirijo hacia donde está mi hermano con pasos temblorosos. Normalmente la sangre, por menos cantidad que sea, me causa náuseas. Esta vez no sentí algo al ver la sangre del chico en sus manos, en el pasto o en su ropa.
Lo único que sentí fue tristeza al ver su mirada, la manera en que estaba en la camilla de camino al hospital, me causó un nudo en mi estómago, y a su vez lástima.

—Deberías ir a casa An. Puedo cuidar a Clara, ¿vale? —asiento, pero esto solo provoca que me sienta más mareada—. ¿Estás bien?

—Si.

(...)

La enfermera termina de darme un rápido chequeo. Charlie regresó a cuidar de Clara y estoy a punto de salir del pasillo y pasar por la sala de espera del hospital.

—Listo, puedes irte —asiento a la indicación mientras empiezo a caminar. Otra enfermera de cabello castaño, joven, se acerca y la reconozco. Es quién por las mañanas le suministra los medicamentos a Clara. Es Ana.

Inesperadamente, se detiene delante mío. —¿Eres quien encontró a aquel chico, no? —asiento—. ¿Qué es lo que te dijo?

Su tono de voz es alarmado y desesperado.

—Que tuviera cuidado.

—¿Sobre qué? —levanta su ceja izquierda.

—No lo sé, fue lo único que dijo, su-supongo que lo asaltaron y pensó que el atacante aún seguía en el lugar —me siento presionada, interrogada.

El chico que hablaba con sirenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora