thirteen: pt. 2.

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Día: 62.
Lauren P.O.V.:

Todo ocurrió tan rápido del momento en que salí del carro y me rodearon los escoltas, no sé ni en qué momento terminaron con mi tarjeta en las manos y luego ésta paró en mi bolso de nuevo.

Solo se oían los ruidos de los carros entrando y saliendo y la música del interior apaciguada por las paredes del lugar.

De un momento a otro ya estaba junto a mi pequeña Camila, aunque realmente estábamos del mismo tamaño. Gracias tacones altos.

La oscuridad del lugar no me dejaba verla bien y la "luz" del lugar no ayudaba, aunque tampoco había tiempo para eso, ya que sentí su mano sobre la mía y luego un pequeño jalón. Solo me dejé guiar por ella a través de la puerta y luego pasando a una clase de vestíbulo que en vez de las típicas arañas o lámparas; tenía luces neón dándole un aspecto raro al lugar. Noté que se giró un momento y al verme sonrió y yo, inconscientemente, hice lo mismo. La extraño tanto.

Luego caminamos hasta un lugar que me daba mala espina por el hecho de que la mayoría de las cosas eran blancas y el techo alto daba la impresión de que era solo por decoración y que ese y mas lujos se lo podia dar el lugar. Fuimos hasta estar frente a unos pequeños escritorios (parecidos a los cubículos de los bancos), uno junto al otro y encima de estos tenían las diferentes letras del abecedario de la A hasta la E y con decisión fuimos a la C donde una joven rubia se encontraba muy concentrada en unos papeles.

- Buenas noches, Lucy. - Dijo Camila a mi lado a la chica frente a nosotras, quien inmediatamente alzó la vista y le sonrió muy cordialmente.

- Oh, hola señorita Camila, hola señorita Lauren. - Al igual que a Camz, me sonrió y le devolví la sonrisa aunque no la conocía, y siguió hablando mientras hurgaba en algunas gavetas. - Aquí tengo la tarjeta con todo lo que pidió.

- Gracias. Como siempre; los mejores. - Me daban ganas de besarla en ese mismo momento. Tan dulce y cordial como la recordaba. En tres meses no podía haber cambiado mucho, ¿o si?

- Gracias a ustedes por preferirnos. - Extendió un carnet blanco con algunos datos del lugar y una especie de chip en una esquina.

Esa fue la despedida ya que luego giramos a la derecha y pasamos frente a los escritorios D y E, siguiendo por un largo pasillo con un aspecto de película de terror ya que sólo se veía el color blanco: puertas, luces, cuadros, todo. Habían muchas puertas blancas marcadas con diferentes símbolos.

- Ya te explicaré todo. - Las primeras palabras que me dijo desde que nos tomamos de la mano en la entrada y yo como atontada solo sonreí. Amaba como le salía con tanta fluidez la situación.

- Te ves hermosa, por cierto. - Podría jurar que mis piernas se tambalearon un poco ante sus palabras.

No nos tardamos mucho cuando dimos a parar en un espacio como el anterior pero la diferencia de que habían ascensores en lugar de cubículos/escritorios. Me soltó la mano y con un gesto de niñería pulsó todos los interruptores, una sonrisa picara se escurrió en sus labios y como si no nos quisiesen dar privacidad llegó de inmediato uno, al abrirse se pudo observar a un chico sentado en una silla con los típicos trajes de los trabajadores de elevadores.

- Su tarjeta por favor. - Dijo con voz algo más aguda de lo que esperaba y Camila se lo extendió a la vez que entrábamos.

El chico la recibió y pasó el chip encima de un escáner frente a él. Bip, bip, bip, sonó indicando que el escaneo estaba listo.

- Gracias. - Le devolvió la tarjeta. Una tenue música de elevadores se escuchaba al fondo.

- Te va a encantar el lugar. - Susurró Camz pegándose un poco a mí en un intento de abrazo, mis manos se fueron automáticamente a ella y la rodearon tomándola de la cintura los pocos segundos que nos tardamos en llegar a nuestro destino.

- Aquí es. Hasta luego, señoritas. - Su voz era irritante pero la reconfortó saber que ya no lo oiría más.

Los tacones de ambas rechinaban en un pasillo que parecía igual al anterior, con la excepción de que las puertas estaban más separadas entre sí y tenían una lámpara en forma de rosa blanca que emanaba una luz verde o roja, indicando claramente la disponibilidad de la habitación.

Pasamos frente a todas las que tenían luz roja (dos o tres) y la última, al final del pasillo, frente a ellas, resultó ser la elegida. Al igual que el chico pasó el chip frente a un escáner y al contrario que con las otras, ésta no sonó en reprobación sino que se abrió la puerta.

Me adelanté a ella, invadida por la curiosidad. Sus manos me tomaron de la cintura mientras terminé de abrir la puerta y al prender la luz de la habitación...

Wow. Con un asombro claro en la voz y la expresión dije:

- Es... Hermoso, bebé.

***

Voten este y el capítulo anterior para seguir con el reencuentro 7u7.

Maratón: 2/?

Leído | CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora