A ChanYeol jamás se le pasó por la mente que asistir a clase de Pociones ese martes fuese a traerle tantos problemas. Él siempre fue un buen estudiante, después de todo, nunca antes tuvo miedo de lo que pudiese encontrarse al fondo de un robusto cal...
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Es bien sabido por todo niño nacido en una familia repleta de magia, que el día más importante de su vida, es aquel en que finalmente la espera termina y recibe de una lechuza la preciada carta.
Pero no se trata de una carta cualquiera, ni de la de aquella vieja tía que los visita pocas veces al año, o de uno de los frecuentes recibos que suelen llegarle cada domingo a sus padres. Se trata de la carta, esa que los honrará con la dicha de formar parte de la mejor escuela de magia y hechicería del mundo: Hogwarts.
Park ChanYeol, hijo de una de las familias asiáticas más adineradas del mundo mágico, la recibió un par de días después de su cumpleaños, cuando ya sus padres comenzaban a enarcar las cejar preguntándose por qué el servicio postal demoraba tanto y cuchicheaban todas las mañanas a escondidas del menor sus inseguridades, pues secretamente siempre estuvo entre los temores de los señores Park que ChanYeol no fuese a ser indispensable para aquellas aulas.
El pequeño la recibió por su propia cuenta, agitando el brazo para atrapar el trozo de papel que un ave soltó para él desde las alturas, y olvidándose por completo del hecho de que había salido al jardín para jugar con su escoba nueva.
Decir que sus padres se sintieron bendecidos y orgullosos, es poco.
La señora Park lo acompañó al callejón Diagon esa misma tarde, pavoneándose frente a otras familias porque su pequeño lo había logrado y definitivamente, estaba por hacer historia.
Fue ese hecho precisamente, y el que su familia no dejase de repetirlo en cada importante cena con exitosos personajes del mundo en que vivían, lo que logró poner al pequeño tan nervioso en su primer día, cuando tras despedirlo en el andén indicado, sus padres lo dejaron encontrar un compartimiento en el expreso por su propia cuenta.
Había personas que conocía ahí, como el hijo de los Zhang; que estaba por cursar su segundo año en el colegio y parecía haber elegido muy bien con quien juntarse, por lo que ChanYeol terminó esquivando su profunda mirada y situándose en un sector bastante muy apartado de la muchedumbre.
Había muchos como él, niños que parecían perdidos, pero si se lo preguntaban, ChanYeol asumía que él era el único ahí que estaba muriéndose de miedo.
ㅡMi mamá fue Gryffindor, papá es muggle. ㅡ Escuchó a un chico decir a sus espaldas y lo miró a través de uno de los cristales del vagón, tratando de memorizarse su rostro para intentar jamás cruzar palabra con aquel que seguramente terminaría siendo un orgulloso león.
ㅡMis padres son Ravenclaw, pero yo estoy completamente segura de que iré a Gryffindor.
La voz de la chica que hizo ese comentario dio vueltas en su cabeza un millón de veces y ChanYeol apretó los puños, deseando que el tiempo transcurriese más rápido, que su llegada al castillo no demorase tanto y que pudiese estar lo más pronto posible metido en su sala común, con los colores verde y plata decorando las paredes para poder escribirles buenas noticias a sus padres antes de irse a dormir.
