Empieza la auténtica superviviencia

444 18 0
                                    

El impacto fue tan rápido que hasta me sorprendí. Bueno, lo mucho que puede sorprenderse una persona cuando se está cayendo por una cascada a más de 80 kilómetros por hora sin tener la seguridad de salir vivo de ésta. Tragué bastante agua, que sabía como dulce, aunque no me paré mucho rato para probar su sabor. Salí empapado del lago con unas ganas de respirar increibles i una herida en el brazo. Nada de que preocuparse, un pequeño rasguño, pensé. La mochila no seguía conmigo. Hice un repaso por el lago con los ojos y la vi, surando, toda empapada como yo. Me lanzé otra vez al lago dirección la mochila, y la saqué de aquél reino de humedad. No había nada que hacer, el queso había quedado totalmente incomestible. Los cuchillos estaban revueltos de crema de queso y la cuerda se había desflojado y estaba llena de agua. Puse mi cabeza entre mis manos. Así que el queso no iba a ser la última comida producida por el hombre que comía por un tiempo... o quizás sí, si no encontraba nada y me moría de hambre. Decidí por el momento dejar el trozo de queso deshecho y lleno de trocitos marrones a los que no quería saber de dónde provenían apoyado en una roca cercana y empecé a explorar un poco el sitio en el que me encontraba. Ya no oía el pitido, así que eso era buena señal. Me adentré un poco en el bosque salvaje que se alzaba ante mi. Sobretodo para ver si era capaz de encontrar comida por mi solo y poder sobrevivir hasta llegar a la montaña, que ahora no veía por que las immensas copas de los árboles lo prohibian. 

Iban pasando las horas y realmente no me iba nada mal, había encontrado bastantes bayas (dudaba que algunas fueran venenosas) y alguna fruta exótica, nunca vista en los mercados de la ciudad. Lo que tenía claro es que de algun modo debía encontrar carne o algo que no fuera solamente fruta. Además, los pies empezaban a dolerme, y decidí parar un rato bajo la sombra de un gran árbol, que tenía una forma particular, volcado hacia un lado con un aspecto siniestro. No me fijé en eso. En lo que sí me fijé fue en un pequeño conejito que merodeaba por unos matorrales cercanos. No pensé en ¿qué hace un conejito aquí, en medio de un bosque tan denso?, sino que lo seguí como ipnotizado, con una sola idea en la cabeza.

El ojo del bosque (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora