Capítulo XV: Arthur

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N/A: MR. CEJITAS LOCAS LLEGÓ

Capítulo XV: Arthur

El inglés caminaba por las calles de quién sabe dónde ¿usted sabe? Yo no (No sé quién bautizó así a la pobre calle). Cargaba una mochila en los hombros y estaba sudando a más no poder porque ¡claro, era verano y él llevaba ropa de invierno puesta! El problema fue que el señor amante del té olvidó ese pequeño detalle cuando decidió viajar a Latinoamérica.

Bueno, en realidad no fue a Latinoamérica porque había una reunión importe ahí, no. Tampoco fue a hacer un poco de turismo, claro que no. Ni mucho menos fue a visitar a algún latino, por supuesto que no.

Ya quisiera él que el motivo fuera alguno de esos. Pero no cargaba con ese suerte (cargaba con una mochila, en realidad). Había venido casi obligatoriamente y por alguien en específico. Y no porque quisiera verle la cara a ese alguien, precisamente.

Más bien quería partirle la cara con un scone quemado (siempre a la mano, obviamente).

—¿Y qué más? —canturrea Manuel. Intenta que su voz suene neutral y apática, pero falla en el intento y suena dulzón.

—También me gustan tus ojos —le sonríe Martín, a su lado. Ambos sentados en el murito que había junto a la casa del chileno. Estaban disfrutando de un helado, mientras conversaban entre sí con total naturalidad, meciendo los pies en el aire.

Arthur los ve desde la otra esquina y rápidamente inspecciona el lugar con la mirada, hasta dar con su blanco.

Gruñe y se acerca a la heladería que estaba bastante cerca de los tortolitos. Más específicamente, se acerca a la persona disfrazada de vaca —Sí, de vaca. Y vaca lechera, al parecer— que traía un celular en una mano y unos folletos en la otra.

—Oye —Le toma de la muñeca, tratando de llamar la atención de la vaca.

—Ah, sí, muuuh muuuh para ti —Le extiende los folletos, sin quitar la vista de su celular, logrando como consecuencia pegarle en el rostro al inglés con los malditos folletos.

—Francis, sé que eres tú —dice entre dientes, contando hasta diez para no perder la paciencia.

—¿Eh? —La vaca se giró hacia él, quitándose la cabeza de vaca del disfraz (decapitó a la vaca). El pobre estaba completamente sudado por estar vistiendo ese traje con unos treinta y dos grados te temperatura. Aun así su cabello de diva seguía viéndose bien—. ¡Ah, mon amour! —canturrea al reconocer a Arthur y lo abraza.

—¡Quítate! —Lo empuja, intentando sacárselo de encima y, si era posible, tirar a Francis a la calle y que un camión lo atropellase. ¿Era tanto pedir?

—Vas a tener que esperarme —dice, por fin soltándole. Para luego dirigir su atención nuevamente a su teléfono, el cual apuntaba hacia Martín y Manuel—. Tengo que tomarles fotos antes de que comiencen a discutir de nuevo.

Arthur bufa.

—¡No estoy para tus idioteces!

—No discutas conmigo, cariño. Interrumpes el momento. ¡Mira a tus sobrinos! ¡Son nuestra descendencia! ¿No se ven adorables? Ayúdame a tomar fotos para venderlas por Patreon. (1)

—¡Francis! —Aprieta su brazo con fuerza, para que le prestará atención—. ¡No vine aquí para acosar a mis sobrinos como tú lo haces!

—¿Ah no? —se gira a verle, indignado.

—¡Por supuesto que no!

Francis se lleva una mano al pecho, dramáticamente. Para él era algo digno de aparecer en películas de terror. ¡Alguien no quería acosar a otras personas! Vaya, qué loco ¿no?

Si fueran fudanshi... [ INCONCLUSA; 2017 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora