Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.Alejandra Pizarnik, El miedo.
Corea del sur, Pyeongchang
Yuzu se sintió agradecido con las personas que se habían reunido en el aeropuerto para darle la bienvenida, sabía que algunos de ellos incluso viajaron lejos de sus países para poder verlo patinar y la culpa lo invadió al desear que no estuvieran allí, simplemente no era un buen momento. Su salud no había sido muy buena desde un par de semanas atrás, náuseas lo asaltaban casi todas las mañanas y el agotamiento después de vomitar no lo ponía en el mejor estado de ánimo.
Sin querer recordó ese sueño de sus días de secundaria en el que vomitaba frente a toda la clase. Había pasado mucho tiempo desde entonces, pero ese sueño se quedó grabado en su mente, y no tenia ninguna intención de hacerlo realidad ahí, frente a todas esas personas.
En ese momento para Yuzu no había pensamiento más atractivo que lo bien que se sentiría tomar una siesta, esperando que tal vez el sueño se llevaría lejos su agotamiento y mal humor.
Desgraciadamente eso no sería posible.
La prensa japonesa que lo seguía fielmente a cualquier competición en la que participará se encontraba ahí, tomó mucho de su fuerza el tener que pararse delante de las cámaras, fingir una sonrisa y hacer lo mejor posible para no vaciar el contenido de su estómago frente a ellos. Un día más en la ajetreada vida de Yuzuru Hanyu.
Cuando por fin llego al hotel y estuvo fuera de la vista de todos, se permitió un fuerte suspiro antes de tener que correr al baño y quedarse con la cabeza colgando en el inodoro por los siguientes 15 minutos.
Cuán desagradable. Pensó con molestia.
Los 3 días de práctica pasaron rápidamente. Yuzu se encontraba en la última práctica que tendrían antes de competir esa noche.
Todo iba bien hasta que saltó para un cuádruple Salchow, un momento después de que despegó del hielo el dolor se disparó a través de su vientre y corrió como un rayo por su columna vertebral. Su salto se quedó a medias y no tuvo más remedio que apretar los dientes, por la frustración y el dolor, durante el resto de la práctica. El miedo de lesionarse unas horas antes de que la competencia comenzará le hizo sentirse ansioso, no quería tener que repetir la misma historia de la temporada pasada.
-No te preocupes, Yuzu. Has practicado ese salto un millón de veces, debes mantenerte enfocado y no dejarte llevar por los nervios-. la voz de su entrenador sonaba relajada, tratando de calmarlo. Pero no eran los nervios lo que afectó su salto, había algo mal con su cuerpo.
-Hai- fue todo lo que dio por respuesta. Considero contarle a Brian lo que había sucedido durante el salto, pero su obstinación ganó. No quería causar molestias a nadie. Se convenció a sí mismo que de que todo iría bien y un par de analgésicos podrían arreglarlo.
Estaba en el último grupo de la noche. Era su turno para patinar. Una sensación de pesadez se había instalado en él desde la práctica de la mañana y su estómago parecía tener gusanos retorciéndose y exigiendo su atención. Intento sonreír y parecer el mismo de siempre, solo para fracasar estrepitosamente.
La música comenzó, avanzó por la pista casi automáticamente, los pasos grabados en su mente y su cuerpo con horas y horas de práctica. Pero se sentía cansado.
Cuádruple Loop. Bien.
Cuá...doble Salchow, triple Toe. No. No. Esto esta mal. Duele.
Has patinado con una lesión antes, Yuzuru. Puedes hacerlo.
Trato de animarse a si mismo, pero hasta él mismo se dio cuenta de que su presentación no era buena, su programa carecía de la energía que necesitaba y su cara pálida no ayudó con la imagen.
Triple Axel. Bien. Una pequeña parte de él se sintió aliviada de que su viejo amigo no le hubiera fallado ahora. Caerse en su triple Axel habría dañado su orgullo más que haber fallado el Salchow.
Hizo todo lo que pudo. Al final terminó tercero en el programa corto con una puntuación que si bien no era la peor, para sus estándares, tampoco la mejor.
-Esta bien, mañana lo haré mejor- quiso aferrarse a esas palabras como un náufrago a un pedazo de madera. Solo esperaba que el pedazo de madera no tuviera agujeros.
El balcón en el quinto piso del hotel era un lugar frío. No tan frío como el hielo en la pista, pero sí lo suficiente como para hacerle estremecer. Le gustaba la quietud que reinaba durante las noches, cuando todos dormían y lo único que podía escuchar era el viento llevando susurros de lugares lejanos. Relajándose permitió a los pensamientos y remordimientos deslizarse lejos, con su mente y corazón más tranquilos comenzó a evocar recuerdos que mantenía sellados, como un usurero que esconde un tesoro por temor a que sea tomado lejos.
Javi sonriéndole y posando las manos en su cintura. Contándole chistes que a veces no entendía bien. La mano de javi haciendo cosquillas en su nuca. Sus labios presionando contra los suyos provocando escalofríos que le erizaban la piel...
El sonido de alguien tocando a la puerta lo devolvió de golpe a la realidad. No quería que su pequeño momento de felicidad terminará y por un momento se planteó la idea de fingir estar dormido, la desecho cuando pensó que podría tratarse de algo importante.
-¿Kikuchi-san?- no pudo evitar sorprenderse ante la vista del amable anciano. Aunque si lo pensaba mejor, en realidad no era tan sorprendente, Kikuchi-san a menudo iba y conversaba con él cuando no estaba teniendo un buen día.
-¿Yuzuru-san, podemos hablar?- dejó pasar al anciano y se sentó en la cama, esperando que Kikuchi-san hablara. El silencio se extendió entre ellos y aunque Kikuchi-san no dijo nada, su silencio pareció decirle "Está bien, yo esperare hasta que estés listo para hablar". Esa era una de las cosas que le gustaban del anciano, la forma en que su silencio parecía tener una voz propia.
-Creo... creo que tal vez podría haber algo mal conmigo. Las náuseas por la mañana no se han ido aún con los medicamentos que Tatsuma-sensei me dio. Y hoy durante la práctica y la competencia, el dolor me impidió saltar correctamente. No quería retirarme de otra competencia, así que no le dije nada a nadie- bajó la cabeza, avergonzado por su propia obstinación, mientras que podía ser una cualidad también podía ser un defecto fatal.
-Lo hablamos antes, cuando no podía entrenar por su lesión, Yuzuru-san. Necesita confiar más en la gente a su alrededor y sobre todo en su entrenador, el señor Brian está aquí para ayudarlo. No se cierre a las personas y sobre todo no sea tan obstinado, ya vio a donde puede conducirlo eso.
-Lo se-... pero a veces no es tan fácil.
Kikuchi-san se acercó a la cama y estaba a punto de arrodillarse para revisar el pie de Yuzuru, cuando este lo detuvo.
-No es mi pie lo que duele, Kikuchi-san. Es aquí...- toco suavemente su abdomen. Recordando el dolor paralizante que lo hizo fallar.
-Mmm... ya veo- el hombre mayor frunció levemente el ceño y lo hizo recostarse en la cama. Sus dedos cálidos tocando y presionando buscando el origen del problema. Tal vez un esguince en el músculo de la cadera, pero no presentaba hinchazón o cualquier otro signo de daño, todo parecía estar bien.
-No parece haber nada mal, Yuzuru-san. Pero mañana consultaremos a Tatsuma-sensei- la voz del anciano le dijo que no aceptaría un no por respuesta, le recordó a cierto Español que a veces usaba un tono pasivo-agresivo similar. Una sonrisa se dibujó en su cara antes de que pudiera detenerla.
Kikuchi-san siempre tenía razón. Hablar sobre sus problemas fue como quitarse un gran peso de encima, lo dejó sintiéndose tan ligero que por un momento pensó que podría flotar.
Al día siguiente antes de la práctica, Tatsuma-sensei, el doctor de la JSF que era parte de su equipo, tomó una muestra de sangre que sería enviada a un laboratorio para asegurarse de que no había nada mal. Después de escuchar una charla de por lo menos media hora sobre el correcto cuidado de la salud, por fin pudo respirar un poco mejor.
Las cosas saldrían bien al día siguiente. Estaba seguro.
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Hope & Legacy
Fanfic¿En qué hondonada esconderé mi alma para que no vea tu ausencia que como un sol terrible, sin ocaso, brilla definitiva y despiadada? Jorge Luis Borges, Ausencia. Todos y cada uno de nuestros actos tienen consecuencias, algunas más evidentes que o...