Capítulo X

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No lo creo todavía
estas llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría.

Mario Benedetti, Todavía. 


  
Semana 14

Los días en Sendai son tranquilos, demasiado tranquilos, y esa tranquilidad le hace sentirse aletargado. El tiempo se arrastra lentamente llevándose consigo las horas, los días, y lo único que puede hacer es dormir en un sueño sin sueños.

—Es algo normal durante el embarazo— dice su madre un jueves por la mañana cuando le lleva el desayuno a la habitación ya que él estaba demasiado cansado como para levantarse. El olor de la comida es agradable—. Come todo y no olvides tomar los suplementos— dice con una suave sonrisa en los labios antes de salir.

Mira por unos segundos la bandeja en su regazo; un plato de sopa y un tazón de arroz, una taza de té caliente, un vaso con agua y algunas pastillas; las observa un poco más antes de meterlas en su boca y tomar toda el agua en el vaso.

Esa misma tarde su hermana lo arrastra al jardín trasero. Se sientan sobre el pasto muy cerca de los árboles plantados en el jardín y disfrutan de la silenciosa compañía del otro. El clima es templado, el sol está oculto por una espesa capa de nubes y el paisaje adquiere la tonalidad de las fotografías antiguas por la difusa luz amarillenta que tiñe todo con tonos de sepia. Es agradable.

— ¿Has visto el cielo recientemente?— Saya pregunta repentinamente y continúa hablando sin darle a Yuzu tiempo de responder—. ¿Recuerdas cuando nos tumbábamos en el jardín y mirábamos al cielo, que parecía hacerse más y más grande a medida que observábamos, hasta que su inmensidad nos asustaba y no podíamos seguir mirando porque pensábamos que caería sobre nosotros?

Yuzu alza la mirada al cielo salpicado de borrosas nubes informes, su hermana tiene razón, hay un sentimiento desconcertante si observas por demasiado tiempo.

—Sí, lo recuerdo.

—Me gusta pensar en los problemas como si fueran el cielo. Da miedo mirar y a veces parecen tan inmensos que creemos que no hay una salida, pero si dejamos de lado el pánico y pensamos racionalmente entonces nos daremos cuenta que por muy grandes que sean no van a caer y aplastarnos. Siempre hay una salida, Yuzu. Entiendes lo que quiero decir, ¿verdad?— dice con suavidad, todavía mirando al cielo. 

Su cabello negro está atado en un irregular moño con mechones sueltos en algunas partes. Y por un momento Yuzu ve a la pequeña niña de ocho años a la que solía seguir por todas partes.

—Sí, lo entiendo. Gracias, hermana— sonríe cuando Saya extiende los brazos y lo atrae en un abrazo para luego acunarlo contra su pecho y descansar la barbilla sobre su cabeza. Yuzu puede sentir su aliento haciéndole cosquillas en la cabeza y escuchar los fuertes latidos de su corazón.

—Mamá me conto lo que sucedió— dice de forma ligera, como si su anterior charla sobre el cielo no hubiera ocurrido—. ¿Has hablado con Javi desde entonces?

—Hablamos anoche— contesta en un susurro tranquilo.

A pesar de los muchos kilómetros que los separan, la distancia entre Javi y él ha ido disminuyendo. Un mensaje, una llamada, suaves y torpes palabras que terminan con charlas que duran horas. Un ¿Cómo estás? o un quiero verte susurrados tarde en la noche son suficientes para mejorar el ánimo de Yuzu.

— ¿Vendrá?

—Estará participando en el Fantasy on ice, así que lo veré pronto.

—Eso es bueno. Podrá estar contigo para la próxima ecografía.

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