Capítulo dieciséis

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Sebastián

Nos sentamos en la arena a esperar a nuestros viejos, las chiquillas estaban enojadas y ni nos pescaban.

Linda la huea, nos perdemos por culpa de ellas y más encima se enojan.

Me puse a revisar mi celular, y vi que tenía caleta de mensajes en whatsapp.

Muchos eran de mis viejos, que se veían preocupados. Otros de mis amigos, y algunos de la Savka, diciendome que me echaba de menos y hueas.

No le respondí a nadie y lo apagué.

Después de 10 minutos llegaron todos los papás y los chiquillos corrieron a abrazarlos, pero yo me quedé ahí parados mirándolos.

—¡Mi amor!—mi mamá se acercó y me abrazó. —No sabes lo preocupada que estaba.

Me sorprendió que mi mamá me hablara de forma tan amorosa, pero pico, no era momento de sacar cosas en cara asi que le devolví el abrazo.

—¡¿Cómo se les ocurre ir a recorrer el bosque tan tarde?! —nos retó el papá de la Cassie.

—Fue culpa de ellas, tío. —se defendió el Camilo.—Nosotros les dijimos que pararan de caminar y no nos pescaron.

—¡Ay Camilo, que eris mentiroso!—la Cassie lo miró feo.

—Da lo mismo quién tiene la culpa.—dijo la mamá del Camilo.—Pero gracias a Dios no les pasó nada, es peligroso que anden por ahí en un lugar que ni conocen.

—Desde ahora no van a salir si no es con nosotros.—dijo el papá de la Michelle.—Van a estar castigados por irresponsables, y pobre del que se escape.

Todos lo apoyaron y nosotros no dijimos nada.

Castigados en vacaciones, la raja hueon.

Nos subimos al auto y mi papá me dio un paquete de galletas.

Era feliz en ese momento porque estaba cagao de hambre.

Llegamos a las cabañas y todos fueron a un rancho que había atrás a hacer un asado. Yo me quedé sentado en un tronco fumandome un cigarro y se acercó el Camilo

—¡Oye hueon! no sabi nah la huea que encontré.—dijo sobandose las manos.

—¿Qué encontraste hueon? ¿pitos? ¿más cigarros?

—No oh, algo mejor.—movió las cejas.—Cachai que venía tranquilamente caminando, miré la cabaña del administrador y está tapizá en copete.

—¡Oh, huea bacán! pero, ¿por qué te poni tan feliz? si los debe vender terrible caros.

—Amigo, me sorprendes.—se hizo el ofendido.—No vamos a comprar po, le vamos a sacar unas botellitas sin que cache.

Lo quedé mirando y me reí.

—Las hueas que haci por copete.—boté mi cigarro y lo apagué.—Pero me parece una buena idea, vamos al toque.

Nos paramos y fuimos a la cabaña que estaba en toda una esquina.

—El caballero anda cobrando así que no hay moros en la costa.—dijo el camilo.

Abrimos la ventana y la huea justo daba a una mesa que estaba llena de tragos fuertes. Agarré una botella de tequila y el Camilo un whisky. Me lo meti debajo de la polera y nos fuimos rajaos de ahí.

Llegamos terrible agitados a la cabaña y las chiquillas nos quedaron mirando raro.

—¿Qué huea ustedes?—dijo la Cassie.

Coincidencias culiásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora