Capitulo 14

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En el presente

El día del Bazar de caridad que organizaba la fundación Kido habia llegado. Todos los Jardines Reales se encontraban cerrados al público para poder satisfacer los caprichos de los ricos y poderosos empresarios que formaban el círculo de amigos de Saori Kido y benefactores de su fundación.

Habían carpas de varios colores, meseros que en su uniforme paseaban por toda el área satisfaciendo las necesidades de bocadillos y bebidas de los invitados, mientras estos firmaban cheques sin ton ni son queriendo acallar con sus donaciones su conciencia de pecadillos cotidianos. Se veía que todos ahí se conocían entre ellos, en cuanto llegaba alguien, saludaba efusivamente a todos los demás.

Había otras carpas más pequeñas donde la gente podía donar en especie ropa, zapatos, artículos que ya no necesitaran y que gente de escasos recursos podían reutilizar. Los hostess que estaban junto al servicio de valet parking, sacaban de las cajuelas de los automóviles de los invitados que iban llegando, las bolsas negras con estos artículos que eran cuidadosamente depositados en estas carpas y después, eran vaciadas y seleccionadas por voluntarios. Una torre para esto otra para aquello.

En el medio de todo el parque, habían levantado una carpa enorme de color rojo brillante donde ya tenían acomodadas cerca de 200 sillas para las personas que estarían en la subasta frente a una tarima donde se encontraba, en su típico trono, Saori Kido junto con Seiya (quien había sido escogido por ella misma para acompañarla) y Tatsumi quien sería el encargado de correr la subasta. Habrían diversos artículos como yates, autos, viajes y muchas joyas. Todos los artículos se encontraban resguardados en una bodega y seria hecha remotamente. De otro modo hubiera sido imposible traer el yate o los autos al lugar de la subasta. Todo lo recaudado seria donado a un pueblo sudamericano que había sido devastado por un terremoto recientemente.

Por medio de los megáfonos, hicieron la primera llamada para para la subasta. Algunas personas que querían estar casi al frente caminaron un poco más rápido con sus paletas con sus números en las manos que les habían dado en la mesa de registros previamente.

Un mustang amarillo de dos plazas se detuvo en la entrada del jardín donde un valet los esperaba. Un caballero muy alto, joven y delgado de cabello negro salió del lado del conductor. Estaba muy bien vestido con un smoking negro. Abrió la puerta del copiloto y ayudo a bajar a su acompañante. El valet no pudo menos que admirar esas hermosas piernas largas y delgadas que se veían bajando con zapatos de tacón de aguja, un vestido corto de corte A color rojo brillante con bordados de pedrería en la parte más baja, una cintura que hubiera podido fácilmente ser tomada por las dos manos de un hombre y un escote halter en forma de corazón. Casi se va de boca al ver que la dueña de esas piernas era tan solo una jovencita de cabello rojizo y piel muy blanca que traía alrededor del cuello un collar de granates y rubíes que se veía demasiado pesado para ella y unos lentes obscuros que ocultaban sus ojos. Sus labios rojos e incitantes sonreían cuando le dio la mano a su acompañante para que la ayudara a bajar. El compañero del valet tuvo que darle una palmada en la parte de atrás de la cabeza para que se animara a tomar las llaves y fuera a estacionar el auto.

La pareja, que llamaba la atención por donde caminaba, decidió sentarse en una banca a medio camino mientras esperaban.

No tardó en llegar otro mustang rojo de dos plazas con otras dos figuras muy interesantes. Primero bajo otro chico de cabello negro, pero esta vez muy musculoso y en un traje que aunque elegante, no llamaba mucho la atención excepto que su torso se veía mucho más grande que sus caderas. Le dio las llaves al valet y ayudo a bajar a la chica que lo acompañaba. Estaba vestida con un traje sastre azul cielo a las rodillas con una blusa plateada que tenía chaquira tornasol en puños y cuello por lo que con los rayos del sol, parecía que su blusa cambiaba de color. En su cuello una pequeña gargantilla de diamantes que hacia juego con sus aretes y utilizaba también unos lentes obscuros. Su cabello en lugar de llevarlo recogido, había sido planchado cuidadosamente y los llevaba totalmente suelto. Todos los que la vieron, sabían que era la persona que todos estaban esperando que llegara. Ciertamente si las dos parejas querían llamar la atención lo consiguieron. A lo lejos se escuchó la segunda llamada para la subasta.

Mas alla del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora