Acabada.

100 11 3
                                    

En ese momento pensé que todo había acabado.

Me preguntaba si yo había existido en tu mente. Lo dudaba. A veces llegaba a creer que ni mi nombre te sabías.

Te dije hasta luego ese día. Y pedí por favor que no vuelvas a aparecer. O que por favor, no desaparezcas.

Así pasaron las semanas, convirtiéndose en meses.

Aquello días no significaba nada; era hora de entenderlo. Pero no importaba cuánto trataba ni cuánto me decía las cosas una y otra vez, yo te seguía buscando. Seguía esperando cruzarte; seguía queriendo que me notaras, que me hablaras, que me miraras. Todo era inútil: yo seguía esperando por ti.

Yo era quien más quería dejarte ir. Y a la vez, pensarlo me ponía triste. Te quería ver y no quería. Prefería no ser esa tonta y a la vez todavía no me importaba si lo era.
Solo deseaba rendirme. 
Quería gritar por qué. Por qué justo tú, a quien ni siquiera podía dedicarle un pensamiento o una esperanza. Por qué a mi que era una tonta, que me lastimaban rápido y que me dolía todo. Por qué a mi, que siempre anduve sola, por qué justo contigo quería pasar esa soledad.


En algún momento, comencé a creer que estaba mejor. Ya no pensaba en ti tan seguido y comenzaba, poco a poco, a superarte.

Pero tuviste que volver. Y contigo, mis sentimientos. Parecía una broma de mal gusto.

Y aún así me alegré. Muchísimo. Disfruté de ese poquito tiempo en el que todo estuvo bien, porque finalmente estabas aquí.

Entonces empezaron las preguntas. Y tu diste la respuesta que yo no quería escuchar.

Tenías una novia.

Lo confirmé a la salida, cuando ella vino a buscarte. Tenía una sonrisa espléndida y era muy bonita. A todos, incluyéndome, nos pareció una buena chica. Pero eso no lo hizo más soportable.

Fingí una enorme sonrisa y me molesté hasta en sonar emocionada por ustedes. Pero lo cierto es que, se me rompió el corazón.

Desde ese momento, comencé a sonreír mucho. Tenía que verlos juntos, después de todo, y una sonrisa era fácilmente donde podía esconderme y la única manera que encontré para protegerme. Me defendía de mi realidad con ella y, claramente, no estaba bien.

Pero para mi ya era demasiado tarde, si es que alguna vez estuve a tiempo siquiera.

Mis sentimientos se quedarían sin existir mientras yo fuera la única al tanto de ellos, en el fondo de mi, guardados aún más celosamente que antes.

Todas esas palabras que tenía para decirte no te llegarían jamás.

No más oportunidades.

Y conforme los días pasaban, me decía que estaba bien. Solo iba a esperar que pasara. No volvería a mirarte, ni tener un pensamiento romántico sobre ti. No te querría ni me pondría ansiosa por encontrarte. Entendí que yo, que tanto te buscaba en las multitudes, verdaderamente era una tonta. Yo sabía que de todas formas no podía ser, entonces por qué, ¿por qué seguía sonriendo por ti? ¿Por qué seguía buscando excusas y creándome ilusiones para continuar con mis sentimientos?

Diario de un amor no correspondido: Las palabras que nunca dije.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora