Uno.

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Gracias, Kiyoshi.

#1

El chico del café literario.

Hace un tiempo que había comenzado a asistir a ese lugar; un año para ser exactos. Le agradaba el ambiente tan cómodo, cálido e intrigante del lugar. Intrigante en el sentido de que algunos días aquel sitio parecía muy pequeño y otros era muy extenso. Entró allí por simple curiosidad y se quedó al encontrarse reconfortado. Era un buen espacio para escapar de la realidad que se desataba afuera.

Como cada semana, tomó asiento en uno de los sofás individuales que había entre una estantería y otra, sacó de su mochila un par de libros, un cuaderno con apuntes y hojas en blanco para empezar a escribir el trabajo de dos páginas que le habían dejado para la clase de Historia. Todo porque la mayoría (excluyendose) desaprobó el último examen escrito y rogaron por una última oportunidad para salvar el semestre.

Suspiró con fastidio al recordarlo. No era justo, él había pasado el examen sin problemas ¿por qué debía entregar el trabajo también? Decidió dejarlo pasar, simplemente no podía hacer más que eso. Se vengaría pronto, estaba seguro.

Un Café Literario. De eso se trataba ese lugar, estanterías repletas de libros de todos los géneros, tamaños y colores, café caliente y de buen sabor junto a cómodos sillones para disfrutar a pleno de la lectura. Quedaba de camino a la escuela por lo que varios de los estudiantes entraban a tomar algo o a realizar sus tareas con tranquilidad, en soledad o con amigos. A Mayuzumi le parecía genial, uno de sus lugares favoritos.

Tan cómodo y acogedor se sentía que acabó durmiendose en aquel mullido sofá sin tocar los libros ni los apuntes. Soñó que estaba en un bosque muy hermoso, rodeado de árboles, flores y toda la naturaleza más bonita que haya visto jamás; se encontraba leyendo un libro cuando de repente alguien llegó corriendo hasta él y le quitó el libro comenzando a correr. Extrañado, Mayuzumi le siguió y, de repente, despertó. Todo estaba oscuro, la poca luz que vislumbraba provenía de la calle. Maldijo en voz baja observando su móvil, ya era tarde, estaban cerrando el lugar.

¿Es que había dormido tanto?

Guardó sus cosas a toda prisa en la mochila, caminó entre las estanterías hasta la puerta principal y se detuvo. Oyó ruidos y supuso que aún seguía alguien ahí. Suspiró, pensaba que si abría la puerta en ese instante aquella persona lo escucharía y, en el peor de los casos, lo acusaria de ladrón y blah blah.

Decidió quedarse ahí quietecito esperando a que esa persona abriera la puerta y él pudiera escabullirse por detrás aprovechando su falta de presencia para no ser visto.

—Bueno, creo que eso es todo. —oyó decir a la persona mientras caminaba en su dirección.

La persona resultó ser un chico rubio.

Un chico rubio que conocía y recordaba muy bien, o al menos, aquellos ojos color miel que portaba.

—¡NO PUEDE SER! —gritó el chico rubio tambaleandose hacia atrás con expresión asustada.

Mayuzumi reaccionó e intentó acercarse, pero el chico retrocedió. Suspiró. ¿Acaso creía que era un fantasma o algo así?

—Oye, tranquilo. —le dijo alzando ambas manos en señal de paz, de que no le haría daño alguno —No soy ningún espíritu del mal. Sólo me quedé dormido y esperaba que no te percataras mientras salía detrás de ti.

Todo eso lo dijo con su expresión aburrida y voz ronca ya que acababa de despertar. El chico rubio asintió lentamente procesando las palabras dichas por el peliplata antes de indicarle con la mirada que salieran.

ɢʀᴀᴄɪᴀꜱ, ᴋɪʏᴏꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora