Siete.

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Gracias, Kiyoshi.

#7
Sólo hace falta impulso.

Luego de asegurarse de que Miyaji haya cenado correctamente y de haber lavado los platos tras una pequeña discusión con el rubio sobre que no era necesario, Mayuzumi estaba dispuesto a irse a su casa. Al día siguiente tenía clases y debía ir a dormir, pues eran exactamente las diez de la noche.

—Mayuzumi, es tarde ya. No es seguro andar por ahí a estas horas. —la voz de Miyaji lo detuvo en su acción de recoger sus cosas.

—Tal vez. Pero ¿qué más puedo hacer? —se encogió de hombros.

—Quédate aquí esta noche.

El ojigris volteó a ver al mayor con sorpresa y un leve sonrojo en sus mejillas. Su corazón había dado un salto tan fuerte que hasta llegó a dolerle un poco. Miyaji Kiyoshi era una de las personas más inoportunas e inesperadas que había conocido jamás.

—N..no... Claro que no, ya te molesté lo suficiente. Sería demasiado. —se puso la chaqueta del uniforme rápidamente y tomó su mochila, listo para irse de una vez.

El rubio se apresuró a tomarlo de la muñeca, deteniendolo en su pequeña carrera a la puerta. Una corriente eléctrica subió por su columna producto de ese contacto y se sintió estúpido por alterarse tanto.

—Es lo mínimo que puedo hacer después del tiempo que te tomaste para cuidar de mí. —le oyó decir a sus espaldas en un murmullo —Por mí, está bien. No me molestas para nada en absoluto, Mayuzumi.

El peliplata suspiró antes de morder su labio inferior. ¿Cómo esperaba negarse si se lo decía con ese tono de voz? Las ganas de girarse, besarlo y salir corriendo aumentaban conforme los segundos en silencio pasaban. Se sentía nervioso, un tanto avergonzado con lo que había ocurrido hace tan sólo una hora y abrumado por el mar de sensaciones que lo embargaban.

Miyaji bajó su mano de la muñeca del menor hasta posarla en la contraria y tirar de ella, obligandolo a voltear. El rostro de Mayuzumi lucía neutro pero sus mejillas delataban lo idiotizado que se sentía por dentro.

—¿Qué dices?

—Miyaji... en verdad, no quiero molestarte con algo así. Además, mi madre... —desviaba la mirada de tanto en tanto al verse incapaz de mantenerla en aquellos preciosos ojos miel.

—Llamala. Estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo en que no es bueno salir solo de noche. —esbozó una pequeña sonrisa, sin soltar la mano de Chihiro aún.

—B..bueno, es cierto.

¿Qué debía hacer?

Una parte de él quería quedarse, por supuesto. Pero la otra estaba en estado de alerta, insitandole a correr lejos de allí. Era como si su cerebro dijera no pero su corazón dijera sí. Jamás se cansaría de recalcar que lo peor de estar enamorado era que la mente y el corazón no se ponían de acuerdo a la hora de tomar una decisión.

En nada, para ser exactos y realistas.

Su teléfono comenzó a sonar sorprendiendolos a ambos. Soltaron sus manos de golpe y Mayuzumi contestó la llamada de su madre.

—...hola...sí, estaba a punto de... no, mamá... oye, escucha, Miyaji me dijo que podía quedarme aquí... —miró al rubio, resignado, y éste soltó una risita —...según él, no. Además, sé cómo ir a la escuela desde aquí... sí, lo haré... también te quiero. Se lo diré.

Colgó la llamada con un bufido. ¡Claro que su madre aceptaría que se quedara en la casa del chico que le gusta! Nunca le había hablado de Miyaji, pero su madre no era tonta. El rubio esperaba su respuesta final con expresión triunfante.

ɢʀᴀᴄɪᴀꜱ, ᴋɪʏᴏꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora