Tres.

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Gracias, Kiyoshi.

#3.
Jodidamente enamorado.

Saboreaba el gusto un tanto amargo de su café sintiendo su cuerpo un poco menos pesado. Afuera soplaba un viento propio del preludio a la tormenta. Intentó recordar si es que había oído en la televisión que aquel día llovería, pero nada se le venía a la mente.

Desvió su vista de la ventana para enfocarla en la figura frente a él. Tras haber recuperado más el sentido, comenzó a sentir nervios y sudor en sus manos al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. No es como si fuera algo malo, en absoluto. Sólo que nunca se imaginó a sí mismo en esa situación.

Estaba con Miyaji Kiyoshi. El chico que ocupaba sus pensamientos y le sacaba un par de suspiros desde hace semanas. El chico del Café Literario. En una cafetería totalmente diferente pero agradable. Solos. Uno frente al otro.

¿Cómo se le podía llamar a eso?

Una cita, quizás.

Pero Mayuzumi era realista. El chico de cabellera rubia y preciosos ojos color miel sólo quería ayudarlo. Aunque recordar que fue él quién le invitó un café en primer lugar le daba cierta esperanza. Y se estaba asustando un poco al pensar así.

—¿Ya te sientes mejor? —le preguntó Miyaji con su taza de café entre las manos.

—Sí, gracias.

No podía evitar ser tan distante. No quería pensar en él de esa manera. Tenía sus inseguridades al respecto y es que a su edad enamorarse era tan complicado. No quería pasar por eso otra vez, no estaba listo aún.

—¿Por qué tan exahusto? —le preguntó el mayor.

—Tareas, exámenes, ejercicios, Akashi explotandome por ser mi último año... —suspiró bebiendo lo último que quedaba de su café.

—Ya veo. Las preliminares comienzan dentro de poco, ¿no?

—Sí, en dos semanas.

—Genial. Tal vez nos veamos, iré a apoyar a mis antiguos kohais.

Mayuzumi asintió y ambos quedaron en silencio, sin saber qué más decir. Inevitablemente recordó aquel día del año anterior en que vio a Miyaji por primera vez y su corazón latió con fuerza al observar sus hermosos ojos miel; recordó que no dejó de mencionarlos en ningún momento, ni de pensar en ellos porque de verdad eran muy bonitos y atrayentes. Le encantaron, desde el primer momento en que los vio.

Desde entonces comenzó a sentirse raro con respecto a ese chico. Durante una semana no lograba sacar sus ojos ni su sonrisa ni su voz de la cabeza. Estuvo jodido desde entonces. Había caído, le gustaba. Sin embargo, no lo conocía y las posibilidades de que volvieran a verse eran casi inexistentes así que desistió de él y aquello tan extraño pero placentero que le provocaba en su interior.

Jamás se esperó encontrarlo otra vez. Mucho menos cuando creyó haberlo superado, pero esos ojos no se olvidan fácilmente.

Ahora los tenía justo en frente. Como muy en el fondo de su corazón deseó tenerlo. Y no sabía qué hacer o qué decir.

—Mayuzumi, ¿puedo preguntarte algo? —la voz del mayor interrumpió sus pensamientos.

—Eso creo.

Agradecía su increíble capacidad de poder mantener su rostro inexpresivo cuando en realidad estaba más que nervioso. Miyaji jugaba con sus manos sin mirarlo y eso le hizo pensar que, a lo mejor, estaba siendo duro con él.

—¿Por qué eres así de... huraño conmigo? —acabó diciendo al tiempo que alzaba su vista hacia él —Es decir, tal vez seas así con todos, pero ¿por qué siento que me evitas cada vez que intento hablarte? ¿Acaso no te caigo bien o algo así? Quisiera saberlo porque...

—Son muchas preguntas, ¿no crees? —lo interrumpió cerrando sus ojos un momento tras confirmar sus sospechas: había sido muy duro con él.

—Sí, pero en verdad quiero saberlo.

Mayuzumi se esforzó por suavizar sus facciones y su mirada antes de abrir sus ojos. No estaba acostumbrado a ser honesto con las personas a la hora de hablar sobre sus sentimientos. Nadie nunca le había preguntado por ellos. Técnicamente, Miyaji tampoco lo estaba haciendo pero se veía en la necesidad de decirle un poco más que una respuesta directa.

—No es personal, yo soy así. Me cuesta conocer gente nueva y la mayoría siempre desiste de querer acercarse a mí luego de intercambiar unas cuántas palabras. —de removió un poco en su asiento admirando la forma en que aquellos ojos color miel lo observaban con atención
—Tú lo sabes. Soy muy cortante e indiferente. Nunca nadie, además de Akashi y mis otros amigos, había sido tan insistente por querer acercarse a mí en mucho tiempo. Y no estoy acostumbrado.

Miyaji asintió sin despegar sus ojos de él.

—Entonces, ¿yo te agrado?

El ojigris se mordió el interior de sus mejillas mientras que hacía un asentimiento con la cabeza.

—¡Vaya! Siempre creí que eras demasiado tímido y reservado. Bueno, lo último sí lo eres. —le dedicó una sonrisa mostrando sus blancos dientes y una pequeñísima parte de sus encías. Le encantó —Me alegra saber que no te desagrado, Mayuzumi.

De lo embelezado que estaba por aquella sonrisa sólo pudo responder con un ligero asentimiento.

—Así que... ¿podremos hablar más seguido a partir de ahora? En verdad me gustaría conocerte mejor.

Llegados a este punto, Mayuzumi estaba al borde del colapso. ¿Cómo un chico podía esbozar sonrisas tan hermosas y provocarle una explosión de emociones en su interior con tan sólo mirarlo? Estaba muy, muy pero muy jodido.

Jodidamente enamorado.

—S..sí, claro. —respondió en voz baja.

—¡Excelente!

Luego de eso hablaron un poco más sobre el día de cada uno y al cabo de una hora, Mayuzumi recibió una llamada de su madre preguntando en dónde estaba y que pasaría a buscarlo en el auto ya que había empezado a llover. Honestamente, ninguno de los dos se había percatado del momento en que la lluvia se desató afuera del local, pero es que se encontraban tan a gusto. Finalmente, Miyaji pagó el café de ambos y lo acompañó a la salida donde la madre del ojigris lo esperaba.

—Gracias por invitarme. —se obligó a decir Chihiro —Me siento mucho mejor ahora.

—No ha sido nada. Espero que podamos volver a tomar un café juntos. —le sonrió Miyaji colocándose la capucha de su chaqueta.

—La próxima vez te invitaré yo.

Miyaji rió entre dientes antes de soltar un suspiro y dedicarle una mirada un tanto tímida.

—¿Sabes? Tienes unos ojos muy bonitos. —le dijo en un murmullo antes de despedirse y alejarse corriendo bajo la lluvia.

Mayuzumi Chihiro se quedó de piedra en su lugar con el corazón a mil por hora, el rostro sonrojado y sus sentimientos a flor de piel. Inevitablemente su mente comenzó a divagar siendo despertado de su ensoñación por el bocinazo del coche de su madre. Sacudió su cabeza y corrió hasta la calle donde se adentró en el vehículo para luego de su saludar a su madre, sonreír tenuemente pensando una y otra vez en aquellas palabras.

ɢʀᴀᴄɪᴀꜱ, ᴋɪʏᴏꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora