Se sintió desesperada. Apoyó los codos en las rodillas y apoyó la cabeza entre las manos.
-Creo que ahora estás un poco asustada. Vamos a esperar unos días, a ver qué tal resulta todo.
Ella levantó la cabeza y lo miró.
Él sonrió.
-¿Qué pasa, que quieres echarme hoy? ¿Quieres que ya duerma en la playa?
-Estoy segura de que tienes amigos o familia con los que puedes quedarte.
Él se quedó mirándola con aquellos marrones. ____ sabía que el silencio era un arma para negociar, mediante la cual se conseguía que el adversario acabara soltando una respuesta afirmativa, y ella sentía que estaba a punto de sucumbir, quizá porque Justin era tan desconcertantemente guapo y estaba tan... desnudo. Y parecía que veía más de lo que ella quería revelar.
-¿Acabas de llegar a la ciudad? -le preguntó amablemente.
-Sí. Acabo de llegar de Londres.
-Y estarás muy cansada. Pareces derrotada. ¿Por qué no te quitas ese traje y descansas un poco? Cuando te sientas mejor, podemos hablar de esto con más calma.
____ reprimió el impulso de decirle que ya habían hablado del aquello. Ella se quedaba y él se iba. Ya le había dado una pista de que iba en serio, pero no quería decírselo con demasiada aspereza. Él no tenía la culpa de que Natty los hubiera puesto en aquella situación.
-Ven conmigo y te enseñaré tu habitación - dijo, y la tomó por el codo. Normalmente, a ella no le gustaban los hombres que pensaban que podían tocarla cuando acababa de conocerlos, pero él era diferente, amistoso, agradable y con ganas de ayudarla, sin presionarla. Y la soltó en cuanto ella se hubo levantado.
Lo siguió hasta un pequeño pasillo que conducía a dos habitaciones y un baño; todavía sentía el calor de sus dedos en el codo.
-Yo me cambiaré a esta otra habitación -le dijo Justin, señalándole la de invitados. ¿Qué había sido del cuarto ordenado y agradable en el que se. había quedado cuando había estado allí con Natty? Estaba llena de botellas de oxígeno, trajes de neopreno, aletas...
¿Cómo era posible que alguien encontrara la cama, y mucho menos pudiera dormir allí? Y lo peor de todo era que le faltaba la mitad de la pared. A través del borde del muro veía la otra habitación y la cama donde debía de estar durmiendo Justin.
-¡No hay pared! -exclamó ella, volviéndose a mirarlo.
-La madera se pudrió por la humedad, así que tuve que tirarla.
-Y cómo vamos a...? Quiero decir... no podemos dormir así
-Te prometo que no ronco -dijo él, le leyó los pensamientos-. Pondremos después una sábana, si quieres. Y relájate, no te molestaré. Nada de sonambulismo, ni de ninguna otra cosa-pero supo a lo que él se refería con aquel «de ninguna otra cosa», y se sintió vagamente ofendida porque lo hubiera dicho tan rápidamente. Ella era razonablemente atractiva, pero él la había desestimado exactamente igual que el chico de la tabla de surf que le había llamado «señora». Llevaba moño porque era cómodo y además dejaba ver uno de sus mejores rasgos, el cuello.
-Con la sábana vale por esta noche -dijo con firmeza, intentando no hacer caso a aquella ofensa a su feminidad-. Y mañana puedes buscar otro sitio donde mudarte.
-Mira tu habitación -respondió él, ofreciéndole una mano para que saltara un tablón que había en el camino. Ella no la tomó. Podía entrar en su habitación por sus propios medios. En su cuarto había más cosas de Justin, cosas personales en desorden, bañadores por el suelo, camisetas en una esquina, una guitarra y un banco de ejercicios. Realmente, se había instalado por completo en las tres semanas que llevaba allí.
-Las sábanas están limpias, las cambié ayer, pero si quieres volveré a hacerlo ahora.
-No, estoy segura de que están bien.
-Es un buen colchón. Pruébalo -dijo él, y se acercó.
-No es necesaria ninguna demostración, gracias -de ninguna manera iba a dejar que la tumbara en la cama ni se iba a quedar mirando a Justin, medio desnudo.
Él se agachó a su lado y tomó una camiseta. Flexionó los músculos de los muslos y los de las nalgas. Guau. Era posible que Justin pareciera perezoso, pero no había nada de perezoso en su cuerpo. No tenía ni un gramo de grasa en las piernas, ni en los brazos ni en la espalda, y tenía los músculos del abdomen muy marcados, gracias, sin duda, al banco de ejercicios. La imagen pasajera de Justin levantando pesas hizo que a ____ le temblaran las piernas.
Justin se incorporó. Ella apartó la mirada, pero era demasiado tarde. Él la sorprendió mirando y sonrió.
-Me llevaré mis cosas después, para que puedas dormir ahora. Quítate la ropa, descansarás mejor.
-Estoy perfectamente, gracias -respondió ella.
Parecía que él mismo la estaba desnudando con los ojos, así que cruzó los brazos sobre el pecho.
«Me has pillado», concedió él con la mirada, alegremente.
Aquella mirada penetrante la resarció por su comentario anterior. Podía ser superficial por su parte, pero como mujer, se sintió mejor.
-¿Qué te parece que te haga un batido de plátano? -le preguntó él-. Necesitas potasio. Volar baja mucho el nivel de sales.
-Gracias, no es necesario. Estoy bien. Sólo necesito dormir.
-Entonces, cuando te levantes –Justin se marchó de la habitación, ocupando todo el hueco de la puerta mientras salía. ___ se dio cuenta de que él se había librado del desahucio porque ella no había dicho nada. Tendría que rectificar aquello más tarde, amable, pero firmemente. El agotamiento y la atracción súbita que había sentido por él habían debilitado su determinación habitual. Se echaría una buena siesta y atacaría de nuevo más tarde.
Se aseguró de que la puerta estuviera cerrada, se quitó la chaqueta, la falda y la blusa, y el sujetador por debajo de la combinación, que iba a usar como camisón.
Después se quitó los zapatos y las medias, las dobló cuidadosamente y las puso sobre la cómoda. Se echó en la cama y cerró los ojos. Era tan delicioso tumbarse... Todo sería mucho mejor después de una buena siesta.
El olor a coco de Justin le llegó a la nariz desde la almohada... agradable, aunque demasiado íntimo. Le recordaba tanto a él, que casi no podía dormir.
Estaba a punto de conseguirlo cuando oyó golpes y ruidos en la cocina. Después, el horrible sonido de la batidora. No había duda de que Justin estaba haciéndose un batido.
Después de eso, alguien llamó a la puerta. ____ oyó la risita de un niño, los ladridos de un perro y los arañazos de las uñas en la madera del suelo. Dios. Su nueva casa era demasiado pequeña para dos personas, especialmente si una era tan ruidosa, popular y, tenía que admitirlo, tan atractiva como Justin Bieber. Demasiado como para disfrutar de la tranquilidad. Demasiado como para dormir.
Lo mejor sería que Justin encontrara otro lugar en el que quedarse, o ella misma lo encontraría por él.
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Un Extraño en Casa
General FictionEs muy peligroso encapricharse de tu compañero de casa... ____ Adams odiaba la playa, por eso cuando se vio obligada a mudarse a una casa junto al mar, pensó que las cosas no podían empeorar. Pero claro que podían. La casa no estaba vacía, en reali...