- Q u i n c e -

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____ luchó contra el desánimo. ¿Debería haberse retirado a la primera? No. La clave estaba en la persistencia, le había dicho Natty en su última charla en Londres. Una persistencia sutil.
Ella había sido sutil, ¿no? Pero lo del eslogan había sido un poco exagerado. Oh, demonios. Escribió el resultado de la llamada en el ordenador y continuó con el siguiente nombre de la lista.
Kids' World. Un negocio creciente de ropa infantil. Propietaria: Rachel Hardy. Unos cuarenta años y dos hijos. Lista para la expansión de la empresa. Sugerir reuniones con los empleados para diseñar objetivos y valores comunes.

____ respiró hondo, cerró los ojos, visualizó una conversación con buenos resultados y marcó. Casi no había empezado a hablar cuando Racher Hardy la cortó para decirle que estaba a punto de vender la tienda. Muy bien, no había problema. ____ anotó que debía llamar al nuevo propietario en un mes.
Después llamó a un bufete de abogados, a una academia de artes marciales, a una tienda de electrodomésticos, a una reprografía y a un centro de estética. Ningún resultado. Dos teléfonos desconectados.
Dos intentos más y terminaría con la lista de Natty. A _____ se le encogió el corazón. Lo siguiente sería llamar a sus clientes anteriores, ver si necesitaban más ayuda o si podían remitirla a otras empresas. Después, tendría que empezar a hacer llamadas en frío. Sintió una punzada de angustia y desesperanza, y se dio cuenta de que se estaba mordiendo el labio otra vez.
Se obligó a sonreír, porque la sonrisa se notaba en la voz, e hizo las dos últimas llamadas. Un «quizá» y un «fuera de la ciudad durante dos semanas». Muy bien. Era un comienzo. Colgó el teléfono y se dio cuenta de que estaba sudando de la ansiedad. Y sólo llevaba una hora llamando.
Justin debía de estar a punto de volver, y los dos irían a sacar sus cosas del guardamuebles. Mientras, limpiaría la cocina. Encontró varios productos de limpieza bajo el fregadero.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, cuando Justin volvió, sudoroso y con la cara enrojecida, ella estaba encerando la mesa de madera.
-¿Qué demonios ha ocurrido? -preguntó él, observando la cocina, perplejo.
Ella siguió su mirada. Las superficies brillaban.
-He limpiado un poco.
-Huele a hospital.
-Es el cloro del limpiador que he puesto en la ventana -también había tenido tiempo de ordenar el contenido de los armarios y de hacerse un espacio en el salón para su oficina provisional.
-¿Un poco? Creía que esos armarios blancos antes eran azules.
-¿Podríamos ir por la furgoneta ahora?
-Por supuesto. Vamos antes de que pongas las especias por orden alfabético.
Ella miró la hora.
-Me gustaría volver antes de las dos para hacer más llamadas.
-Como quieras -dijo Justin, bastante aturdido por las mejoras.
____ tomó un cuaderno y un bolígrafo para poder escribir unas notas para un folleto promocional, en el cual quería incluir algunas frases de sus clientes anteriores. Cuando volvieran a casa, empezaría con aquellas llamadas. Por fin estaba siendo eficiente.
Hasta que se puso en las despreocupadas manos de Justin. Él fue muy cooperativo, como siempre. Fuerte como un buey, levantaba las cajas y los muebles y los metía en la furgoneta sin ningún problema, pero a un ritmo más que tranquilo.
Ella reprimió su tendencia natural a dar órdenes que ahorraban tiempo y lo intentó con sugerencias amables. Finalmente, terminaron, pero _____ tenía los nervios a flor de piel y el labio destrozado. Entonces cometió el error de comentar que necesitaba material de oficina y Justin insistió en llevarla a una papelería, donde él charló con la guapa dependienta mientras _____ compraba folios, carpetas y otras cosas.
Después, él quiso parar a comer, porque ella tendría que comer en algún momento, ¿no?, en su puesto de falafel favorito, donde ayudó a un chico que quería información sobre los mejores lugares para hacer surf.
Después, hizo un largo camino a casa, para enseñarle la mejor tienda de Playa Linda, un restaurante de marisco, el videoclub más grande, un bar con buena música en directo y otro con una cerveza increíblemente barata.
Parecía que él quería ayudarla a que se sintiera en casa, pero cada momento que pasaba, la tensión le atenazaba más y más el estómago. La furgoneta daba muchos botes y era difícil escribir, pero se las arregló para hacer unas cuantas anotaciones temblorosas.
Cuando, por fin, metieron la última caja en la casa, eran las cuatro y media. Tendría tiempo para hacer dos llamadas más. Fue directamente al teléfono.
-Ven conmigo a devolverle la furgoneta a Brice -le dijo Justin-. Tiene un jardín estupendo. Podemos tomar algo con él y charlar.
-Tengo que hacer unas llamadas -respondió ella.
-Vamos. La jornada laboral ha terminado.
-Todavía no -dijo ella, sombría-. Quedan veintiséis minutos -nunca conseguiría dormir aquella noche si no lograba algo. Sin pararse a reunir coraje, llamó a Wendy's Cookies... y respondió el contestador. Wendy se había ido a pasar el día fuera. Dejó un mensaje, colgó, y al volverse vio a Justin a su lado, tendiéndole una cerveza.
-Bebe. Te quitará un poco la tensión de la voz.
-¿Tengo un tono tenso? -preguntó, oyéndolo ella misma-.
-Tono tenso y brillo en los ojos... No suena demasiado bien -tomó la cerveza y le dio un buen trago.
-Creo que la idea es atraer contratos, no repelerlos.
_____ reprimió el impulso de mandarle callar, y le dijo:
-¿Qué te parece si tú te dedicas a la reforma, y yo a dirigir mi empresa?
-¡Oh! -exclamó él, fingiendo indignación. Después sonrió y la dejó allí con la cerveza, mientras ella observaba sus músculos contraerse y relajarse al andar. Se tomó un trago bien largo de cerveza. ¿Qué demonios le pasaba?
Cuando él volvió con una de sus tablas de surf, _____ todavía seguía en la misma posición. -Hay unas olas estupendas. ¿Te gustaría venir? Podría enseñarte.
-No, gracias -dijo ella-. Tengo que organizar la oficina.
-Lecciones gratis para una compañera de piso especial...
-Gracias, pero no -el día que ella aprendiera surf con Justun, los burros volarían.
-Bueno, otra vez será -dijo él, y se bajó a la playa, con la tabla bajo el brazo, como si fuera un anuncio publicitario del sol y la diversión en California.
_____ tomó otro trago y se volvió hacia el teléfono, pero eran las cinco y cinco. Aquel día no haría más llamadas. Quería echarle la culpa a Justin, pero él simplemente estaba siendo Justin. Ella se había puesto voluntariamente en sus manos, en las cuales el tiempo transcurría de otro modo. Se dio cuenta de que además de que ella no hubiera adelantado demasiado, Justin no había hecho absolutamente nada en la casa, ni había llamado a ningún sitio para mudarse.
Intentó pensar en cosas relajantes, en el océano, en que el tiempo no importaba, y en que las cosas saldrían bien. Pero ella no era Justin, y para ella nada funcionaba de aquella manera.

Un Extraño en CasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora