Capítulo 3

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Al oír mi nombre, no puedo evitar sentirme aterrada. Intercambio miradas con Amalia pero ella está igual o más confundida que yo. Desesperada, me dirijo hacia la puerta del taxi el cuál aún sigue en movimiento, e intento abrirla pero tiene puesto el seguro así que es inútil. El hombre me mira con confusión.

-No me sorprende que no me recuerdes- dice y una sonrisa se dibuja en su rostro.

-¿Quién es usted?- pregunto confusa con la voz más serena que puedo formar.

-Fui alumno de tu abuelo y soy un viejo amigo de tu madre. Me llamo Santiago, te conocí cuando apenas eras una bebé. -Explica mientras observa el camino.

¿Mi abuelo?

Sí sabía que mi abuelo había sido maestro pero no pensé que aún lo recordara alguno de sus alumnos. Tiene casi 10 años que falleció y ni si quiera tenía idea de que me conocieran a mí. Ya más relajada pero sin bajar la guardia, decido dejar el tema y le pregunto algo que me parece más inquietante.

-Podría decirme ¿por qué ha tomado otra ruta? Estoy segura de que éste no es el camino para el Night Club- le digo confundida.

-La otra ruta está cerrada, están componiendo las calles, además es mucho más rápido por aquí.- Me explica, mientras dobla en una esquina. A lo lejos logro visualizar nuestro destino, y a un montón de adolescentes queriendo entrar. El taxista se estaciona junto a la acera.

-Fue un placer volverte a ver, Alba Müller- dice Santiago mientras le quita los seguros a las puertas. -Dale mis saludos a tu madre.

-¿Cuánto va a ser?- pregunta Amalia antes de bajar.

-No será nada- dice mientras asiente hacia mí y me regala una sonrisa dulce.

-Menos mal, después del susto que nos dio.- Comenta Amalia cuando ya hemos bajado y el taxi de Santiago está lo suficientemente lejos.

Con una sonrisa, ella me toma del antebrazo y juntas caminamos hacia la entrada del Night Club donde Edwin nos está esperando. Al llegar a él, Amalia me suelta y lo abraza, dándole un beso fugaz sobre los labios. Después, los tres entramos al club; donde apenas la puerta se abre, la música comienza a retumbar sobre nuestros oídos mientras cientos de voces se alzan por encima de ella. Las luces de colores parpadeantes, son las que me permiten observar como los cuerpos se mueven al ritmo de la música en toda la pista.

-Ven, vamos por un trago- me dice Amalia casi gritando para que yo la escuche. Sin esperarse a mi respuesta, ella vuelve a tomar mi brazo y ambas vamos hasta la barra donde un joven mesero prepara las bebidas.

-¿Qué es lo que quieres?- me pregunta en el oído al llegar. Yo niego con la cabeza para informarle que no quiero nada, sin embargo ella me ignora y pide dos martinis.

Clásico de ella.

El mesero asiente a la petición de mi amiga y vierte el líquido sobre dos copas de vidrio, las cuáles nos entrega con una sonrisa. Amalia las recibe y me entrega una. Sin otra opción, se la acepto y bebo el líquido que hay dentro hasta no dejar nada. Mi amiga me mira con una sonrisa mientras hace señales en el aire para captar la atención de Edwin. Segundos más tarde él llega y con una reverencia, nos invita a las dos a bailar. Amalia acepta de inmediato pero yo lo dudo un poco.

-Anda, vamos, que no te va pasar nada si bailamos los tres- dice ella en voz alta sonriendo.

Tras meditarlo unos segundos más, acepto su invitación con una sonrisa y los tres caminamos hasta la pista de baile. Y justo como si el DJ estuviera al tanto de nuestra llegada, en el lugar empieza a sonar una canción más movida, con la que Edwin, Amalia y yo nos unimos a los demás. Sin embargo, al cabo de tres canciones completas, me siento agotada y decido tomar un breve descanso, dejando sola a la pareja. Con lentitud, camino hacia la barra, y tomo asiento en uno de los bancos disponibles junto a un grupo de universitarios que ríen a carcajadas. Los ignoro y centro mi atención en la pista, observando como baila Amalia con Edwin. Ella luce espectacular y se ve realmente feliz riéndose con el chico que le gusta.

PROYECTO 92209Donde viven las historias. Descúbrelo ahora