Capítulo 20

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Una hora... un minuto... un segundo...

El tiempo se volvió algo que no he visto pasar mientras mi agonía y el sentimiento atrapado en mi pecho salen de mí a través de lágrimas que se escurren sobre mis mejillas y que amenazan con no parar.

Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.

Son las palabras que me repito a mí misma para calmarme y poder ordenar mis ideas con claridad. Cuando me siento más tranquila, por primera vez me percato que no he estado en éste lugar antes, pero que vagamente me resulta familiar. Sin poder evitarlo, comienzo analizarlo y entonces noto que en un escondido pasillo al fondo, hay una puerta de metal. Guiada por la curiosidad, me pongo de pie y me dirijo hasta el. Al encontrarme más cerca, logro ver que a un costado de la inmensa puerta, hay un detector de huellas y debajo de éste, un teclado electrónico.

¿Para qué querrán tanta seguridad?

Pero no tengo tiempo de plantearme las posibles respuestas ya que el ruido de un cerrojo abriéndose, me pone alerta. Rápidamente regreso sobre mis pasos y me escondo detrás de una pared en el preciso momento en el que escucho el sonido metálico de la puerta al abrirse.

-Realmente detesto estar en ésta estúpida prisión. Todos gritan y suplican -oigo decir a alguien.

-Lo sé, como esa chica castaña que trajeron hace varias semanas suplicando por más comida -le contesta entre risas otra voz.

De nuevo la curiosidad puede conmigo y con cautela, me arriesgo a asomarme por el borde. Es entonces cuando veo que se trata de dos hombres altos, uno es rubio y otro castaño y ambos portan uniformes formales. Ellos continúan con su conversación pero no puedo escuchar más ya que sus voces se pierden mientras se alejan por el pasillo en dirección opuesta a la mía. Una vez segura de que se han ido, vuelvo a acercarme a esa puerta, que de cierta forma, me tiene intrigada. Una parte de mí dice que algo importante se encuentra dentro y debo averiguar que es, pero otra me pide que de la vuelta y corra sin parar hasta hallar a alguien que conozca. Sin embargo, antes de que pueda incluso tomar una decisión, escucho que alguien grita mi nombre y por un segundo me asusto. Pero cuando volteo hacia el pasillo de donde provino la voz, la tranquilidad regresa a mí al ver a lo lejos una silueta que entre más se acerca, más conocida me parece.

-Alba ¿estás bien?- me pregunta Henry cuando llega a mí.

Su voz entrecortada y su respiración acelerada supongo que se deben a la carrera que debió hacer. Escucho pasos que vienen tras él y logro reconocer la melena de mi pequeña amiga pelirroja.

-Alba ¿cómo has llegado aquí?- me cuestiona, de igual manera, con dificultad al hablar y observando su alrededor.

-Yo..bueno...necesitaba pensar -respondo desviando la mirada hacia el suelo.

Una lágrima de escapa de mi ojo derecho sin siquiera poder evitarlo. Y ni siquiera soy consiente del momento en el que Henry decide acortar la distancia entre nosotros, hasta que siento como sus brazos grandes y musculosos rodean mi cintura y espalda en un abrazo. Después, con delicadeza comienza a acariciar mi cabello haciendo que mi cabeza se recueste sobre su pecho y pueda escuchar los latidos de su corazón; los cuáles me resultan relajantes y hacen que me tranquilice. Él lo nota y entonces se separa un poco de mí, aunque no lo suficiente, pues uno de sus brazos aún rodea mi cintura. Con su otra mano, toma mi barbilla y con lentitud la sube hasta que nuestras miradas se conectan. Al instante, sus ojos verdes me hipnotizan y comienzo a perderme en ellos hasta que escucho el carraspeo de Anggie.

-Lamento interrumpir este empalagoso momento pero antes de que comience a vomitar arcoiris, ¿podríamos irnos de aquí?- pregunta mirándonos con algo de repulsión. -Es lugar prohibido Henry -agrega mirándolo.

PROYECTO 92209Donde viven las historias. Descúbrelo ahora