Capítulo 4

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Los cuerpos chocan a mi alrededor tratando de huir hacia la salida. Intento seguirlos a donde creo que estaré mejor, pero con tanta gente no sé donde se encuentra Amalia o Edwin. En medio de mi confusión, siento como una mano me agarra del antebrazo y me jala hacia su dirección. A pesar de la oscuridad logro reconocer de quién se trata.

-¿Qué está sucediendo?- pregunto asustada.

-No lo sé, tan solo alcance a ver como unos hombres con pasamontañas entraron y dispararon al aire. Lo primero que pensé fue venir a buscarte, hay que salir de aquí- dice Rayan agitado.

-No, tengo que encontrar a Amalia y a Edwin, no sé donde están- respondo soltándome de su agarre.

-Alba, ¿dónde estás?- Escucho preguntar a la voz de Amalia por encima de todos los gritos de pánico.

-¡Aquí!- Le respondo, para luego guiarme por el sonido de su voz hasta donde creo que está, encontrándola a unos pasos de la puerta y de la multitud de adolescentes que tratan de huir por ella.

-¡Tenemos que salir ya!- Exclama mi amiga cuando puede verme acercarme.

Y antes de que siquiera pueda decir algo, ella me toma de la mano y junto con Edwin salimos del Nigth Club. Volteo hacia atrás para localizar a Rayan y con señas hacer que nos siga, pero lo encuentro a unos centímetros detrás de mí, ya siguiéndonos los pasos. Una vez afuera, de prisa atravesamos la carretera hasta llegar a la esquina de enfrente, donde se supone que la madre de Edwin nos estaría esperando.

-¿Dónde estacionó tu madre su auto?- Le pregunta Amalia con voz temblorosa, al percatarse de que afuera no hay ningún auto aguardando por nosotros.

Edwin ya consiente de eso, saca su móvil y marca repetidas veces el que creo que es el número de su madre, pero aún con la insistencia está no contesta. Y así pasan alrededor de quince minutos más en los que los asistentes huyen en sus autos despavoridos, dejando al club más que solitario. Echo un vistazo a nuestro alrededor sólo para confirmar que en varios metros a la redonda, somos los únicos cerca de este lugar. Las casas y locales alrededor parecen haberse quedado en período de invernación.

-¡Rápido, suban la mercancía!- Exclama una voz masculina en medio de la oscuridad, rompiendo el silencio. Gracias a la poca luz de luna, puedo saber que se trata de un hombre corpulento que sale por la entrada del Nigth Club con bolsas llenas paquetes de algo que no logro reconocer.

-Cocaína- dice Edwin nervioso, con sus ojos clavados en las mochilas que meten aquellos hombres en una camioneta negra blindada. Ante su aportación, un escalofrío recorre por mi cuerpo.

Estamos siendo testigos de un saqueo de cocaína.

-Vámonos de aquí, por favor.- Chilla Amalia en voz baja.

Los cuatro asentimos y nos dirigimos a unos contenedores de basura cerca de ahí para escabullirnos, en lo que esperamos que la mamá de Edwin aparezca. Ya escondidos, empezamos a escuchar unos ruidos de forcejeo. Curiosa, me asomo por la orilla del contenedor y logro ver como el mismo hombre grande y corpulento arrastra al mesero que nos atendió hace un rato.

-El jefe te advirtió las consecuencias de todo esto Joshua.- Habla el hombre, mientras golpea al mesero repetidas veces en la cara y lo avienta con brusquedad hacia el pavimento.

En el instante en el que al fin puedo ver su rostro, ahogo un grito al observar como ha quedado deformada por los golpes. Como acto seguido, su atacante saca un arma de su pantalón y sin piedad le apunta a su frente para después disparar. Automáticamente mis latidos se aceleran y mi mente se queda en una especie de shock al ver como la sangre de color carmesí baña el pavimento. Concentrada en lo que acabo de ver, ni siquiera me percato de que Amalia también ha visto todo, hasta que al escuchar el disparo ella camina hacia atrás y tropieza cayendo encima de los contenedores. En ese momento el hombre de antes posa su vista sobre nosotros.

PROYECTO 92209Donde viven las historias. Descúbrelo ahora