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Hipo se asomó por encima de la roca, el niño parecía uno o dos años mayor que él, se encontraba arrojando piedras a la laguna mientras daba vueltas por el lugar y nuevamente se agachaba a recoger más piedras y las arrojaba.

Hipo no sabía si acercarse o regresar a su casa, la cala era su lugar favorito para alejarse de todos los problemas de su aldea y de su padre.

Nunca fue bueno relacionándose con los demás niños de la aldea, Bocón tuvo que salvarlo de múltiples peleas que comenzaban sin razón. Los niños corrían a sus padres llorando asustados mientras lo señalaban. Pero, ¿Acaso no era él quien salía lastimado?

Era él quien regresaba a casa con sus ropas sucias y rotas, su piel raspada y con algunos moretones, su cabello sucio de lodo, sus ojos llorosos y rojos por la tierra que había entrado.

Si se acercaba, nadie aseguraba que el niño no lo golpearía y esta vez Bocón no estaba cerca.

Hipo se recostó en la piedra hundiendo su cara en sus rodillas y abrazando sus piernas suspirando. Optó por esperar a que el niño se marchara, en su cabeza trataba de recordar si lo había visto en alguna parte de la aldea.

Cabello negro, ojos verdes relucientes y piel tan pálida como la nieve, ropa oscura y una armadura simple de cuero

Un niño tan lindo, podría pertenecer a la familia Breiner.

Pero a quien realmente le importaba eso, justo cuando él quería estar solo y descansar este niño aparecía en su lugar favorito, tal vez debía tomar el valor suficiente y caminar hasta el viejo árbol donde solía jugar e ignorar su presencia.

Este  lugar él lo descubrió primero y no iba a permitir que la presencia de otro niño le impidiera disfrutar, si, eso haría. Pensaba Hipo levantó su rostro decidido a entrar a la cala cuando un fuerte golpe de agua lo sacó del trance y rápidamente se levantó y se volvió a asomar pero no pudo encontrar al niño en la laguna, solo pudo ver como las aguas se balanceaban.

Hipo salió de su escondite y corrió hasta el borde de la laguna.

— ¿Acaso se cayó?

Hipo se arrodilló y se inclinó agudizando su vista, no había señal alguna del niño, un fuerte agarre por la parte de atrás del cuello de su ropa lo levantó.

El niño lo sujetó con fuerza y lo inclinó hacia el lago mientras Hipo solo se sostenía de puntas de la orilla mirando aterrado.

— ¿Quién eres y que haces aquí?

Hipo colocó sus manos en el brazo contrario aferrándose como un gato asustado reteniendo las lágrimas, sus ojos se cerraron con fuerza evitando la filosa mirada del oponente que parecía cortar su alma.

—N-no...na-da yo...y-yo

— ¡No entiendo lo que dices, habla más claro!

— ¡Me perdí!—dijo con un pequeño grito

—Mientes—Dijo gruñendo

Hipo lo volvió a mirar y frunció su ceño — ¿Tú no puedes saber si estoy mintiendo?—El niño mayor lo miró con enojo—Te vi escondido detrás de las rocas, además, eres humano, todos los humanos son mentirosos.

— ¿Olvidas que también eres humano?

Hipo captó un rastro de confusión y miedo en la mirada del moreno, el niño lo sacó del lago y lo empujó a la tierra

—Ser humano es una maldición

Hipo se sacudió la ropa y se puso de pie, no sabía si salir corriendo o quedarse como una roca en su sitio. El niño se cruzó de brazos y comenzó a caminar en círculos y de vez en cuando le daba algunas miradas a Hipo.

El guardián dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora