—No logro conciliar el sueño —arrastro las palabras manteniendo la mirada en cualquier parte, como las paredes del consultorio que son de color fucsia y la pequeña mancha que hay en el escritorio, queriéndose ocultar al igual que yo; pero siendo visible de todos modos—. Me siento agotada.
Logro ver por el rabillo del ojo como se remueve incomoda en la silla, preparándose para preguntarme cuidadosamente que más sucede por mi mente, la psicóloga no lo sabe, pero ya sé cuál es el resultado. Me lo han dicho de maneras distintas, utilizando tonos tan cuidadosos...ya lo sé, pero mi padre quiere asegurarse una vez más que es verdad, que soy igual que mi madre.
—Dime Haru —pausa inclinándose en la silla saboreando las palabras, calculando qué y cómo debería decirlo— ¿Ves cosas? Me refiero a que, si ¿logras visualizar objetos, personas que no están allí, que solo tú las puedes ver?
Asiento con seguridad, observando como su rostro se petrifica, me extraña, ya que no debo ser la única que conoce así, un poco loca. Supongo que no parezco de esas, tal vez debería fingir que estoy viendo algo aquí mismo, tal vez debería sollozar asustada señalando algo que de seguro no está, pero no soy de esa clase.
Un mundo entero, visualizo un mundo entero igual al nuestro, pero tan...distinto.
—Con todo lo que me has dicho —Se vuelve a cambiar de posición en su asiento, cinco ocasiones de tres horas cada una, hablando de lo que pasa en mí, por fin lo puede afirmar—, podemos asumir que la enfermedad de tu madre la tienes tú —lo declara así, como si las cinco veces anteriores que lo he escuchado, como si no lo hubiera sabido, como si las palabras y la confesión ya no me afectara.
¿Por qué yo? Es la pregunta que viene a mi mente últimamente, tan reiteradas veces que ya debería conseguir una respuesta que al menos satisfaga una pizca de mi inquietud, ¿por qué no mi hermano? Sé que suena egoísta pero no comprendo por qué es a mí que llaman loca en el instituto, porqué mi hermano trata de ignorar el hecho de que su hermanita menor ha perdido la cabeza, la mente; porqué mi padre no lo quiere asumir, aceptar, después de todo la chica con problemas es Haru, soy yo.
— ¿Por qué? —me atrevo a preguntar en voz alta, queriendo saber por qué yo y porqué ahora, a tan solo diecisiete años donde todo parece acabarse con una mínima cosa, pero solo son imaginaciones ¿Por qué para mí no? ¿Por qué soy la excepción?
— Bueno linda, en realidad esto no suele manifestarse a tu edad, suele aparecer en la edad adulta pero como en tu caso también hay... excepciones en niños y jóvenes.
— ¿Cuánto tiempo me queda? —cuestiono firme, atreviéndome a mirar a la psicóloga a los ojos.
— Haru no te angusties todavía sobre esto —empieza a decir con un tono maternal.
Lo detesto, me recuerda a mi madre cuando me daba esperanza, diciéndome en vano que había posibilidades de que ninguno de los dos lo heredara.
La interrumpo si querer que inicie con eso, tengo la suficiente edad para poder asimilar todo...esto. O al menos debo fingirlo.
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Realidades Difusas [Terminada]
Teen Fiction"Más que alucinaciones, realidad no aceptada" Haru tan solo es una adolescente, no debería preguntar cuántos meses de vida tiene, no debería ser obligada a consultar con los psicólogos qué es lo que realmente tiene. Es solo una niña confundida que h...