Realidades Difusas [Terminada]

Amaia

"Papa está obsesionado con ella", es lo primero que sé con certeza cuando por fin invita a la mujer que tanto pasa alabando, o al menos hoy, ya mañana podría traer a la vecina. Al fin y cabo también cumple con las características de mamá. Si fuera otra ocasión, la agarraría del cabello arrastrándola hasta la puerta de la casa mientras escucho sus chillidos de indignación y escucho a papa exigiéndome que la suelte, y claramente mi hermano fingiría que no me apoya cuando la realidad es que hasta porras me hace mentalmente. Sin embargo, mi humor no está en su mas alto nivel.

—Así que... ¿Tú eres el nuevo reemplazo, ¿eh? —pregunto alegremente a la mujer al frente mío—. Papá dijo que eras mas bonita que la anterior, vaya decepción —niego moviendo mi cabeza de un lado a otro.

—¡Amaia! —exclama mi padre, con un tono que me advierte que específicamente hoy no esta de humor tampoco—. Lo siento cariño, ella aun no supera que su madre haya muerto —declara hacia la rubia acariciándole la mano.

Escalofríos automáticos me recorren, produciendo que una carcajada se apodera de mí.

—¿Qué yo no lo supero? ¡Ja!, yo no soy la que arrastra cada mes sin falta a una nueva mujer que podría ser la gemela de mi madre, y, por cierto. deja de negar que ella te dejó, que nos dejó —las palabras salen arrastradas, denotando la furia y el cansancio de esta situación.

Y ella, esa mujer, se atreve a reírse.

—No te equivoques niña, yo no soy como las otras, yo soy perfecta —realza una ceja casi con elegancia.

Casi, porque para mí la hace ver más estúpida que las otras.

—No te equivoques vieja. Veo tus defectos desde aquí, no quiero imaginar la pesadilla de acercarme a ti —contesto cínicamente, casi que aplaudió antes mis sabias y certeras palabras, pero mi hermano no me lo permite.

Aburridooo...

—Disculpe a mi hermana, no tiene un vocabulario muy extenso y lo que conoce no es muy apropiado. Lo que quiso decir es que se ve magnifica hoy.

—Estupidez —pronuncio al mismo tiempo que mi padre concuerda con mi hermano.

Su rostro casi me hace reír, al ver como termino apoyando mi comentario.

—Tranquilo, sé como son los adolescentes —responde la mujer—. Todo es cuestión de rectificar.

La manera en que me mira produce que detenga mis palabras y después de tanto tiempo, tengo miedo de la mujer que ha traído mi padre a casa. Suplico porque la deje ir al igual que las demás.