Seis

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Hay dos cosas respecto a la clase de literatura que parecen contradictorias:

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Hay dos cosas respecto a la clase de literatura que parecen contradictorias:

Amo literatura, más que todo cuando somos "obligados" a leer un libro en especial o comprender un poema espectacular ya que amo los libros y todo lo que conlleva.

Odio la clase, sencillamente por lo que involucra estar allí sintiéndome rodeada por insectos como Keid Sweet, sí, porque uno se cansa de justificar ciertas actitudes y a veces lo mejor es llamar en tu cabeza a las personas como realmente son.

Pero no me malinterpreten, no es tan basura como digo, al menos no me agrede físicamente, aunque las palabras también lastiman, no se deben subestimar. Aunque no los culpo, al final del día, soy Haru la que tiene que vivir con la muerte de su madre, que tiene que escuchar como dicen que ha perdido la cabeza y por ende vivir observando como por ello no me tratan ni me hablan por mucho tiempo, aunque no sepan en realidad que es lo que me afecta, no les interesa mostrar compresión.

Pero la tercer cosa que detesto de la clase es que mi hermano este conmigo presenciando como nadie me dirigí la palabra, ser asocial tiene sus desventajas, porque por lo general le encuentro ventajas.

Aborrezco por ende el viernes.

La profesora de Literatura es bajita, un metro cincuenta y nueve tal vez, suele vestir casi como lo haría cualquier adolescente incluso se podría confundir con una estudiante, como hoy que ha decidido llevar el uniforme de nuestro curso.

— Hoy empezaremos leyendo un hermoso poema y mientras le damos lectura quiero que logren captar el significado en cada palabra.

Recorre su mirada a cada alumno con tanta lentitud que a mí me pone nerviosa de ser la elegida.

— Señor Swett sería interesante que participaras al menos hoy con el poema —se dirige con sus tacones sonando en el pavimento hacia las mesas de atrás, donde Keid exactamente está causando alboroto desde el inicio de clases—. Puedes empezar con la lectura en la página 64, Keid — enfatiza su nombre exasperada al notar que ni siquiera ha sacado el libro o un tonto lapicero de su mochila.

— Vas a quedar impactada profesora Madison —afirma convencido Keid mientras le quita a su compañero de al lado el libro con toda la paciencia infinita que la profesora no tiene.

Bostezo.

Keid abre la boca y de paso los ojos, exageradamente en plan de arruinar el poema, pero por dicha o desdicha la profesora le hace señas de hacer silencio.

— Sabes Keid mejor tu solo has silencio —vuelve a posar la mirada en mis compañeros pensando tal vez quien puede tener la decencia de disfrutar de un poema, sonríe cuando cruza con mi posición de ni me escojas que por lo visto no funciono—. Haru deléitanos con tu lectura.

Suspiro dramáticamente para mí misma, el poema es extenso, no entiendo porque los profesores se indignan con molestar a estudiantes como yo que solo quieren estar tranquilos y que no los molesten, si fuera una estudiante problemática lo entendería, pero que sufrimiento y suerte la mía.

— Solo una parte Haru — me tranquiliza la profesora mientras se gira sobre su eje.

Diles..., no, grítales que soy tan real como tú, de que la verdad es que ni tú estás,

Empiezo a leer mientras murmuro para los demás una parte del poema, quienes han decidido ponerme atención y no, no es bueno.

— Más alto Haru —me detiene produciendo risas en el aula.

Qué sabes mas de lo que tu declaras, más de lo que tú misma crees.

Aunque lo nuestro se sintió una pesadilla, hoy solo lo recuerdas como un mal sueño que ni recuerdas.

Grítale a tu espejo, tal vez en él me hallaras.

Si dejas de mentirte, si dejas de huir, tal vez nos encontremos en la misma locura.

Me detengo, una sensación extraña me embarga, como si realmente pudiera entender el significado de las palabras, como si estuvieran escritas por mi propio puño y letras.

¿Qué pueden entender de ese fragmento? Gracias Harudice la profesora sonriendo.

Asiento con la cabeza y me limito a ver mi libro en el escritorio o al menos eso aparento durante un rato, hasta que me frustra pensar en eso. Busco la materia de biología, coloco el cuaderno debajo del escritorio, la prueba la tendré en las próximas dos lecciones, hay cosas que, si tienen sentido, debo concentrarme en ello.

Me froto la cien frustrada, estoy segura de que esta pregunta me la sé, hasta recuerdo que está a lado izquierdo escrito con lapicero azul, pero Dios mío no me acuerdo. Golpeo el lapicero contra la mesa inquieta, no puedo dejarla en blanco, este puede ser el punto que me puede salvar de perder el examen, ¿batearla? Ni eso, me daría vergüenza que el profesor me ponga una gran equis por haber escrito algo que nada que ver con la pregunta.

Bufo, a quien engaño me ganare un triste cuarenta con suerte. Veo que mi hermano esta parecido a mí, apoyado sobre la mesa mirando su examen con expresión derrotada, Mikeyla en cambio tiene una sonrisa encandílate, sin aflojar su lapicero negro.

Genial.

Las clases de los viernes son esas que colocan en tu horario al final por qué no ha estado seguros con qué materias ponerlas. Cómo lo es artes plásticas, me gusta la clase, pero no soy una artista dibujando además que duro un motón pintando lo más insignificante.

Observo mi hoja bond en blanco, no tengo una idea muy clara de que dibujar solo empiezo a garabatear líneas extrañas encima del papel, levanto mi cabeza para ver que ideas si tienen mis compañeros.

Mi compañera de al lado esta dibujado un lindo... ¿Conejito? No, espera creo que es más bien un perro, bueno, aunque puede tomarse como un caballo unicornio con mucha imaginación. Y yo que pensé que estaba mal.

Deja caer su lápiz de color, extrañada se lo alcanzo, me muestra una sonrisa incomoda. Apuesto que ha pensar que le hare algún mal o una maldición caerá sobre ella por hablar conmigo. Por Dios, sé que no soy muy apreciada en este lugar, pero ya me estoy cansando de los mismo todos los días.

— Solo estoy ayudándote —digo tratando de tranquilizarla, pero parece tener el efecto contrario cuando sus ojos se abren como platos, bufo cansada de su reacción más para mí que para ella. ¿Qué le hecho? Ni siquiera estoy segura cuál es su nombre, no entiendo porque reacciona de esa manera.

Algo roza mi mano delicadamente tomándome por sorpresa, observo mi asiento y no hay nada que mi vista logre captar, observando un poco a mí alrededor me incorporo nuevamente. En un abrir y cerrar de ojos un chico con el rostro familiar se encuentra enfrente de mí, su índice se encuentra deslizándose suavemente en el dorso de mi mano, recorriendo un camino del meñique hasta el pulgar y viceversa.

— Zack — murmuro sin ocultar la sorpresa en mi tono de voz.

Su camiseta color chillón casi me hace reír ante tal situación, su cabello castaño despeinado y sus ojos entrecerrados me inspeccionan intrigado, bajo lentamente su vista hasta mí dibujo, frunce su ceño ligeramente y levanta su vista hacia mí.

— ¿Quién eres Haru? — susurra arrastrando las palabras mientras se inclina hacia adelante, dejándome ver lo poco que sabe sobre mí, pero a la vez demostrándome que por algo está allí. Confusa inclino la cabeza a un lado, él comprendiendo la situación señala el dibujo que se encuentra plasmado en el papel, en mi hoja.

—Esto es un Ortardok, una de las razas que gobierna y no cualquier cosa esta bajo su control— musita severamente sobre el tema.

—¿De qué hablas? ¿Por qué estás aquí? —cuestiono apresurada.

— ¿Qué pasa Haru? —pregunta una chica de cabello corto, sus ojos color café me miran extrañada, la conozco, debe ser Amaia, pero no importa, ahora Zack ha desaparecido ante mis ojos.


Realidades Difusas [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora