VII

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  "Érase una vez dos almas desesperadas en busca de respuestas; desgraciadas por la falta de conocimiento" 

Harto, así tal cual, estaba totalmente harto a tal punto que comenzaba a darse por vencido; había leído todo lo que había encontrado, todos los pergaminos viejos y empolvados e inclusive había traducido textos en latín, pero nada, Taiga no encontraba algo que le resultara en absoluto útil, su necesidad de conocimiento lo invadía de a poco, lo carcomía, le hacía sudar las manos y acelerar la respiración por la angustia.

Había usado todas las ideas que tenía, ya no se le ocurría nada para descubrir aunque fuese lo más mínimo de información.

Cansado de mirar la nada y mortificarse a cada segundo, decidió salir de casa, no sabía a donde iba a ir a parar, pero la verdad eso le importaba en lo más mínimo, pues él simplemente quería despejar su mente de todo, ya no quería averiguar nada de esa estúpida marca, poco a poco su apatía iba invadiéndolo haciéndolo perder el interés un poco más a cada instante. Caminó hasta llegar a lo que podría llamarse un Kiosco, se sentó en uno de los escalones, puso las manos en sus rodillas y recargó su cara en sus manos, se notaba una clara tensión en todo su cuerpo, sus mejillas estaban rojas y su respiración algo agitada por el mismo cólera, sin darse cuenta un anciano de la comunidad se sentó junto a él, suspiró y preguntó.

— ¿Paso algo malo Joven?— Al principio Taiga no caía en cuenta de que era a él a quien le estaban dirigiendo la palabra, parpadeó un par de veces, se aclaró la garganta, respiró profundo para calmar su ansiedad y con una voz entre cortada e impaciente se apresuró a contestar — Es sólo que me encuentro realmente frustrado, pareciera que no hay respuesta—  El anciano lo miraba, tranquilo, sereno aguardando el instante preciso para volver a hablar —  Dime muchacho ¿ conoces tú la historia de Eva?— Taiga soltó una pequeña risa, suspiró y asintió con la cabeza — Sabes bien muchacho, que Eva y Adán fueron separados ¿no?—  El pelirrojo volvió a asentir — Bien hace poco leí un libro, era bastante bueno, precisamente acerca de ésta historia que se nos cuenta desde niños, pero bastante más interesante, cosas que no todos conocemos, es un libro con secretos de los ángeles, con secretos inclusive del Dios mismo—Taiga sonrió ampliamente y se apresuró un poco a decir —¿Cuál era el nombre del libro?—el viejo complacido por el interés del joven decidió responder a su pregunta —Anathema...—hizo una pequeña pausa para tomar aire y levantarse —Bueno muchacho, lamento haber irrumpido tu momento de soledad, es momento de que me vaya, espero te decidas a leer el libro—y sin darle tiempo al pelirrojo de contestarle, se dio la media vuelta y comenzó a alejarse de a poco, a Taiga le entró una enorme curiosidad por aquel libro, a pesar de no haber hecho más que leer a lo largo del día decidió buscar aquel libro.

Lo buscó en varios lugares, con varias personas y al final fue a encontrarlo a un mercado de segunda mano, la verdad no tenía idea de como es que el anciano había conseguido el libro, pero la verdad no le dio demasiada importancias; se llevó el libro a casa y recién hubo llegado comenzó a leerlo, analizó cada página minuciosamente, devoró el libro por completo hasta la última palabra y para su sorpresa ahí estaba justamente lo que estaba buscando.

"La marca de Eva" 

A pesar de no haber demasiada información en el libro respecto a ésto, lo que estaba en existencia era realmente útil, la marca de Eva era en exceso inusual, en toda la historia se habían registrado sólo un par de casos, la dichosa Marca de Eva (Según el libro) era un símbolo de las almas gemelas, los pares exactos, en sí una mera representación idealizada del destino mismo "Las almas portadoras de ésta marca habrán de encontrarse en todas sus vidas, ya que a pesar del tiempo, la época, la edad y cualquier otro factor, éstas están destinadas a permanecer juntas"

A Taiga le pareció ridículo pero al mismo tiempo le ponía erizada por completo la piel, tenía miedo, un horrible miedo a esas pocas palabrejas de un simple libro que había comprado como una baratija, y un horrible miedo además a que eso fuera verdad, por que si lo fuera sería un tremendo lío, pues él no quería tener nada que ver con ese estúpido Demonio.

Se recostó en su cama y sin ninguna intención se quedó completamente dormido, estaba exhausto, ya que todo el día había sido una travesía, el sueño del ángel era tan profundo que ni la mayor catástrofe podría hacerlo despertar.

Y dicho y hecho, no despertó hasta el día siguiente, despertó y siguió su rutina diaria, arreglarse  poco, tomar un pequeño desayuno y salir de casa... ¿A dónde? pues a encontrarse con el demonio en el mundo humano.

Toda la mañana Taiga estuvo pensando en si decirle a Daiki lo que había leído o simplemente pasarlo por alto y no mencionarle nada por el momento, y a decir verdad la segunda opción sonaba mucho más convincente y cómoda para él.

Llegó al punto de encuentro y se percató de que el otro ya estaba esperándolo, esto hizo que se avergonzara un poco por haberse demorado y haberlo hecho esperar, pero lo ignoró; cuando el pelirrojo estaba muy cerca del moreno éste sintió su presencia y volteó hacia él de manera precipitada, le dio un pequeño saludo acompañado de una fingida sonrisa y el otro algo molestó le devolvió el gesto haciendo reír a Daiki.

  — ¿Y qué haremos hoy?—el demonio preguntó sin más y de forma poco sutil 

  — No tengo ni  la menor idea.

  — ¿Qué se te ocurre?

  — Podríamos...

  —¿Que cosa?

  — Nada, olvídalo, es una tontería.

al moreno le entró una terrible curiosidad

  —Venga, dímelo.

  —Te digo, es una idea bastante tonta.

  —¿A quién le importa? tu eres tonto y no digo nada al respecto—de manera muy infantil le mostró la lengua y sonrió un poco, el pelirrojo le hizo un gesto de molestia y se sonrojó por las orejas abarcando un poco de sus mejillas

  — Podríamos ir a otro lugar ¿sabes? no precisamente podemos estar en la ciudad, podemos ir a lugares diferentes— Daiki arqueó la ceja y se encogió de hombros en señal de conformidad.

  — De acuerdo, te sigo.

Explicar la forma de traslado de los ángeles y demonios es algo complicado, y entrar en detalles sería una muy larga explicación, resumidamente había cientos y miles de portales en el mundo que conducían de un lugar a otro sin dificultad, la mayoría se había destruido con la guerra Santa, pero los que quedaban funcionaban a la perfección.

Llegaron a un especie de bosque, estaba tranquilo, solitario y sereno, ambos se sentaron en un campo de flores y hablaron por largo rato, no supieron en que momento ambos se quedaron dormidos, uno al lado del otro, simplemente ahí, rendidos por el cansancio diario, ajenos a todotipo de peligro, ajenos también a una amenaza, a alguien que sin querer los había descubierto...y que podía ahora acabar con ellos.


El Llanto Del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora