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Esta mañana me desperté a las doce. Hoy era uno de esos días en los que te podías permitir levantarte tarde aún teniendo trabajo; lo bueno de ser la estilista de un grupo de ídols era que no todos los días tenías que estar a la misma hora en el trabajo, y que no eres la única que cuida de su apariencia.

Me levanté y salí de la habitación sin arreglarme sabiendo que me podía permitir ser lenta. Bajé a la cocina y empecé a prepararme mi desayuno que consistía en café y croasanes, aunque se suponía que a esta hora tocaba almorzar.

Saludé a mi hermana y a Kwan en cuanto noté que estaban en la estancia, leyendo y tumbados en el sofá del salón. El apartamento tenía una peculiaridad a diferencia de los que se suelen ver en Corea y es que era una apartamento occidental. Ellos apartaron sus miradas del libro que leían individualmente—por unos segundos— para corresponder mi saludo con sonrisas. Estaban disfrutando de su silencio y lectura, por ello, decidí no molestar. Así que me senté en la barra y comí mientras revisaba las notificaciones de mi teléfono. Entre ellas divisé un mensaje en especial que me había llegado de una amiga de la universidad, en el decía de quedar para darme los apuntes y charlar. 

En cuanto terminé subí a mi habitación a vestirme, me maquillé brevemente y me acerqué a verme en el espejo. Me contemplé y mis ojos se fijaron en mi cuello. Aquellas marcas aún permanecían sobre mi piel, son tatuajes de por vida imposibles de quitar. Cada vez que las miraba siempre me recordaba el pasado como si lo hubiera vivido ayer; sus manos sobre mi cuello que se cerraban con desesperación por hacerme daño, sentía su ira a través de ellas. Mi madre me odiaba porque no era como ella quería y eso me había dejado cicatriz. Yo también las odio, me hacen sentir débil y hacen cuestionar sobre qué habría pasado si... Shh, tranquila. Ya pasó, me interrumpí. Mi cuerpo temblaba y para evitar que decayera por completo me cubrí con una bufanda. Siempre llevo bufanda, no habrá día que tu me veas sin una.

Me alejé del espejo y agarré mi bolso. Bajé de vuelta al salón para despedirme de Young Mi y Kwan. Finalmente salí de mi casa con el Obento que mi hermana me había hecho esta mañana.

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Aparqué el coche en el aparcamiento y entré en el edificio. Aunque me costaba, poco a poco me iba familiarizando con el lugar. Fui directamente a los camerinos.

Hye me había dicho que hoy me encargaba de maquillar a Suga y que era con temática de ángel. Lo contrario a lo que había maquillado a V hace dos días atrás, la única diferencia es que esta vez solo iba a ser una prueba de maquillaje y vestuario.

Suga ya estaba sentado frente a un tocador cuando Hye me lo ordenó. Me coloqué detrás de él y nuestras miradas se encontraron a través del cristal. Cogí de la silla y lo arrastré hacia atrás para poder trabajar con comodidad.

—Soy Sun Hee—me presenté.

—Yo soy Min YoonGi, encantado.

Hablaba muy formal para mi sorpresa.

—Igualmente—correspondí—.¿Tienes la piel ya hidrata?—pregunté.

El asintió y yo proseguí a coger la prebase y a untarla en su rostro. Al momento de hacerlo me di cuenta de que tenía mala cara. La falta sueño se reflejaba en sus profundas ojeras.

—Necesitas dormir—comenté.

El volvió a asentir con la cabeza.

—Es por el nuevo álbum. Estuve hasta tarde terminando de hacer una canción—explicó seguido de un bostezo.

Asentí. Desde que empecé a trabajar como estilista para ellos había presenciado el cansancio en parte de los miembros, aunque en algunos no fuera tan frecuente. También los había visto leer el mismo libro titulado Demian de Herman Hesse, cosa que me intrigó.

Cicatrices - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora