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Recuerdo el olor de su perfume, sus labios bañados de un rojo intenso y de su cara pintada; recuerdo la manera en que su pelo suele estar recogido y las elegantes ropas que siempre le ha gustado vestir. Sin embargo, y en comparación a la última vez que la vi, ella no se veía así. Cuando la observé después de años me encontré con una mujer podrida, pero ya no solo por dentro, sino también por fuera. Y era sorprendente lo que le había hecho el tiempo; ella era todo lo que odiaba. Las estrías, las arrugas, la vejez, las canas, todo. No digo que esto sea malo, pues soy la primera persona que a la no le importa, pero en ella es una historia totalmente diferente. Me acuerdo de la cantidad de cremas que se echaba, de los potajes en los que se bañaba; químicos que te prometían un engaño.

Y ahora, tras observar el paso del tiempo puedo decir que esta es la mejor manera de describir a mi madre: una persona sucia, corrompida y obsesiva. Alguien atrapada en la monótona cárcel de la perfección, una a la que me había intentado someter y que casi consigue hacerlo. Pero, por suerte, no acabó de esa manera. Antes de que todos estos sucesos ocurriesen, la última vez que le había visto fue en la corte, donde le habían dado su sentencia. Se supone que debería pasar seis años en prisión, pero solo han pasado cuatro. Y, según la llamada que recibimos de la fiscalía, ella había sido liberada por, ¿buena conducta? 

—Se supone que está en libertad condicional —me recordó Young.

Ah, es verdad.

—¿Y tiene permiso para acercarse a vosotras?—preguntó Kwan. Era una pregunta retórica.

Vi a Young negar con la cabeza desde la cocina mientras traía con ella un vaso de agua. Me lo ofreció, lo acepté.

—¿Cómo vamos a hacer esto?—empezó a decir Young—. Quiero decir, ella está ahí afuera. Y, mientras esté suelta es arriesgado el que vayas a trabajar. —Me observó de reojo mientras se apoyaba sobre la barra.— Ya sé que nos hemos planteado esto antes, pero habíamos acordado que si volvía a haber contacto tendríamos que tomar acciones.

—¿Insinúas que deje de trabajar?—le cuestioné en voz baja.

Young asintió.

—Si crees que te sentirás mejor de esa manera, claro... Pero si decides seguir trabajando ni Kwan, ni yo vamos a poder estar ahí siempre que te encuentres con ella—añadió.

Bajé mi mirada a mi regazo. Mis manos temblaban. En realidad, todo mi cuerpo lo hacía, pero hacía tiempo que ya me había acostumbrado. En el coche de camino a casa Kwan había intentado relajarme y tranquilizarme, pero nada había surtido efecto. El miedo se podía palpar y también cortar. Odio esta sensación.

—Bueno—habló Kwan—, acabamos de llegar. Por suerte, los siguientes dos días tienes unas mini vacaciones. Así que tómatelo con calma, ¿vale?

Se me acercó a darme un abrazo. Sin embargo, mi mente se había vaciado de todo en ese momento. Y, a pesar de que la sensación de vacío me hundía, todavía estaba aterrada. Así que le correspondí el abrazo con dificultad. Pero eso no evitaba el que pudiera ver la expresión de agonía y preocupación de mi hermana.

—Sun Hee, ¿por qué no vas y descansas? Tienes que estar agotada—me sugirió Kwan. 

Yo asentí y me levanté. Emprendí  mi camino hacia mi habitación. Ahora mismo mi comportamiento no era como si yo hubiera visto un fantasma, sino que yo era ese fantasma. Así que como tal, subí las escaleras en completo silencio. Y, en la mitad del camino Young me llamó y me pidió que le prometiera que no iba a cometer ninguna estupidez. En su respuesta asentí. Prometí no hacer tal estupideces, como autoinfligirme daño...

___

Mi mandíbula lleva un buen rato tensa, tanto que cuando deja de estarlo me duele. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Veinte minutos? ¿Media hora desde que subí a mi habitación y me encerré en ella? En realidad, no importa.

El espejo me está señalando. Quiero romperlo; quiero romperme. Quiero destrozarlo; quiero destrozarme. Yo solo deseo desaparecer, que la tierra me trague y forme un uno con el maldito planeta. Así, entonces, nadie me encontrará. No tendría que escuchar más qué te ha pasado, no tendría que huir más de madre, no tendría que hacer más nada... Todo sería tan fácil de esa manera. Sería tan simple y ... tan cobarde.

Te estás rindiendo.

Me levanto de la silla del escritorio y me acerco al espejo. Le estoy mirando directamente a los ojos. Intento comprender su sentido de la existencia, pero solo encuentro motivos para no hacerlo. Quiero romperlo, destrozarlo, volverlo añicos, pero no puedo. Aunque quiera, me controlo, porque sé que si lo hago no habrá vuelta atrás. Así que, me limito a llorar y a mirarme frente al espejo. Es lo único que puedo hacer para entender la realidad y para entenderme a mí.

Y, aún así, lo único que viene a mi mente es patético.


Mi móvil emite el sonido de notificación, avisándome de que me han escrito. Pensaba ignorarlo, pero me obligué a verlo. Tenía que distraerme. Lo saqué del bolsillo y encendí la pantalla.

Era un mensaje de Suga.

¿Estás bien?

Y, ahí fue cuando volví a llorar.

___

Buenas, cuánto tiempo.~

Ésta vez no tengo excusa :v

Att: NeraLala

Cicatrices - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora