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Colgué el teléfono. Ha pasado un tiempo y ha sido bueno el haber hablado con Song Yoon después de mucho, aunque fue una llamada larga y agotadora. Además, la principal razón por la que me decidí llamar fue por marcar un día y recoger mis apuntes a la vez que organizábamos el trabajo; ella será mi modelo. 

Pero fue difícil. No os voy a mentir, mantener la calma y la serenidad mientras aun sigues con el miedo del día anterior es una angustia complicada de controlar. Por ello, en el momento en el que me miré a la manos y las vi temblar como nunca, supe que no estaba preparada para trabajar, por lo menos, un par de días más.

Recosté mi espalda sobre el sofá luego de haber lanzado mi móvil en la mesa. Aún después de dormir diez horas, me sentía letargada y sin ánimos de nada. Las únicas emociones que notaba en mi cuerpo eran de todos menos positivas y eso ya era decir mucho, pues sabía que algo no andaba bien con todo este asunto.

Es demasiado pronto, pensé. Y estaba en lo cierto, faltaban dos años más para que Madre saliera de la cárcel. Sin embargo, cada vez que le daba vueltas a esto siempre acababa llegando al mismo punto: alguien le había ayudado a salir. Y esto me hacía pasar al siguiente problema, ¿quién pudo haberlo hecho? Mi madre es una persona atractiva, pero su carácter aleja a la mayoría que tiene el valor de acercarse, y los que aún así permanecen a su lado suelen ser personas que no darían su vida por nadie. Ella atrae a los de su propia calaña, por eso es difícil imaginar que alguien quisiera ayudarla. Pero incluso así, si hubiera de verdad una persona que quisiera socorrerla, debía de ser una persona realmente hipócrita y superficial. O uno de sus amigos... . 

Cerré los ojos y me masajeé la sien. Era como si la gravedad ejerciera una sobrenatural fuerza sobre mi que me pulverizara. Prácticamente todo me destruía, y si no eran ellos (personas que no forman parte de mí círculo de confianza) era yo misma. 

—Toma.

Young me ofreció una taza de chocolate caliente que cogí. Ella tenía otra en su mano de la cual ya había bebido, tomé un sorbo del mío.

—¿Cómo te encuentras?—me preguntó.

Mis ojos viajaron por todo el salón hasta hallar los de mi hermana, que estaba a mi izquierda. Su mirada era dulce y prometían una amabilidad increíblemente gentil en cada una de sus palabras. 

Bebí un trago.

—Con sueño.

—Haz dormido diez horas...—se quejó.

Me encogí de hombros. Escuché su suspiro.

—PDogg te ha dado una semana —me informó.

—¿Haz pedido una semana?—inquirí con un deje de sorpresa.

Asintió y me dedicó una sonrisa débil. Podía ver perfectamente bajo aquellas ojeras que había bajo sus ojos, que ella tampoco estaba bien. Pero ni sus ojeras eran tan grandes como las mías, ni las mías tan profundas como las suyas. También era visible en ella la duda.

Mi vista volvió a la taza de Ladybug y al chocolate caliente que había en su interior. 

—¿Qué pasó ayer?¿Cómo la viste?—preguntó.

Al fin se decidió a dar el inicio de la conversación que habíamos omitido ayer al dar yo la noticia. Al hacerlo, su voz tembló levemente.

Me tomé mi tiempo para responder y meditar lo que fuera a decir. No quería preocupar más a mi hermana de lo que ya de por sí estaba, pero tampoco quería ocultarle nada, debía ser franca. Bebí un trago de mientras; recordar lo que había pasado ayer no era algo fácil para mí incluso si ya lo hacía en contra de mi voluntad. Pero no era el hecho de solo recordarlo, sino de sentir lo que viví en el momento en mis propias carnes una segunda e incluso tercera vez, sabiendo que ella podía estar ahí fuera, en cualquier parte.

Cicatrices - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora