NEUF

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17O318 || MACONDO

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17O318 || MACONDO

糖...

Era primavera y todo estaba perfecto. Las calles más limpias que nunca, las personas más amables que nunca, hasta el trinar de los pájaros se oía alegre mientras jugaban a no sé qué en los árboles.

Había salido a comprar unos dulces con unos centavos que me habían sobrado. Llevaba todo el mes sacando cuentas a ver si me sobraba algo para los nuevos caramelos que tenían en la tienda de la esquina. Los había visto hacía unas semanas en el mostrador. Me encantaba comer dulces pero pocas eran mis oportunidades.

Si estuviera JiMin lo compartiríamos entre los dos, aunque de seguro él me regalaba su parte. Antes siempre lo hacía cuando...

—« ¿Cómo conseguía el dinero?» Hacía tiempo que no lo veía. Era posible que hubiese cambiado.

Yo había cambiado. Era más alto, deseaba ser más alto que él, siempre me lo había tirado en cara con eso de que era el más grande y por eso tenía que obedecer. Yo era el día y él la noche, con mi pelo amarillo como el sol y el suyo negro como la más perra oscuridad*. Por dentro, cambiábamos roles. Yo la personificación del infierno y él... la luz de mi mundo. Cada vez que reía y venía corriendo a donde yo estaba me devolvía el alma.

De vez en cuando, sobre todo cuando salía del colegio, moría de un infarto. Aquel chico de la parada del bus, o aquel otro recostado a aquella pared. Se le parecían tanto.

— « ¿Será? »

El corazón se disparaba y la respiración se trancaba en el pecho.

Luego un gesto, aquella mano en las caderas. No, no es él. Esos pantalones tan anchos, a él no le gustaban así. Uff llegué.

—Buenos días.

— ¡Ohh buenos días YoonGi! —qué raro, estaba contento de verme. Generalmente era mal cliente...

— ¿Tendrá por ahí de esos dulces amarillos que vi la semana pasada? —quedó meditativo unos segundos.

—Sí, seguro. Espera que enseguida te los traigo. —Vino con toda una bolsa de esas de papel. Me pareció que estaba muy llena teniendo en cuenta la cantidad de dinero que traía — ¿Te gustan mucho verdad?

—Mmmm... —Encogí los hombros —creo que ha traído usted demasiados. No puedo pagar tanto.

—No hay problema, hijo. No todos los días me visita un científico a la tienda. —De qué estaría hablando. Me guiñó un ojo y se quedó con el brazo extendido sobre el mostrador. — Vamos que ya me enteré que vas a la universidad.

—Ahh, bueno todavía no es seguro.

—Ya es hora que alguien del barrio se haga grande. Recuerda que saliste de aquí.

—Sí señor —sentí como que algo muy pesado se ponía sobre mis hombros. Mis ojos fueron a parar a mis pies que se topaban uno con el otro. ¿Acaso era yo importante para esta gente del barrio? ¿Por qué, si apenas me conocían?

— ¿Bueno te llevas los dulces o qué?

— ¡Muchas gracias! —tomé la bolsa sin mirarle a su gran bigote y tuve suerte de que cuando fui a sacar el dinero me mandó a volar sino me hubiese visto un par de lágrimas en el rostro. Habría pensado que soy un blandengue sentimental de mierda de esos. ¿Se habrá dado cuenta?

Seguí de largo mi camino de regreso, iba por mi acera pero aquellos chicos de la esquina me miraban raro. Se estaban riendo de mí. Aquello era inaudito, nadie nunca se reía de mí. Estaban vestidos raros, todo estrambóticos. Aquellos pantalones hasta arriba con patas anchas les hacía ridículos. Por no hablar de las camisas sin mangas. Era yo quién debería estar burlándose. Los ignoré.

—Hola.

— ¡Joder, que espanto! ¿Qué haces vestido así de esa manera? —era el chico que me había entregado la carta de JiMin, pero estaba vestido de chica. Me sacó un susto de muerte. Imaginen que de repente se encuentran con una chica con voz de chico... de espanto.

—Vaya, mira a aquellos que risotada se traen, qué crees. ¿Le damos un poco de envidia? —diciendo esto me dio un beso resonado en una de las mejillas muy cerca de los labios.

— ¡Qué haces tío, que asco!

—Mira que serios se pusieron, qué crees. —tenían razón de estarlo porque ya fuera chica o chico ciertamente mi amigo de ojos castaños era muy hermoso. Ya me empezaba a molestar el «... qué crees... » Detrás de cada cosa que decía —pero pareces fachado a la antigua. ¿No tienes nada mejor que vestir? Por eso se estaban riendo.

—No tiene nada de malo vestir como visto. Así vestimos la gente decente.

—Pshuu, precisamente... —torció los ojos y miró hacia el otro lado como para probar un punto demasiado obvio que yo no comprendía.

— ¡Dime de JiMin! ¿Dónde está? ¿Cómo se encuentra? ¡Si sabes dónde está debes decírmelo!

— ¿Quién?

— ¡JiMin!

— Con que así se llama, qué crees... —se quedó pensando —no sé, hace tiempo no lo veo, se fue con un tipo que no conozco.

— ¿Con un tipo?

—Mira, si él no quiere verte sus razones tendrá. Le hicieron muchas cosas en esa escuela de gente decente como tú dices. Es mejor que esté por su cuenta.

— ¿Pero tú sabes qué sucedió?

— Me dijo que eras ingenuo pero nunca pensé que lo fueras tanto. Si quieres que te explique tendrás que pagar, qué crees.

— ¿Pagar?

— ¿Piensas que visto de chica porque me gusta? Tengo clientes y ahora mismo me los estás espantando —dijo muy seriamente mientras le echaba el ojo a un tipo que miraba desde el otro lado de la calle.

—Ahh...

— ¿Ves que no eres tan ingenuo? Invítame a un café y hablamos —acepté sin pensarlo dos veces.

—Si dejas de decir «...qué crees... »

—Vale.

II. amigo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora