TREIZE

76 23 9
                                    

17O325 || MACONDO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

17O325 || MACONDO

接吻...

La idea de irme ilusionaba y entristecía a la vez. Era realmente contradictorio pero estaba convencido de que era algo necesario.

Tendría que decir adiós a muchas cosas que conocía, al único lugar que me había abierto las puertas, a las únicas personas que conocía. El resto del mundo era un armazón desconocido, emocionante, excitante e intimidante; todo a la misma vez. Estaba acojonado pero no importaba, si seguía en aquel lugar terminaría perdiéndome de la misma forma que había perdido a JiMin.

¿Cómo sería Seúl? Me iba a mudar allá, qué cosa más extraña ir de pronto a un lugar en el que no se conoce a nadie. JiMin ya no estaba y Jin ni se acercaba al colegio. Malo para los negocios, me había dicho una vez.

— ¿Vas a vivir en Seúl? —Noté cierto ápice de tristeza que enseguida corrigió para que no me diera cuenta —Estoy celoso, hombre ¿Sabes la paqueta que haría en Seúl?

—Mejor ni me cuentas. ¿Y tú has estado en Seúl?

—Claro que no. No estuviese hoy pudriéndome en este antro de ciudad de mierda. ¿Cómo hiciste para salir? ¿No tienes clases?

—Sí, pero como me voy la semana que viene me di la fuga para despedirme.

—¿La semana que viene...? —Afirmé con la cabeza — ¡Te... te invito al cine!

—Es... es que no tengo dinero.

—No importa yo pago —respondió automáticamente como si fuera acto reflejo.

—A decir verdad, nunca he ido a un cine...

— ¡No jodas! —Sonrió con su característica cara de picardía y le empujé por el hombro y reí también —vale, no importa, vamos igual, no puedes llegar a Seúl sin ver una buena peli.

El cine era increíble. Gigantescas personas que me hablaban al oído y se movían por toda una cortina, luego aprendí que se llamaba pantalla. Eso me costó mucho. Descubrí que Jin vivía en un apartamento, no muy lejos del centro, junto con otros muchachos chaperos igual que él. Me contó que JiMin había pasado ahí unas semanas luego de haberse escapado.

— ¿Quieres venir?

— ¿Yo... y por qué debería?

—Te enseñaría el lugar y así te doy mi dirección para que escribas. ¿Me escribirás cierto? Eso sí, no puedes poner mi nombre en ningún sitio —le prometí que escribiría a la menor oportunidad. Tal vez hasta le llamaba por teléfono.

De noche ya cada cual tenía que regresar a su respectivo pedacito del mundo. A la hora de irnos me abrazó por encima de los hombros y me rodeó con sus manos. Sus ojos humedecieron mi cuello pero no dijo nada. Cuando finalmente quedé libre y ya se iba regresó y me dio un beso en los labios. Al muy pelotudo le daba asco cerrar un trato con saliva pero estaba bien besándome.

Mi cuerpo apenas se movió. Él salió corriendo. No había estado mal, qué diablos... había sido genial ¿Acaso era que había estado queriendo besar a JiMin así? — « ¡Naa! —sacudí mi cabeza de un lado para el otro mientras pensaba —esas son cosas de mariquitas... ¿Joder?»

« ¡Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte... y si resulta que soy mariquita que te den por puta! Amén. »

II. amigo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora