SIX

98 27 7
                                    

17O31O || MACONDO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

17O31O || MACONDO

您...

Seguía recordando a JiMin todos los días de mi vida. Era una carga que me angustiaba de una forma indescriptible. Tal angustia no debía ser humana ni reparto para ser humano, pero había aprendido desde hacía tiempo a guardar el dolor y las lágrimas lejos del mundo y la luz. Por eso, en mi alma solo había crecido la oscuridad en lugar de lo que debía completar a una persona normal. Y seguía recordando.

Habían pasado varios meses. Temía que nunca más viera a JiMin en la vida. ¿Me extrañaría de la misma forma que yo a él? ¿Acaso me recordaba o ya se había olvidado? Las personas nunca me recordaban. Mis padres me habían olvidado por su propio bien, tal vez mi amigo había hecho lo mismo. Me dijeron que era lo mejor.

Quería estudiar en la universidad. Una linda carrera numérica y cuadrada, cualquier cosa lejos de las relaciones humanas. Nunca me habían resultado satisfactorias.

—Pero eso es sencillamente demasiado costoso— me dijo la señorita HaRi con los ojos desorbitados. Se había convertido en la directora del Saint Augusto Memorial.

— ¿Qué se le puede hacer?

—Me temo que nada, la institución no tiene el presupuesto para costearlo. Tal vez si algún benefactor...

—Entonces es imposible— suspiré con desánimo mientras colocaba la mirada en el suelo.

—YoonGi... ¿Has sabido algo de JiMin? — ¡JiMin, pero qué demonios! ¿Nadie me había hablado de él en siglos y ahora era yo quien debía saber? Mis oídos no daban crédito a la pregunta, y sin levantar la mirada me concentré.

— ¿Y por qué he de saber yo, acaso usted no sabe?

—Me temo que nadie sabe.

—Pero había sido trasladado... ¿No? Eso me dijeron. ¿Ha sucedido algo?

—Se ha escapado de donde lo ubicaron. Sé que ustedes tenían... bueno... una relación especial.

— ¡Era mi amigo! ¿Y por qué habría de escaparse? —esta vez mis ojos como fiera fueron a parar a los de ella que se hicieron efusivos.

—Hemos hecho muchas cosas mal. De cualquier forma si sabes algo, si te contacta... Respondí que sí con la cabeza. —Claro.

Era increíble, qué había sido del castaño y por qué se escaparía. En qué clase de lugar se encontraba para ser tan insoportable y por qué no sabía nadie de él. Algo estaba claro y era que no quería que nadie lo encontrara, ni siquiera yo y eso me angustiaba. La señorita HaRi nunca se enteraría si me contactaba por alguna casualidad.

«Un día, una semana, un mes... esperaré toda la vida así muera sentado en este patio»

Ya era de noche y hacía un frío de mil demonios. La farola del patio la habían encendido más menos a las ocho. No tenía hambre así que ni comí. No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba ahí.

Nevaba y pronto tendría que esconderme en la oscuridad para que no me obligaran a entrar. Estaría ahí cuanto tiempo fuera necesario. Tenía ganas de llorar, tenía ganas de huir, de gritar... pero a nadie le importaría. Me arrastré hasta el árbol más cercano y me senté en su tronco junto a una pila de hojas secas que todavía quedaban. Puse mis rodillas contra el pecho para aguantarlo un poco pues lo sentía vacío y con ganas de hacerme explotar, todo a la misma vez. Dejé que nadie viera mis lágrimas.

—Hey– oí una voz que me llamaba desde afuera, de la calle.

Era la voz de un chico pero no veía porque estaba de espalda. Algo parecía conocido en aquel muchacho de hermosos ojos avellana y cabellos castaños. Llevaba el pelo abundante arriba y corto a los lados, una nariz superfina y labios todavía carnosos. Estaba vestido extrañamente, con unos jeans tan apretados que se le marcaba todo. ¿Por qué rayos me estaba fijando yo en todo eso? Sequé mis mejillas rápidamente.

— ¿Te conozco de algún lugar?

—Lo dudo mucho, aunque me gustaría. ¿Tienes algo para fumar? —dijo mientras me acercaba a él. Se acomodó en la reja del patio como quien iba a estar dando la lata mucho rato.

—Mira que venir a un colegio religioso a pedir cigarros...— dije.

—Quién sabe, te asombrarías de lo que uno puede encontrar aquí —miró directamente a mis ojos tan claros como los de él— tienes unos ojos muy hermosos— ¡Joder ahora recuerdo! ¿Cómo era que le decían?

— ¡Tú... tú...!

— Yo, yo – dijo divirtiéndose.

— ¡Pero si tú eras una chica!

— ¿Yo? Yo puedo ser muchas cosas. Ahora mismo estoy de mensajero. Aunque tengo mis dudas.

— ¿Tienes dudas? No me interesa nada así que pírate por donde vienes.

—Sí, definitivamente no me parece. Pero si él cree en ti no hay más opción- diciendo esto tiró un papel entre la reja.

—Asegúrate de leerlo solo y no le digas a nadie. Lástima que tienes esos ojos, no te pegan.

—A ti tampoco.

II. amigo míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora