Prólogo

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Todas las personas, antes de ser personas, somos un alma. Un ser, invisible e intangible que existe en alguna parte del universo y cuyo destino está escrito hasta el momento de llegar al vientre materno. Lograr nacer, dependerá de un sinfín de circunstancias de las cuales no somos responsables porque somos ajenos a ello. Pero de conseguirlo, los caminos a seguir a partir de ese punto son infinitos. 

Algunos, tienen la fortuna de nacer rodeados de personas y recursos que harán que su camino sea más fácil de recorrer. Donde los obstáculos serán insignificantes, los zapatos serán perfectos para su andar y difícilmente encontrarán tormentas que entorpezcan su viaje. Sin embargo, esto no se aplica a todas las personas y habrá muchos quienes no tendrán la suerte de contar con todo aquello.

Hay quienes tendrán que zambullirse en el lodo, quemarse los pies con la arena ardiente del desierto, nadar a través de los océanos más profundos y salvajes. Y durante la travesía serán pocos quienes ofrecerán una mano para ayudarles a continuar. 

Sin embargo, en el transcurso del trayecto las cosas pueden dar giros inesperados que terminarán por mostrarnos que el final del camino es incierto. E incluso, puede haber intersecciones entre un camino y otro. 

A veces pueden ser tan confusos y enredados que a pesar de ser completamente distintos se da el momento en que los caminos se cruzan provocando un encuentro entre personas que nada tienen que ver la una con la otra porque el camino que han seguido las ha forjado de una forma distinta. 

Fue precisamente en uno de esos puntos de cruce donde conocí a la persona que me cambiaría completamente. 

Una persona que ahora se encontraba en una cama de hospital y a quien no había podido decirle lo importante que era para mí. 

"Lauren..." La llamé con la voz quebrada mientras me acercaba lo más posible a su cama y sostenía su débil y fría mano entre la mías "Lauren despierta... por favor..." 

Su cabello negro se veía opaco y sus ojos que solían ser de un verde esmeralda estaban ahora ensombrecidos y cubiertos por sus párpados. Su rostro estaba marcado por las heridas que provocaban que fuera difícil reconocerla. Su cuerpo estaba inmóvil y ella... Lauren, esa chica que se enfrentaba a todo y contra todos sin miedo y con orgullo era ahora incapaz de respirar sin la ayuda de las máquinas que estaban en esa misma habitación, conectadas a su cuerpo. 

"Perdóname... Lauren." Le pedí siendo incapaz de contener mis lágrimas al verla ahí, sin poder encontrar la sonrisa soberbia que solía dedicarme en respuesta de las mías, quedando en su lugar sus labios unidos, casi sin color, nada que ver con el rosado que solía iluminarlos comunmente. 

"Por favor... vuelve conmigo Lolo. Vuelve... Tienes que escucharme..." Continué hablando porque tenía la esperanza de que, a pesar de todo, ella pudiera oírme, de que su alma pudiera estar conectada a la mía tal como nuestros caminos lo estaban desde el momento en que cruzó la puerta de mi casa. "Sé que debí haber dicho esto antes... Quizá no tiene mucho sentido que lo diga ahora porque, tú estás aquí, dormidita..." Continué diciendo mientras sentía mi corazón estrujarse dolorosamente dentro de mi pecho aunque trataba de esbozar una sonrisa. La habitación era fría y silenciosa, lo único que rompía ese silencio era el sonido de los aparatos que registraban los signos vitales de Lauren y mis sollozos.

 "¿Tienes idea de lo irritante que eres?" Le pregunté sin esperar respuesta, en primer lugar porque era una pregunta retórica y en segundo porque era imposible que ella me respondiera. Sonreí amargamente ante el recuerdo de todo lo que ella y yo habíamos vivido y luego seguí "Llegaste a desordenar mi vida Lauren. A poner todo de cabeza y a destruir todo lo que siempre había amado. Todo lo que tenía." La acusé y luego reí amargamente "¿Y sabes qué es lo peor de eso? Que en realidad terminaste demostrándome que todo lo que tenía, todo lo que me rodeaba no significaba nada. Que lo cierto era que mi vida era un asco antes de ti, un asco pintado de oro y sofisticación, de lujos tan brillantes como el auto que solías pulir todas las tardes." Acaricié con suavidad su mejilla, temiendo lastimarla con el contacto pero fue más doloroso el darme cuenta que ella no hizo ningún gesto, ella no me sentía. "Todo lo que tenía se convirtió en nada. Y tú Lauren, tú te convertiste en todo para mí. El significado de la palabra valioso cambió radicalmente cuando empecé a conocerte de verdad. No con la idea errónea que tenía de ti. Sino cuando de verdad te miré a los ojos sin sentirme superior. En ese momento todo lo que conocía se desvaneció y sólo quedó lo que tú me mostrabas, lo que tú me ofrecías y lo que hacías crecer dentro de mí..." 

El llanto se hizo más intenso en ese momento, porque hubiera dado cualquier cosa para que ese par de ojos verdes me estuvieran viendo en el momento en que iba a confesarle mis sentimientos. 

"Te amo Lauren. Te amo... Y te odio por estar aquí. Con tus ojos cerrados, debatiéndote entre la vida y la muerte sabiendo que si te vas ya no me quedaría nada... Pero más me odio a mí. Porque sé perfectamente que todo esto es mi culpa." Acepté autoflagelándome.

"Lolo... regresa. Te lo ruego, te lo suplico... Si me escuchas quiero que sepas que ahora tienes lo que alguna vez dijiste que conseguirías cuando yo te traté con la punta del pie" Continué arrodillándome a su lado mientras seguía sosteniendo su mano, cuyos dedos caían víctima de la gravedad, inertes. "Estoy de rodillas ante ti, Lauren. Pidiéndote que me perdones y ofreciéndote lo único que tengo para darte que es mi amor y mi profunda admiración por ti. Despierta mi amor y toma lo que te doy porque si tú te vas... Si tú te vas ya no quedará ningún camino para mí por recorrer... " 

Caminos - Camren (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora