Epílogo

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Anahí veía a las niñas en su último ensayo antes de la presentación de mañana, lideradas por Ana Paula. Las chicas seguían sus pasos y ella se movía con mucha seguridad y profesionalismo al ritmo de Where are ü now. Sintió un nudo en la garganta y quiso llorar. Se sentía una mamá orgullosa, había mejorado bastante ese año  desde que había fundado su pequeña academia de baile con ayuda de su esposo.

Su esposo... Eso se oía tan bien.

La música terminó y luego del último movimiento, las chicas aplaudieron emocionadas y jadeantes.

—¡Estuvieron increíbles, niñas! Mañana será un gran día, lo harán estupendo. —las animó mientras las chicas le abrazaban agradecida y recogían sus cosas.

—Muy buenas tardes. Niñas, señora Herrera.

Alfonso entró por la puerta doble con Dan, su hijo de año y medio, en sus brazos.

—Buenas tardes, señor Herrera. Llega justo a tiempo, la clase acaba de terminar. —sonrió con picardía mientras se acercaba a su hijo, que saltó gritando a sus brazos, emocionado al verla.

—Querrá decir que llego tarde, muy bien sabe que siempre llego un poco antes.

—¿Si? ¿Por algo en especifico? —coqueteó con él.

—Por alguien, diría yo. Me gusta verla dar sus clases —se acercó y la tomó por la cintura, atrayéndola para besarla— ¿Que tal si me acepta un café en Broadway?

—Mm.. No creo que la academia vea muy bien eso. Digo, es el padre de mi alumna— pestañeó Anahí con inocencia haciendo ensanchar su sonrisa. Poncho se acercó a su oído y susurró.

—La academia no tendría por qué saber.

Anahí se mordió la mejilla para no reír. Amaba a ese hombre, y él cada día la hacía más feliz.

—¿Y a su esposa no le molesta?

—Creo que ella estaría encantada, pensaba comprarle un helado de vainilla con trocitos de hershey's que...

—Danos 5 minutos —lo besó interrumpiedolo, besó a su hijo y lo dejó en sus brazos para ir a cambiarse.

Ese helado se había vuelto su debilidad, y él lo sabía.

30 minutos después entraban los 4 en la cafetería, los niños ordenaron con entusiasmo, al igual que ella. Poncho la miraba con una sonrisa por como disfrutaba de su helado, como lo probaba y hacía ese gesto tan sexy  de «mmmm» cerrando los ojos. Amaba con locura a su mujer, le encantaba ver su rostro de felicidad con simples detalles como aquel, estaba fascinado con ella y se enamoraba cada día más, si eso era posible. Miró a sus hijos: Ana Paula daba helado a su hermano, quién reía feliz y sus ojos brillaban ante aquel sabor, le recordaba mucho a Anahí.

—¡Esto es como llegar al cielo! —exclamó Anahí señalando su -casi- vacío vaso. Poncho sonrió con picardía y se acercó para susurrarle al oído.

—Tengo formas mucho mejores de llegar a el.

Anahí enrojeció, abriendo mucho los ojos y Poncho rió. Amaba con locura a su mujer y no podía dejar de demostrarselo. Se acercó más a ella para depositarle un tierno beso en los labios.

La Profe de Baile (terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora