treinta y tres.

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Leo POV

Ese día me había pasado factura las consecuencias de salir con Apolo. Al chico no le bastaba con aparecer en mis sueños, también se había convertido en la razón de mis insomnios.

En parte también era mi culpa ya que habíamos pasado las últimas semanas de aquel mes hablando más y saliendo incluso más, y si no fuera suficiente, en las noches seguíamos conversando sobre cualquier cosa que se nos venía a la cabeza.

Y es que no podía cansarme de él.

Aquella tarde bostezaba constantemente mientras subía los escalones para volver a mi clase, había pedido permiso para ir a lavarme el rostro y eso me hiciera despertar, aunque la verdad no quería hacerlo, se sentía como un sueño: Un amor correspondido y bueno, como siempre había deseado. No, no quería despertar.

Me quedé quieto por un momento y apoyé mi mano en la pared antes de girar la esquina. Una sonrisa tonta apareció en mi rostro ya que estaba demasiado feliz. No encontraba nada en el mundo que pudiera romper ese momento.

—¿Estás buscando a tu novio?

Hasta ese día.

Pude reconocer la voz de Erik al instante, cómo no si él había sido uno de los tantos chicos que me habían molestado por el hecho de existir.

—¿Disculpa?

Y esa voz la conocía aún más, porque provenían del chico que me gustaba.

—La apuesta terminó hace semanas, Apolo, ya ganaste, el maricón está enamorado —¿Qué? —¿Por qué sigues saliendo con él? ¿Apostaron a que te lo tirabas? —La risa de Erik me causó un dolor de cabeza.

No, no solo me dolía la cabeza. Me estaba empezando a doler todo el cuerpo y sabía que Apolo podía detener la angustia negando todo lo que acababa de oír.

—Vuelve a decir algo así y no volverás a decir otra palabra en tu puta vida —espetó Apolo.

—¿Qué mierda te pasa? Era una broma.

Entonces todo fue una broma, palabras estúpidas de un imbécil para fastidiar a mi bestia.

Un inmenso alivio me recorrió el cuerpo en ese momento pero solo duro un par de segundos hasta que Apolo me destrozó el corazón con la verdad: —Ni se te ocurra mencionarle a Leonardo sobre la apuesta que hicimos.

"Tú también me gustas, saltamontes"

Ya no pude oír más.

No pude siquiera mantenerme de pie y acabé apoyando mi peso en la pared para poder resbalar mi cuerpo y sentarme en el suelo. Y solo pasaron dos segundos antes de tener a Apolo frente a mí con un gesto de pura sorpresa y preocupación.

Una apuesta.

Había sido una apuesta y yo había caído.




Los amooo con todo mi hert 🤸🏽‍♀

Cayendo Por Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora