cuarenta y siete.

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Leo POV

Aquella mañana fue la primera vez que desperté con Apolo en mis brazos. Y también fue la primera vez que experimentaba una resaca. Era una mezcla de sensaciones fuertes, y de emociones también.

Por un lado estaba el constante martilleo en la parte posterior de mi cabeza, dolía como el infierno y mentalmente me prometía no volver a probar un trago en mi vida.

Y luego estaba Apolo, quien dormía entre mis brazos de una forma tan...él. Roncaba como si tuviera los pulmones descompuestos, de vez en cuando arrugaba su frente como si algo lo molestara y para culminar con su forma tan peculiar de dormir, tenía la mano metida en el interior de su pantalón.

—Bestia —lo llamé de forma suave pero él no tuvo ni una reacción más que soltar un ronquido más fuerte que, estoy seguro, sonó hasta la otra cuadra —¡Apolo!

Creí que aquel grito lo había despertado ya que dejó de roncar y giró su cabeza hacia mí, hasta que volvió a abrir la boca para soltar sus ronquidos.

De forma instantánea le tiré un lapo en la cara—Ya, gracioso, despierta.

Su risa me acelero el pulso. Entonces me observó y me abrazó sin aviso, como si estuviese feliz de tenerme ahí.

—Buenos días, mi amor.

Mi cerebro hizo cortocircuito al oírlo. No solo por el apodo que había usado, sino también por su voz rasposa de recién levantado, tuve que tomarme unos segundos para recomponerme de su ataque directo a mi corazón.

Me dediqué un momento a observarlo y una sonrisa involuntaria escapó de mis labios, era muy obvio que cuidaba su piel, no tenía ni un signo de imperfección en su cara, incluso sus cejas estaban bien definidas. Quise reír al imaginarlo haciendo su rutina de skincare ya que no muchos chicos que conocía estaban pendientes de su aspecto.

Pero su piel suave contrarrestaba sus facciones toscas. Apolo desprendía masculinidad y gracias a él había confirmado mi tipo ideal, me atraían los hombres que caían en los estereotipos varoniles.

Respiré hondo antes de hablar —Debo irme, Apolo.

—No, no, no —se quejó como un niño caprichoso—Quédate —me pidió apoyando su cabeza en mi pecho —Quédate, ¿sí?

—Mi mamá me acaba de llamar y le dije que llegaría en veinte minutos.

Decidió ignorarme y al contrario de dejarme ir, se acomodó de tal manera que su rostro quedó enterrado en mi cuello —Dile que vas a desayunar —soltó en un susurro y cerré los ojos por el estrecimiento.

—No quiero mentirle más.

Lo sentí sonreír —¿Crees que soy una mala influencia? —Traté de responder pero sentía mi garganta seca, además el tono de su voz me ponía muy nervioso que se me hacía difícil pensar.

—Lo eres —logré responder.

—¿Quién fue el que allanó una propiedad privada? —susurró rozando su nariz cerca de mi mejilla.

Mi lado racional despertó y tomé el rostro de Apolo con una mano para apartarlo de ese lugar tan sensible —¿Así de cariñoso te pones en la mañanas?

Él trató de sonreír —Soy un peligro.

—Tu aliento sí que es un peligro.

Lo solté y me dispusé a levantarme. Había un espejo frente a mí que me hizo notar mis mejillas y orejas rojas pero decidí ignorar mi estado para buscar mis zapatillas. Entonces recordé que me las había quitado para poder trepar el árbol ya que eran muy incómodas en ese estúpido momento.

—Ven conmigo a la graduación —Ni siquiera tuve la oportunidad de responder cuando se levantó de forma rápida de la cama para abrazarme por detrás —¿Sí? Di que sí.

Traté de hablar pero él empezó a dejarme besos en el cuello y mi codo se estrelló contra su estómago al instante. Noté por el espejo como se sentaba en la cama mientras se frotaba el abdomen con una sonrisa traviesa, y ahí pude darme cuenta que definitivamente Apolo era otra persona cuando despertaba.

Cuando salíamos, solo se limitaba a darme besos que no duraban más que tres segundos, era bastante educado en ese aspecto y aquello me gustaba ya que en ese entonces estaba asustado por sus relaciones anteriores al enterarme que solo salía con alguien por una noche para un revolcón y ya, y yo no quería que todo pasara así de rápido así que se lo expliqué y él no tuvo problema alguno en ser más paciente conmigo.

Aunque tampoco me molestaba ser el causante de su repentino deseo.

—Anda a lavarte la cara con agua fría —le ordené y me senté a su lado sin mirarlo —Cuando salgas te doy una respuesta.

—Ya...¿me das un besito?

—Tienes un minuto antes de que me vaya.

Aguanté la sonrisa cuando lo ví, prácticamente, correr hasta su baño.

En ese momento a solas, me quedé mirando mi reflejo mientras un montón de pensamientos invadían mi cabeza, varios de ellos involucraban a Apolo y en cómo había empezado todo, y en cómo deseaba dejar las cosas como estaban y fingir que me sentía bien.

Creía que la culpa era mi edad, que a los quince años era normal agrandar los problemas y que si ignoraba mis sentimientos, si ignoraba todo lo que sentía en ese momento, todo iba a estar bien.

"No me afectó tanto". Era lo que trataba con desesperación de convencerme.

¿Cómo podía dejar que un pequeño error destruyera lo más bonito que había tenido? ¿O era mi culpa, por dejarme llenar con emociones negativas, con experiencias tristes, que al final exploté con Apolo? ¿Él podría entenderme? ¿Yo me entendía? ¿Por qué mi vida no era más simple o es que yo lo complicaba todo?

No dejaba de cuestionarme, pero detuve mis pensamientos cuando observé a Apolo salir del baño mientras se colocaba una crema hidratante y, así como si nada, creí que todo estaría bien.

—Iré contigo.

Decidí y él me mostró una sonrisa que calmó mi tormentosa cabeza.

—¿De verdad, saltamontes? —moví la cabeza en afirmación y su alegría fue contagiosa.

Siempre había sido fácil ser feliz con él.



















LOS AMO CON TODO MI HERT ♥


Cayendo Por Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora