Prólogo: Observa vuestra relación

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-¿No crees que el tabaco sabe mejor si se puede encender con cerillas, Kunikida-kun?

-¿Con cerillas? -Sentado sobre la cama, ya con la ropa interior puesta, la camisa abierta y la coleta todavía a medio hacer, Kunikida miró extrañado al suicida por el tópico elegido para la charla post coito de aquella noche.

-Sí, con cerillas.

-¿Quién demonios enciende el tabaco con cerillas?

-Alguien habrá, espero.

-Toma un mechero y déjate de cerillas.

-Qué aburrido eres. Le quitas todo el romanticismo a la vida.

-Digamos que siempre me atrajo más el naturalismo. Al menos en lo que a novela respecta.

Dazai suspiró casi con molestia, como si aquella respuesta tan "graciosilla" lo hubiese frustrado, cogiendo el mechero que el rubio le tendía con un movimiento elegante a la par que perezoso. El cuerpo le dolía ligeramente, concentrándose esos irritantes pinchazos en la zona de las lumbares, las caderas y la parte baja de la espalda. Sin embargo, eso no causaba que lamentase el acto realizado en compañía del idealista. Nunca lo haría; disfrutaba demasiado como para que un dolorcillo de nada opacase el placer. Además, no era sólo por el gozo en un sentido sexual. También era por Kunikida, por estar a su lado y por poder deleitarse junto a él, a pesar de que al rubio le siguiese planteando lo que hacían como mero sexo sin compromiso. Pero claro, Dazai era Dazai. No se lo habría propuesto de no tener un plan y un objetivo muy claros. Lo realmente sorprendente de toda la historia fue que Doppo aceptase sin más su indecente oferta.

Lentamente, no tenían prisa ninguna, Osamu encendió un cigarrillo, antes de tenderle el paquete de tabaco y el mechero al detective rubio con una mano. Con la otra se llevó el cigarro a los labios, no pareciendo muy interesado en darle ni una sola y simple calada. Al fin y al cabo, la razón de aquella acción se debía únicamente al trágico simbolismo de esta.

-¿Quieres?

-No, gracias. -Declinando amablemente su "invitación", Kunikida depositó ambos objetos en la mesilla de noche del suicida, al lado de una foto en blanco y negro que siempre estaba ahí y de la que nunca habían hablado-. Odio el tabaco, ya te lo he dicho.

-Ni que fuese un fumador compulsivo.

-Ya sé que no. -El idealista exhaló un suspiro que parecía resignado. Seguía sentado, dándole la espalda a su compañero de trabajo. Una de sus manos se dirigió al rostro de este, posándose en su mejilla. Ante tal gentil caricia, Osamu ronroneó como un gatito mimoso-. ¿Por qué sólo fumas después de nuestros... "encuentros"?

-Es una vieja costumbre. -Casi automáticamente, su voz se tiñó de un tinte triste. Doppo supo, incluso sin mirarlo, que en sus ojos se había extinguido su falso brillo-. Kunikida-kun, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Vas a hacerla aunque te diga que no.

-¿Cómo me describirías en una palabra?

-¿Eh?

Kunikida parpadeó, contemplando de hito en hito al ex mafioso. Dazai tenía los ojos cerrados y el semblante calmado. Aquella expresión le restaba años, lo hacía parecer un niño lleno de vendas. Su brazo derecho estaba extendido y en su mano el cigarrillo se consumía sin que lo hubiese probado siquiera, corrompiendo con sus cenizas y su humo grisáceo ese aspecto inocente y casto que nada tenía que ver con la realidad.

-Es mera curiosidad. -Admitió-. Yo a ti te describiría como admirable. A pesar de lo estricto que eres, tus valores morales me lo parecen.

-Eso es... halagador, creo. -Murmuró Doppo-. ¿Cómo te describiría? -El idealista se quedó pensativo, fija su dorada mirada en el suicida, en su cuerpo oculto y en los desoladores tintes de su voz. Esa mano que acunaba su rostro se acabó depositando en su pecho, justo donde debería estar el muerto corazón del moreno. Y si este latía, no logró notarlo. Quizá, quería pensar, fue debido a las vendas que separaban sus pieles-. Triste.

-¿Perdona?

-Triste. Desde el primero momento me pareciste una persona increíblemente triste.

-No era lo que esperaba.

-¿Qué creías que iba a contestar?

-Suicida, molestia, incordio, desastre... desperdicio de vendajes ya se pasa de palabras. Me esperaba algo destinado a herir mi autoestima.

-Si te acuerdas de tu examen de entrada, te dije que lograría sorprenderte.

-Realmente, no lo hace. Si analizo tu forma de ser, era lo lógico. Después de todo, eres demasiado bueno. Simplemente, pensé que me tenías en menor estima.

La mano libre de Dazai acabó entonces en la que Kunikida mantenía sobre su pecho. El idealista la tomó, llevándosela a los labios y rozando sus nudillos con una suavidad que casi implicaba devoción. Sus movimientos eran lentos, los de ambos detectives. No querían apresurarse y sentían que, si se aceleraban mínimamente, el ambiente entre ellos se rompería. Doppo miraba fijamente los ojos del suicida mientras besaba su mano. Osamu mantenía el escrutinio del rubio con firmeza y miedo al mismo tiempo, temiendo que su compañero fuese capaz de desentrañar los mil y un secretos que ocultaba. Aunque, si bien no dejaba de ser esa su intención, el rubio no era capaz de llegar al fondo de aquellos orbes oscuros.

-¿No estás siendo hoy más cariñoso de lo habitual, Kunikida-kun? -Murmuró Dazai, rompiendo su cómodo silencio pero sin destrozar la armonía entre ambos.

-No. Es sólo que tú estás siendo menos molesto de lo habitual.

-Eso duele...

-¿Mañana repetimos?

Osamu esbozó una media sonrisa muy traviesa. Con su mano tomó la de Doppo y la acercó a su propia boca, lamiendo juguetón la punta de su dedo índice.

-Cuando quieras.

Cómo conquistar a un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora