Paso 6: Si lo besas, ¡no huyas después!

2.7K 373 143
                                    

-¿Por qué demonios siempre acabamos así y en tu casa?

-Oh, vamos, ¿qué más dará?

-Da, Dazai, da.

-¿Te has vuelto ruso? Por favor, no me digas que eres Dostoievski disfrazado.

-Para con tus bromitas. Se supone que la cita no debería haber terminado así.

-¿Y qué tiene de malo? -La inocente sinceridad, de igual forma que la luz del día, se había evaporado de los ojos de Dazai, siendo sustituida por su habitual taimada picardía. El suicida jugueteó con el borde de su camiseta, enredando los dedos en la tela mientras se relamía los labios. La elevó unos centímetros, revelando parte de su hipnótico vientre plano casi por accidente. Kunikida debió hacer uso de todo su autocontrol para seguir apoyando las manos en el colchón, a ambos lados de su cabeza, y no comenzar a desnudarlo. O a arrancarle la ropa y las vendas con los dientes, que era la otra opción. Se resistía a seguir los planes del moreno aquella noche-. ¿No quieres?

Osamu le puso ojos de cachorrito. Sí, de cachorrito. Por unos momentos, Doppo pensó que bajo él tenía a un híbrido entre gato y humano que estaba usando sus poderes sobrenaturales de seducción para dejarlo sin defensas. Al fin y al cabo, no era capaz de resistirse a aquella dulce y picante mirada.

-Cierra esa bocaza tuya. Esto tendría que haberse quedado como una cita romántica, en vez de finalizar con nosotros teniendo sexo.

-¿Qué te crees que somos? ¿Críos con una hora de llegada a casa? Además, técnicamente, todavía no hemos hecho nada. Y somos adultos, Kunikida-kun. Una cita puede acabar como queramos que acabe. -Atrevido y cobarde al mismo tiempo, el suicida tomó con ambas manos su rostro y se impulsó hacia arriba. Cuando pensó que iba a besarlo, al idealista se le paró el corazón. No cerró los ojos únicamente por la ansiedad y la impresión del momento. Sus labios estaban tan cerca que sólo con vocalizar podrían rozarse. Por desgracia, Dazai se quedó así, colgando, suspendido a pocos milímetros de su boca-. Si tanto te desagrada que lo hagamos, ¿por qué no te marchas de mi casa?

No podía con él, no había manera. Definitivamente, la atracción que ejercía sobre su persona era muy superior a su fuerza de voluntad y a sus pluscuamperfectos ideales románticos. La tentación era demasiado fuerte. Ni siquiera era capaz de resistirse, ya no digamos de contenerse. Quizá algún día descubriese qué clase de pacto con Satán había hecho -o quizá fuese Lucifer quién había llegado a un acuerdo con el ex mafioso, nunca se sabe- para resultarle así de irresistible. Sin embargo, hasta ese día, se contentaría con satisfacer los deseos carnales que su compañero le suscitaba.

Haciendo que se volviese a tumbar sobre la cama, el idealista se irguió al ponerse de rodillas y se quitó la camiseta, tirándola al suelo con casi desdén. Osamu se relamió los labios ante la visión de ese torso musculoso y bien formado, alargando una mano para rozar sus pectorales con las yemas de los dedos. Doppo introdujo una de las suyas en la camiseta del moreno, levantándola todavía más hasta obligarlo a deshacerse de ella. Llegados ya a aquel punto, los ojos de ambos se habían empañado con lujuria.

-Date la vuelta. -Ordenó, tornándose ronca su voz y obviando la sonrisilla petulante e irritante del contrario.

-Eso está hecho, Kunikida-kun.

***

Al final de su acto secreto que Yosano tan fácilmente le había sonsacado a Kunikida, Dazai se dejó caer boca abajo sobre la cama, respirando con sonora dificultad por el reciente orgasmo. Escondió su rostro entre los almohadones desperdigados por el colchón como tantas otras veces hacía, incluso durante el coito. Trataba así de camuflar sus pómulos enrojecidos y sus verdaderas emociones, esas que sólo salían a la luz por la noche, cuando la luna reinaba en el firmamento. Jadeaba. Doppo interpretó sus actos de forma errónea hasta cierto punto. Donde el idealista vio sufrimiento, Osamu trataba de mantener oculta su vergüenza. Y si bien es verdad que al suicida le dolía el corazón, no era por las razones que el otro detective creía.

Temeroso, como si pensase que iba a romperse de un momento a otro, Kunikida posó una mano en sus cabellos, hundiéndola entre los suaves mechones castaños y acariciándolos. Ignoraba, y así lo hizo incluso cuando Dazai giró su rostro enrojecido, que era precisamente esa gentileza la que dañaba al ex mafioso. Tanto la que demostraba al colmarlo de caricias como cuando tenían sexo. Porque, por su culpa, Osamu incluso se sentía tentado a pensar que hacían el amor.

-Dazai... -Susurró Doppo, comenzando lentamente a vestirse pero sin dejar en ningún momento de mirarlo a los ojos-. ¿Disfrutas cuando lo hacemos?

-No te lo habría propuesto si no disfrutase. -Musitó, inseguro de su respuesta.

-¿Y por qué nunca me miras en el acto? -Inquirió-. ¿Por qué siempre me das la espalda y te ocultas bajo las almohadas al terminar? ¿Por qué siempre me da la impresión de que huyes de mí? ¿Por qué parece que sufres tanto?

Dazai no se atrevió a contestar de buenas a primeras. Emitiendo un ruidito atragantado, el ex mafioso se dio la vuelta hasta quedar tendido de espaldas. Así se percató el contrario de que su mirada estaba ligeramente enrojecida. Su rostro neutral se mostraba serio, atrayendo mucho más la atención de esos orbes dorados de lo que lo hacían sus vendas descolocadas.

-¿Te gustan nuestros encuentros, Kunikida-kun?

-Sí.

-¿Y te gusta estar conmigo?

Kunikida estaba ya abrochándose los botones del pantalón, lo último que le quedaba para estar totalmente vestido. Ante aquellos ojos desolados del suicida, ante aquellos tintes que parecían suplicar por un poco de cariño, tomó una decisión definitiva que ya no tendría remedio.

-Más de lo que te imaginas. Mucho más.

Y sin pedir perdón ni permiso, Doppo se inclinó sobre la cama y atrapó sus labios en un inesperado primer beso. Osamu se quedó atónito, con los ojos abiertos como platos. No se lo esperaba y, por primera vez en su vida, no supo cómo reaccionar. Sólo fue capaz de pensar en lo dulces que eran aquellos labios y en lo bien que parecían encajar con los suyos propios. La boca contraria tomó la suya con suavidad y dulzura en un beso efímero y delicado que, de alguna manera, pudo haber contado como confesión. Su único defecto fue la velocidad. Tan rápido que a ambos les supo a poco, tan primerizo que tornó de inocentes colores sus rostros. Tan adictivos fueron los labios contrarios que los dos quisieron repetirlo, pero ninguno se atrevió a dar el primer paso.

-Kunikida...

-Lo siento.

-Kunikida, ¡espera!

A pesar de su tono apresurado y de que se incorporó en la cama, tratando de agarrarlo y evitar su marcha, Kunikida no le hizo caso. Asustado y avergonzado, el idealista escapó, dejando a Dazai solo, cubriendo su desnudez con las sábanas y acariciándose los labios con las yemas de los dedos.

-Kunikida... idiota.

Cómo conquistar a un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora