Paso 8: Dile lo que sientes, no hay cosa más sencilla

2.7K 365 166
                                    

El ventilador todavía encendido era lo único que se escuchaba en el salón cuando Kunikida dejó frente a ambos dos vasos de té al limón. El sonido del cristal y del hielo al chocar contra las paredes transparentes hizo acto de presencia en mitad del silencio, pero no tardó en desaparecer de nuevo. Había sacado las bebidas por pura cortesía y por el ambiente estival, todavía insoportable, pero tenía la sospecha de que el hielo se derretiría antes de que probasen un solo sorbo. Seguramente, y vistos los nervios de índole adolescente ambos, incluso lo harían antes de que cualquiera de los dos abriese la boca. El idealista sólo podía agradecer que Yosano no los estuviese viendo. Su reprimenda por ser tan idiotas sería impresionante, a la par que comprensible. Aunque alguna ventaja poseía aquella situación de tenso mutismo, y esta se le apareció a Doppo a modo de sospecha tardía y despistada. Según Akiko, no se daba cuenta de algo muy importante, un dato clave y esencial para comprender la situación. Por lógica, como no lo tenía, no podía terminar de descifrar y entender lo que le pasaba al ex ejecutivo por la cabeza. Pero, analizando el ambiente, podía ver claramente que Dazai estaba nervioso. Jugueteaba con los bordes de sus vendas y miraba al suelo, tratando de desentrañar un acertijo inexistente entre los límites de los tablones del parqué. Al notarlo, a Kunikida se le encendió la bombilla, y quiso darse cabezazos contra la pared. ¿Acaso habría desarrollado el ex mafioso algún tipo de afecto hacia él? ¿Sería posible que a eso se refiriese Yosano al hablar de su ceguera mental?

-Pues... sí que hace hay un ambiente asfixiante hoy, ¿verdad? Creo que es el día perfecto para morir de un golpe de calor. O por una insolación, eso también sería interesante, ¿te lo imaginas? -Comentó el suicida, balanceando una mano frente a sus nerviosas facciones a modo de abanico.

-¿Has venido para que comparemos métodos de suicidio acordes a la estación?

-Era para romper el hielo, por irónico que suene. -Apoyándose en el respaldo del sofá como si quisiese hundirse entre los almohadones y no salir de ahí nunca más, buscó casi con timidez los ojos amarillos del idealista-. ¿Estás bien? Es bastante raro que faltes al trabajo.

-Digamos que tenía resaca psicológica.

-No soy médico, pero me crió uno entre libros de estrategia y manuales de anatomía. Estoy casi seguro de que eso no existe.

-Que me dolía la cabeza. -Masculló con cierta irritación. Muchas veces, no por estar prendado de él, su paciencia resistía mejor a sus comentarios-. No sé si las aspirinas me han ayudado o si los exámenes que me ha tocado corregir lo han empeorado.

-A veces dudo de si eres humano o no, Kunikida-kun. Y a veces me preocupas seriamente. Aunque para aguantarme debes tener algún poder sobrenatural todavía más fuerte que el Doppo Ginkaku.

-Es posible que ciertos sentimientos condicionen que sea más o menos difícil soportarte. Normalmente, empeoran lo mucho que ya me estresas.

-Ya veo.

-No pareces sorprendido.

-Es que no lo estoy. Quiero decir, tus actos de esta semana te han delatado. No creo que me pidieses una cita si me odiases tanto como sueles afirmar.

-¿Hay alguna persona en este mundo que haya logrado hacer algo que no te esperes?

-Debo admitir que lo del libro me pilló desprevenido. Pero, por regla general, es difícil. Para Mori-san, mis cumpleaños eran un infierno. Siempre intentaba darme una sorpresa y creo que sólo lo consiguió una o dos veces.

-Creo que puedo imaginármelo, hasta me va a dar pena. ¿Qué demonios te regalaba ese hombre?

-Libros. Y una vez intentó hacerme una fiesta, pero no salió bien. Acabó con Chuuya y conmigo tratando de apuñalarnos con las cucharas de plástico de la tarta. Cuando terminó, le rogué que siguiese con los regalos de siempre.

-¿Y le daba libros como el de Maquiavelo a un niño?

-Básicamente. Después de todo, pasé mi infancia entre letras. Aunque jamás pensé que tú fueses a regalarme justo ese título.

Su conversación todavía era tensa, muy tensa. Las palabras de Osamu no eran tan fluidas como acostumbraban, sus leves y ocasionales movimientos carecían de la parafernalia de siempre y no empleaba ni bromitas ni dobles sentidos. Quizá Doppo se estaba ilusionando demasiado, pero deseaba con todas sus fuerzas creer que su hipótesis era cierta.

-Era una cita. En las citas a veces se hacen regalos espontáneos.

-Fue mucho más acertado que lo del clavel y el chocolate.

-No me recuerdes mis fallos. ¿Cómo puede no gustarte el chocolate?

-No lo sé. Nunca me ha gustado. En general, no me gusta lo dulce.

-Eres una persona más amarga de lo que parece.

-Pero eso no te extraña, ¿verdad?

-No, realmente no. Me enamoré de ti por eso, ¿sabes? -Tratando de aparentar una falsa tranquilidad que sin duda no sentían, idealista y suicida se miraron a los ojos. Buscaban adivinar los pensamientos del contrario y fracasaron estrepitosamente en el intento-. Es por el brillo que desaparece de tu mirada, por la realidad que ocultas. Es porque eres como un laberinto en el que me he perdido irremediablemente.

-Tú decidiste entrar y perderte.

-Y no me arrepiento. -Armándose de valor, Kunikida alzó una mano con la que rozó la mejilla del suicida. Al contrario de lo que creía, Osamu no se tensó ante su tacto. El suicida se relajó al sentir la cálida palma que acunaba su mejilla y, sabiendo lo que ocurriría a continuación, cerró los ojos, invitándolo a proceder. El rubio acortó la distancia entre sus bocas y besó sus labios con toda la dulzura del mundo, saboreando cada segundo-. Sólo si me lo permites, no quiero salir nunca de este laberinto.

-¿Eso es una confesión?

-No, si te parece es una declaración de guerra.

-¿Cuándo te has vuelto tan sarcástico sin que yo me entere?

-Me habrás contagiado parte de tu personalidad retorcida.

Sin poder evitarlo, ambos estallaron en carcajadas. Doppo se sorprendió al ver reír al ex mafioso de forma tan musical, tan grata, tan sincera, como si no fingiese y realmente tuviera razones para hacerlo. Era hermoso, o al menos a él se lo parecía. De manera inevitable, se vio tentado por el tono sonrosado de sus mejillas y por sus labios entreabiertos, volviendo insoportables sus ganas de besarlo de nuevo.

-Kunikida-kun -acabó por llamarlo casi con timidez-, ¿estás seguro de lo que sientes por mí? Quiero decir... no aparezco en ninguna parte de tu ideal. No soy esa mujer perfecta e inexistente con la que ansías casarte y tener hijos.

-Precisamente por eso me gustas. Le diste la vuelta a mi ideal por completo y lo pusiste todo patas arriba. Lo haces a diario, por si no te das cuenta. Y no sé si te lo propones o no, pero el caso es que has llegado a hacerme desear que trastoques mis horarios y mis planes. Dazai, estoy perdidamente enamorado de ti.

-¿Sabes que tu gusto es terrible?

-Soy consciente, pero no me arrepiento.

-¿Y que yo soy un asco de persona?

-Que sepas que no estoy de acuerdo con eso.

-¿Y que tus sentimientos son recíprocos?

-Ahora entiendo por qué Yosano me llamaba gilipollas.

-¿No te habías dado cuenta? -Dazai apenas pudo contener una carcajada atragantada-. Si según Naomi soy la cosa más obvia del mundo. Llegó a decirme que se me notaba más que a Atsushi el noviazgo secreto que se trae con Akutagawa.

-No me culpes; tratándose de ti, no sabía que pensar. -El idealista suspiró, respirando con tranquilidad por primera vez en meses. Sentía como si se hubiera quitado un peso de encima-. Creo que este es el momento perfecto para dejar de basar nuestra relación en sexo sin compromiso, ¿no estás de acuerdo?

Y, efectivamente, así ocurrió. Así finalizó su estado de transición sin etiquetas cuando aquella vez, por primera vez en sus vidas, hicieron el amor y cuando Kunikida se dio cuenta de que había conquistado a su suicida.

Cómo conquistar a un suicida [Kunikidazai] [BSD fanfic yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora