Capítulo 7.

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Había recibido un superlike. Pasé a dos hombres rudos y morenos, a una mujer rubia que me recordaba a las campesinas de las estepas rusas más trabajadoras. Después encontré una cara conocida.

Una cara redonda, con rasgos marcados a la vez. Con una barba gigantesca y tupida que había visto tantas veces. ¡Cómo la admiraba! Entré en su perfil. 

Hola soy Friederich, pero puedes llamarme Fred. Soy un chico muy sencillo, de andar por casa. Creo en el comunismo y junto a mi amigo Karl he escrito muchos libros. Solo busco una chica sencilla, roja, que tenga las mismas aficiones que yo, como matar capitalistas.

Mido 1,78 de alto y podría dar otras medidas pero me las reservo jaja

¿Qué coño hacía aquí Engels y por qué me había dado superlike? ¿Acaso estaba interesado a mí desde el principio? Vale que una de las tantas veces que estábamos en el bar Yuri Gagarin me había dicho que quería joderme más que el capitalismo, pero para mí eran paparruchadas, como la candidatura de Pedro Sánchez.

Salí de la aplicación. Necesitaba pensar qué iba a hacer. No me atraía. Me parecía repulsivo, era el Milhouse del marxismo. Yo no podía estar con un Milhouse, soy Lisa Simpson y no, no me rebajo tanto. ¿Qué podía hacer para o ser descortés? Si pasaba de él se acabaría enterando y vendría a meterme un palizón como los de la Harley Quinn, y no tengo aquí al Joker para defenderme.

Y sí le daba like, aceptaba verle y hacía ver que me había vuelto una verdadera capitalista. Sí, eso era una buena idea. Además a lo mejor colaba que me invitase, que llego a fin de mes muy apurada. Me cago en este sistema de mierda, todo el día en Body Bell vendiendo puto eyeliners hechos con caucho derretido para luego no poder comprarme ni un sacapuntas para el puto lápiz de ojos de mierda.

Volví a entrar a la aplicación. Deslicé a la derecha e instantáneamente me escribió.

  —¿Qué tal preciosa? Cuánto tiempo. A ver si te veo eh wapa, te dejo aquí mi WhatsApp 675029302394023948. Háblame. ¿FOTOPOYA? ¿quieres ver mi potencia comunista? tENGO EL MARTILLO MÁS GRANDE QUE KARL AJJA

Me quedé super rayada, no era la forma en la que Engels me había cortejado hasta el momento. Él era una persona mucho más sencillo y castizo. De estos hombres que al cumplir 50 se ponen chaleco y boina y paran a los chavales para contarles historias de tiempos remotos, que en verdad han sido dos meses lo que ha pasado pero al caso, que ellos piensan que es mucho, pero no. De estos hombres que te regalan una rosa, un clavel, una margarita o un cardo porque no les da para más el sueldo. O de estos que te escriben una poesía donde eres mejor que Lyudmila Pavlichenko o Angela Davis. Decidí abrirle WhatsApp, y descubrir si tras ese perfil se escondía el verdadero Engels

Hablamos durante horas y horas. Mencionó a Karl en numerosas ocasiones y cada vez que lo hacía me dolía más que comprar un par de calcetines de Decathlon. Me dolía más que la muerte de mi abuela, La Pasionaria. 

Quedamos esa misma noche, en uno de los bares del barrio de las letras. No era mi querido y extrañado Yuri Gagarin, esa noche Karl estaría por allí, participando en una de las batallas de bailes rusos tradicionales, sino que iríamos al Vips. Me costó mucho convencerle, pero si quería ir disfrazada de capitalista no podría pasarme por otros bares como el Proudhon o no volvería a ver la luz de mi querido Sol, amarillo como la hoz y el martillo.

Tenía dos horas para preparar mi disfraz. Salí de casa y crucé el frío rellano. Llamé a la puerta de enfrente. La música de J Balvin cesó y en la puerta vi a quien a sería mi salvadora de la noche y conseguiría que mi plan se pudiese llevar a cabo, la Vane.

La Vane era un especimen conocido alrededor de todo mi barrio. Todas las noches salía de su casa con una raya del ojo del color más chillón posible, dominando el vecindario si por? Unos tacones con una aguja capaz de atravesar el cráneo más duro y unos ropajes dignos de Amancio Ortega en sus noches locas.

—eSSA VANEEEEEE —fingí hablar en su idioma, así establecería un vínculo de confianza mucho más rapidamente— Que pasa chavalita?? Necesito un favor tronka, mazo de urgente, en plan, para ahora mismo tta.

—Venga Lokassa —había cumplido mi cometido— Pasa a mi kelly y dime en que te puedo ayudar.

Pasé. Al entrar noté un cambio en la atmósfera. Era como entrar a PRIMARK, había ese olor a ropa cosida por personas explotadas y esclavizadas. Le pregunté si me podía dejar algo de ropa, pues tenía una cita con un chico, chorbo para ella, y quería ir igual de rompedora y fabulosa que ella.

Me decidí por uno de los mejores conjuntos a mi parecer. Simplemente con mirarme en el espejo me dieron ganas de autotirarme al suelo y comenzar a hacer la croqueta hacía el acantilado más cercano. 

Consistía en unos tacones de doce centímetros, color dorado, con tira y que olían sospechosamente a plástico del malo, del que roza y hace sarpullido. Unas medias dos tonos más oscuras que mi verdadero color de piel, pero bueno todo se arregla con unos rayitos UVA. una falda de tul de color rosa chicle con unos volantes negros en la zona superior. Un top corto y un choker dorado que picaba como su puta madre y, por último, para rematar el look, una bufanda de pelo sintético que iba a conjunto con la falda. 

Todo ello lo rematé con un makeup sencillo, utilizando productos que SÍ testan en animales. Me estaba dando arcadas a mí misma, pero como dice mi madre, para lucir hay que sufrir. Y si quiero lucir que Engels me da puto asco tendré que sufrir como una capitalista.

Karl Marx y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora