Seguro que alguna vez les pasó:
toparse con alguien, saber que uno lo ha
visto muchas veces antes, pero ser
incapaz de decir quién es. Eso me
sucedió a mí ese día cuando entré a la
relojería. Iba en busca de una pila para
mi reloj, que se había detenido la noche
anterior. Anselmo estaba hablando con
este muchacho-cara-conocida y me
saludó distraídamente. El otro mesonrió.
—Aquí estábamos comentando
sobre el asunto de los chicos, Romeo y
Julieta —dijo Anselmo—. Fernando
conoce una parte importante de la
historia.
Claro, me dije a mí misma:
Fernando. Recién entonces me di cuenta
por qué esa cara me resultaba tan
familiar: cuando trabajaba en la
relojería, Fernando había pasado
infinitas veces por mi kiosco a comprar
cigarrillos. Supongo que fue por eso,
porque éramos casi amigos sin
conocernos demasiado, que me contó
todo. Y todo empieza, evidentemente,con el gato.
Sí, Modesto se había convertido en
un verdadero problema en la quinta.
Demasiado
independiente:
era
imposible mantenerlo dentro de la casa.
Para evitar que cayera en las garras de
los perros terminó pasando a manos de
Marcelo.
—Tendría que haber hablado más
con él antes de dárselo —se lamenta
Fernando, que se siente un poco
responsable por todo lo que pasó
después. Pero no: la entrega fue rápida.
Precisamente allí, en la relojería. Se
encontraron una mañana, el gato cambió
de manos y apenas hubo algunoscomentarios sobre vacunas y alimentos.
Fernando no volvió a saber nada de él
hasta ese día, un viernes, en que el mono
empezó a gritar.
—¿El mono? —pregunté yo.
—Sí, yo tengo un mono tití, se llama
Simbad.
Fernando estaba cortando el césped
en la quinta aquel famoso día y no oyó
nada hasta que apareció el mono
lanzando alaridos. Recién cuando apagó
la cortadora pudo oír a los perros. Los
perros y los gritos. Corrió hasta la
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Café Solo
Romance-ATENCIÓN, ESTA HISTORIA NO ES MÍA, LE PERTENECE A ANDREA FERRARI, YO SOLO LO PUBLICARÉ AQUÍ- Una noticia ha conmocionado el país: dos adolescentes de un barrio de Buenos Aires se han subido a una cornisa y han querido acabar con sus vidas porque su...