2-Anselmo

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Un buen lugar para empezar podría

ser el negocio de Anselmo. Sin

embargo, el periodista narigón no se

detuvo allí. Yo lo vi pasar, abstraído en

su libreta de apuntes, probablemente aún

disgustado por el mal momento que

había sufrido con Clori. No le echó

siquiera una ojeada a la relojería y eso

que Anselmo estaba ahí parado,

esperando que algún cliente se decidieraa entrar.

Y si uno lo piensa bien, todo

empieza allí: en la falta de clientes.

Porque si el negocio hubiera funcionado

mejor, Fernando seguiría trabajando y

entonces las cosas hubieran sido

distintas. Pero me estoy precipitando.

Mejor cuento la historia tal como me la

explicó a mí Anselmo, que aún hoy sigue

extrañándolo a Fernando.

—Un muchacho con un don natural

para los relojes —dice—. Una lástima

que tuviera que irse.

Es una manera peculiar de ver el

asunto, porque en verdad fue el mismo

Anselmo quien le dijo que se fuera, quela gente arregla cada día menos relojes y

ya no podía seguir pagándole el sueldo.

—Y la primera reacción del

muchacho no fue preocuparse por su

futuro, sino por los animales. Así es él:

los animales son su pasión.

La pasión de Fernando en este caso

se trataba de dos perros, un gato, una

tortuga, un loro y un mono. Como para

no preocuparse. Hasta ese momento

vivía felizmente con todas sus mascotas

en un pequeño departamento alquilado, a

dos cuadras de la relojería. Es decir,

felizmente para él y desgraciadamente

para sus vecinos, que no hacían más que

quejarse del ruido y el mal olor. Trasdieciocho reuniones de consorcio y

varias cartas amenazantes, los vecinos

no habían logrado que Fernando mudara

a sus animales, pero habían obtenido una

promesa del dueño del departamento:

ante el más mínimo problema, le

cancelaría el contrato. Estando los

ánimos tan caldeados, Fernando tenía

claro que no habría modo de negociar un

atraso en el alquiler. Sin sueldo no

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