Cuatro

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MOMENTOS

Me siento mareada, no tengo fuerzas y no tengo ganas de estar aquí, pero, es el sacrificio que tengo que hacer por tener un poco de dinero en mi bolsillo.

—Laia la orden de la mesa cuatro se enfría  — me dice Elías

—Oye estás muy pálida. ¿Segura que te sientes bien?

—Claro que sí, ¿acaso no me ves? Estoy perfectamente — le digo mientras levanto las sobras de comida de una mesa.

—Es que no lo pareces, de hecho  parece que te vas a desmayar en cualquier momento. — Me trata de agarrar pero lo esquivo.

—Me puedes hacer el favor de entregar esa orden mientras yo atiendo a los demás.

—Ok, pero come algo ¿sí?

Solo asiente con la cabeza.

Elias es mi compañero de trabajo y un gran amigo en sus tiempos libres. El ha trabajado aquí desde hace cinco años, el me enseño todo lo que se necesita saber para atender a los clientes. Claro que yo hice unas pequeñas mejoras.

Nuestro jefe, Marc, es muy accesible, pero también muy decisivo en algunas ocasiones. Él con sólo diecisiete años fundó este lugar, ya que sus padres lo corrieron de la que era su casa y como cualquier estudiante a esa edad, salió a casa de unos familiares que lo acogieron como su propio hijo. Desde siempre había sido bueno con los negocios, a pequeña escala claro, así que empezó a vender todo tipo de cosas. Consiguió un empleo formal que le sirvió para darle dinero a esos familiares, ahorrar para invertir en algo más grande y ahorrar para sus estudios.

Después de unos meses consiguió el capital suficiente, uno de sus tíos le consiguió el local adecuado a lo que quería y su tía fue su prestanombres para poder sacar un pequeño crédito en el banco, ̶ que por su puesto ̶  él iba a pagar.

Y así es como nació Rico Taco un lugar para comer (no solo tacos) sino todo tipo de comida con sabor a hogar. Además, por si se lo preguntaban, terminó la universidad, graduado con honores en Administración de Empresas.

Ahora, se preguntaran ¿Cómo es que conoces la vida de tu jefe? , bueno, dejémoslo en que es un poco, sólo un poco egocéntrico, algo así como el tamaño de la tierra.

Bueno, ya que lo pienso, él parece tener treinta años, aunque en realidad tendrá unos cuarenta y siete según mis cálculos, pues el tema de la edad de lo toma como una vieja gruñona de setenta. Es el único dato que no se lo pasa diciendo a cualquier persona así como todo lo que ya les conté.

—¡Terroncito! — exclama la señora Rosa en su mesa predilecta que se encuentra justo junto a la ventana.

—¿Qué tal Rosa, como le va? — le pregunto simulando mi mejor sonrisa.

—Bien dulzura, pero veo que a ti no tanto como a mí. ¿Qué pasa?¿Por qué esa cara?— frunce el seño. ¿Por qué todo el mundo pregunta lo mismo? Se que me siento un poco, pero sólo un poco mal, aunque no es para tanto.

—No es nada realmente, es sólo el estrés ya sabe... — y justo cuando voy empezando mi monólogo bien preparado para estos casos.

—Que no le diga mentiras y la mareé con ese guión tan bien preparado que a mí ya me lo dijo y no se lo creo. — comenta Elías.

—No es cierto. — me defiendo— No se de que me hablas — me desentiendo por completo.

—Ya, ya, déjala tranquila chiquillo. Si no lo quiere decir está bien, pero entonces tienes que prometer ir a su casa para que comamos juntas unos pastelitos deliciosos con nuestro té preferido.

—Es un trato— Le digo.

—Bien mi niña, nos veremos a la cinco.

—Si— Se levantó y salió por la puerta con ese tan característico olor suyo, conjunto aquellas tan bonitas ropas distintivas de una señora mayor de edad.
—Aun no entiendo porque sigue diciendo que es tú casa, si ni siquiera eres su nieta, ni parte de su familia. — sale Marc diciendo y alisando su polo azul marino.

—Yo pienso que es porque es como una forma de redimirse de su oscuro pasado, así que le da de comer a un elfo feo su conciencia siente calma.

—Ja-ja. Super chistoso. Lo amé. El mejor que has contado he.

—Oh. No era un chiste. Solo era una visualización de los hechos.

Maldito Elías que tenga un metro ochenta y cinco, no quiere decir que yo con mi uno sesenta y siete sea una elfa, creo que caigo más en Minion, pero esa no es la cuestión.

—Mejor vayan a atender a los clientes. Oh y Laia, estas a cargo. Regreso en un par de horas y de ahí se pueden ir.

—¡Señorita!¡Disculpe!¡Señorita! Necesito más café — me grita un hombre desde la barra que hay.

—Claro que sí — le contesto— en seguida.

🌻🌻🌻

Nunca nadie se detiene a pensar como pasa el tiempo, tal vez solo lo hicieron los ilustres pensadores, pero hasta eso, no supieron formular las preguntas indicadas, o centrar en que de una forma u otra todo es efímero, pues el ahora es un pestañeo, que cuando menos nos fijamos ya es pasado y al futuro que no queríamos enfrentar se convirtió en el ahora.

Si bien estos pensamientos/reflexiones/epifanías me llegaron después de haber pasado una encantadora y acogedora tarde con aquella señora que en algún momento alegró mis días más negros y aunque era consciente de que nuestro tiempo juntas tenía fecha de caducidad, no me fijaba en eso por mucho porque siempre le gustó decir una de aquellas frases tan características de Eleonor Roosevelt.

"El futuro pertenece a quiénes creen en la belleza de sus sueños".

Lo tenía tan grabado en sí, era su máxima y trataba que los demás lo creyeramos. Fuese o no real.

Uno de los sueños y deseos que pedí, era tener más tiempo, pero al parecer no creí con tanta fuerza para que se volviera realidad.

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