Seis (I)

8 1 0
                                    

EL INICIO DEL FIN

Era un hermoso día, en el que la más bella flor floreció, excepto que ese hermoso día no era mío, ni tampoco yo era esa hermosa flor haciendo lo suyo.

En realidad,era  un día muy aburrido,como cualquier otro, pocas clases, casi ninguna en realidad, uno que otro despistado pidiendo las notas para entregar cinco minutos antes y todo callado —dentro de lo que se supone debería ser—, aunque luego sucedieron dos cosas.

La primera, recordé que mi hermano llegaba hoy para mi graduación, y la segunda, que tenía una cita-no cita con un doctor, el cual, para nada profesionalmente me invitó.

Bueno, las cosas cambian un poco, su nombre (el cual ya conocía), era Gabriel y además de ser un muy buen doctor, era un excelente bailarín, del cual me acompañaría en una competencia.

En los pasados días, cuando estuve ensayando con él y buscando coreografías en las cuales nos sintiéramos cómodos para presentar y grabar, pude saber que tiene veinticinco años, era un íntimo amigo de mi profesora de baile y tenía un sentido del humor un tanto… ¿Curioso?.

No sé cómo describirlo, ¡Diablos! fue incómodo para mí darme cuenta que la persona de quién mi maestra y amiga se pasaba hablando horas, fuera con quién yo saldría.

Tuve ganas de vomitar, me sentí extraña y parecía como si estuviera repitiendo un insólito déjà vu, pero eso fue lo raro, lo malo fue que sentí que Gabriel y yo nos acoplamos muy bien, no solo lo digo por el baile, sino por la interacción que teníamos y me sentí muy mal porque era como si estuviera traicionando la confianza de mi amiga.

Me sentí sucia y quise cancelar la cita. Por lo que después del ensayo hablaría con Gabriel y le diría que lo sentía pero que no podía, o inventaría una excusa para no sentirme peor.

Sólo que eso no sucedió.

Alma me llamó dos segundos antes de decirle todo lo que en mi mente ya había planeado, para decirme que lo sabía. Que ella sabía que saldría con Gabriel, que él mismo se lo había dicho unas noches antes y que lo entendía, que no era mi culpa y que no me sintiera mal.

Eso le dió un poco de paz a mi conciencia.

Por otro lado está el asunto con mi hermano. Nunca es sencillo ser el hermano de, así que por ello siempre me propuse que no me compararán con él o con nadie.

No es agradable saber que eres insuficiente por no seguir los pasos de alguien más.

Mi hermano es el ser más increíble que puede haber, nunca pero nunca he extrañado a nadie con tanta fuerza como a él. Abraham y yo nos llevamos cuatro años de diferencia. Es el mejor hermano que me pudo haber tocado, es un poco estúpido a veces y también sobreprotector, pero vamos, parece que todos los hermanos vienen con ese chip incluído.

Como se habrán dado cuenta, él no vive aquí; con mis papás y conmigo, Abraham hace aproximadamente año y medio se fue de aquí para Mánchester en donde estudia la universidad y trabaja.

Bien, la cosa está más o menos así, mi hermano, el hijo pródigo, estaba trabajando y estudiando aquí, en un bufete de contabilidad de un muy amigo de mis papás, un lunes Abraham llegó más temprano de lo usual a la casa, nos invitó a cenar, en lo que nos bañamos y nos arreglamos, el se veía más contento y hasta estuvo cantando.

Fuimos a cenar a Dilraj, un restaurante maravilloso, en donde íbamos regularmente, pero en ocasiones especiales, después de pasar los primeros quince minutos de espera, llegaron los Henning, quien, el señor Rayan Henning es el jefe de mi hermano. Todos amenamente nos pusimos a platicar, y para cuándo llegó la hora del postre, Abraham se levantó de la silla, golpeó con un tenedor una copa llena con lo que parecía vino espumoso y nos dijo:

TRAVESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora