Podía sentir el dolor punzar a través de mi sien. Podía perfectamente sentir los latidos de mi corazón en mi cabeza. Y dolía. Dolía muchísimo. Sentía la garganta seca, y me ardía, estaba en carne viva. Me dolía el cuerpo, todo el cuerpo. Creo que había dormido en mala posición. Pero aún me pesaban los parpados, no podía abrirlos del todo, en el fondo de mi mente sentía una voz tratando de decirme algo, sentía la necesidad de entrar en pánico. Sin embargo tenía hambre, y en este momento, eso es a lo que más exigía mi cuerpo que reaccionara. Le demás vendría después. Pero no podía abrir mis parpados, supongo que aún era demasiado temprano, pues todo se encontraba sumergido en la oscuridad, y el zumbido de en mi sien no ayudaba a concentrarme y despertar por completo.
Podía escuchar voces, voces masculinas. Que en el infierno estaba ocurriendo. No podía descifrar nada. Mis parpados estaban pesados, yo estaba bastante adolorida. No podía ver, no podía escuchar, y la pesadez me envolvía. Necesitaba descansar mi mente, solo un poco más.
***
Un grito desgarrador me despertó, abriendo mis ojos, mientras me acostumbraba a la penumbra de la habitación, aterrada, me di cuenta que el grito provenía de mí, era yo la que estaba gritando. Me costó solo unos segundo darme cuenta del porqué. Estaba atada en una silla, con las manos sujetas en una especie de muñequeras en el reposabrazos, y mis tobillos estaban unidos por algún tipo de tela, igualmente sujetos a las patas de la silla de metal a la que estaba sentada.
No podía respirar. No podía controlar los temblores en mi cuerpo. No podía dejar de llorar en este momento. Todo era soltado en mí de un solo golpe. Era demasiada información por procesar, y al mismo tiempo no la suficiente para hacerme entender ¿Cómo? ¿Por qué estaba aquí?
Estaba atada, estaba desnuda, y obviamente estaba privada de mi libertad. Y aun sabiendo estas cosas, mi mente estaba teniendo problemas para ponerse al día, no así mi cuerpo y mi corazón por supuesto, en mi alma sabía que nada bueno podía venir si eras secuestrado. Imágenes de mutilación invadían mi mente. Muerte y más muerte, era lo único en lo que podía pensar. No estaba pensando en cómo salvarme, sino en el final indubitable para mí.
En la televisión, en estos casos, siempre dicen que no entres en pánico, sin embargo no puede haber una cosa más estúpida para decir. Yo estaba en total pánico, y aunque lo quisiera no podía controlarme. No cuando sabía que probablemente nunca saldría viva de este lugar, donde quiera que fuera. No podía dejar de pensar en venta de órganos, trata de mujeres, asesinos seriales, violadores. Dios, las posibilidades eran infinitas, y obviamente ninguna era favorable a mi persona.
No podía entender como había terminado en esta situación. No podía creer que esto me estuviera pasando. Y sin embargo ESTABA pasando. Necesitaba recordar cosas importantes. ¿Dónde estaba ayer? ¿Qué es lo último que recuerdo? ¿Cómo, posiblemente termine en esta situación? ¡Porque todo tenía que ser tan confuso! ¿Por qué no podía recordar nada? Y los malditos dolores no paraban. Ni siquiera podía hacer un recuento de daños a mi cuerpo. Me sentía más vulnerable que nunca. No podía creer mi puta suerte. De entre todas las mujeres, tenía que ser yo, por supuesto.
¡Qué está mal conmigo! A pesar de lo desdichada de mi situación, sabia reconocer que nunca cambiaria mi lugar con otra persona. No podría vivir con ello. Por supuesto estaba aterrada, ¡Demonios! Podría volverme loca y lo sabía, pero a pesar de ello, jamás podría a una mujer en esta situación. JAMAS. Nadie merecía ser tratado de esta forma. Nadie tenía que pasar por esto. Nadie debía ser sometido a tal bajeza. No era humano. No era justo. No podía ser real. No podía. No podía. ¿Por qué? ¿Por qué justamente yo?
Cerrando mis ojos, saboreando mis lágrimas saladas, sorbiendo por la nariz, necesitaba concentrarme por un momento. No había escuchado ningún ruido, sin embargo creo que más temprano, sí que lo había hecho. Estaba segura de haber escuchado a hombres. Pero no recuerdo haber reconocido ninguna voz. Pero por supuesto que no. Ninguna víctima suele conocer a su secuestrador. O eso creía. De todas formas, no importaba si lo conocía o no porque secuestro era un secuestro. Nada lo justificaba. Nada podía hacerlo menos grave. Menos perverso.
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La Captura de Alder
Teen Fiction...Yo rompí su puto corazón. Y no estoy orgulloso de ello. Quisiera estarlo sin embargo, porque así la culpa sería menor, los daños colaterales no se sentirían como patadas en la entrepierna, como ganchos directos al hígado, como cabezazos en la cej...