Capitulo 5: Determinación.

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Me quedo mirando fijamente la puerta, aún demasiado tiempo después de que se fue el imbécil. Todavía no puedo definir lo que paso. Ni siquiera puedo dar crédito a lo que Siento una vez que se cierra la puerta detrás de él. — Más tarde puta. — Me estremezco ante su sentencia. Porque segura como el infierno que luchare con mi vida antes de dejarme tocar por ese hijo de puta. Pero por malditamente extraño que parezca, puedo sentir sus dedos sobre mi piel. ¡Diablos! Por un momento sentí que alguien cuidaba de mí, siempre después de la tormenta, alguien cuidaba de mi. Y eso me confunde un infierno de mundo.

Me siento estúpida de pensar mucho sobre lo que paso. el infeliz probablemente solo está tratando de mantenerme en buen estado para cuando me vendan. porque estoy segura que de eso se trata todo esto. Mi mente recuerda cosas estúpidas como sus manos recorriendo mi cuerpo, y casi quiero arrancarme la piel a tiras yo misma. No puedo creer que por momentos olvidara lo que el idiota es. Un secuestrador. No es una persona buena, o humana para el caso, cuidando de otra. Esto no fue como eso. No puedes decir que tu secuestrador hizo tal cosa como cuidarte. No cuando tiene total y absoluto control sobre tu cuerpo, y tu libertad en sus manos. No cuando es el que toma las decisiones de TÚ vida. La vida que se supone se te otorgo para vivirla como mejor te parezca. Y yo definitivamente no quiero vivir mi vida de esta manera. Me gusta el libre albedrio. Y por todo lo sagrado en el mundo, me gusta tomar decisiones sobre mi propio cuerpo.

Siento las lágrimas picar en mis ojos, y me abrazo procurando rozar lo menos posible las heridas. Siento mi piel hormiguear y el olor de la pomada es penetrante. Sentada en la cama, subo mis rodillas hasta mi pecho y hundo la cabeza entre ellas. No puedo recordar cómo diablos termine aquí. Y es una cosa rara de decir, porque se supone que cuando estas en una situación que pone en peligro tú vida, la supervivencia entra en acción. Y aunque probablemente la supervivencia tiene todos sus focos encendidos en mi cerebro, si lo pienso bien, no recuerdo una sola vez, desde que llegue a este maldito lugar, en el que me detuviera a pensar en todo lo que paso antes de acabar aquí. En donde me encontraba al momento de la captura, o si simplemente fui atacada en la calle, en mi casa o en el estacionamiento del trabajo. Me sentía como una estúpida, porque no sé cuantos días habían pasado, supongo que no más de una semana, pero tarde me daba cuenta que mis lapsos de inconciencia, me quitaban la oportunidad de contar con certeza, cuanto tiempo llevaba en esta situación. Y que si lo pensaba bien, de nada me serviría saber cuánto llevaba secuestrada, pues definitivamente eso seguramente me haría perder la razón, un lujo que no podía darme bajo ninguna circunstancia.

Así que solo no me concentraría en eso, solo me mantendría en línea y buscaría la forma de analizar a estos hijos de puta para saber cómo salir a flote. La supervivencia estaba a cargo, pero también la determinación. No podía decir que tendría una mente fría, porque ¡Diablos! Estaba realmente secuestrada, y eso me hacía querer morirme aquí mismo, en este puto sótano de mierda. Quería poder cerrar los ojos y no despertar. Pero eso no sería posible, no tenía tanta suerte, y bajo las circunstancias en las que me encontraba, eso era el eufemismo del año.

Puta, puta, puta. Esas palabras resuenan de repente en mi cabeza, y me encuentro riendo histéricamente, pues no pueden escoger mejor momento para venir a mí. Así me llamo el imbécil que salió por esa puerta. Así me había llamado el estúpido de mi ex novio Henry, cuando lo deje porque simplemente no lo quería, y así se lo hice saber. Obviamente no dudo en llamarme puta, a pesar de que ni una sola vez me acosté con él durante el año 4 meses que estuvimos juntos. Una cosa graciosa para recordar en una maldita situación como esta. Pero sobre todo, me recordaba a un pasado que debería estar enterrado muy en el fondo de mi cabeza. Puta, puta, puta. Una palabra tan poderosa, tan determinante. —Otra risa histérica broto de mi pecho— Me sentía bastante enferma del estómago ahora. Lo que me recodaba que no había comido en algún tiempo, por lo que solo sentía acidez en la garganta, que tenía que mantener a raya, porque por todos los infiernos, no quería dormir sobre mi propio vomito.

La Captura de AlderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora