Un Poder que Transforma y Eleva
MUCHOS hombres educados y de influencia habían venido a oír al profeta de Galilea. Alguno, de ellos miraban con curioso interés la multitud que se había congregado alrededor de Cristo mientras enseñaba a la orilla del mar. En esta gran multitud se hallaban representadas todas las clases de la sociedad. Allí estaban el pobre, el analfabeto, el andrajoso pordiosero, el ladrón que llevaba impreso en su rostro el sello de la culpa, el lisiado, el disoluto, el comerciante y el que no necesitaba trabajar, el encumbrado y el humilde, el rico y el pobre, estrechándose unos contra otros por encontrar un lugar donde estar y escuchar las palabras de Cristo. Al echar un vistazo estos hombres cultos sobre la extraña asamblea se preguntaron: ¿Se compone el reino de Dios de semejante elemento? Nuevamente el Salvador contestó con una parábola:
"El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo".
Entre los judíos, la levadura se usaba a veces como símbolo del pecado. Al tiempo de la Pascua, el pueblo era inducido a quitar toda levadura de su casa, así como debía quitar el pecado del corazón. Cristo amonestó a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía". Y el apóstol Pablo habla de "la levadura de malicia y de maldad".* Pero en la parábola del Salvador la levadura se usa para representar el reino de los cielos. Ilustra el poder vivificante y asimilador de la gracia de Dios.
Ninguna persona es tan vil, nadie ha caído tan bajo que esté fuera del alcance de la obra de ese poder. En todos los que se sometan al Espíritu Santo, ha de ser implantado un nuevo principio de vida: la perdida imagen de Dios ha de ser restaurada en la humanidad.
Pero el hombre no puede transformarse a sí mismo por el ejercicio de su voluntad. No posee el poder capaz de obrar este cambio. La levadura, algo completamente externo, debe ser colocada dentro de la harina antes que el cambio deseado pueda operarse en la misma. Así la gracia de Dios debe ser recibida por el pecador antes que pueda ser hecho apto para el reino de gloria. Toda la cultura y la educación que el mundo puede dar, no podrán convertir a una criatura degradada por el pecado en un hijo del cielo. La energía renovadora debe venir de Dios. El cambio puede ser efectuado sólo por el Espíritu Santo. Todos los que quieran ser salvos, sean encumbrados o humildes, ricos o pobres, deben someterse a la operación de este poder.
Como la levadura, cuando se mezcla con la harina, obra desde adentro hacia afuera, tal ocurre con la renovación del corazón que la gracia de Dios produce para transformar la vida. No es suficiente un mero cambio externo para ponernos en armonía con Dios. Hay muchos que tratan de reformarlo corrigiendo este o aquel mal hábito, y esperan llegar a ser cristianos de esta manera, pero ellos están comenzando en un lugar erróneo. Nuestra primera obra tiene que ver con el corazón.
El profesar la fe y el poseer la verdad en el alma son dos cosas diferentes. El mero conocimiento de la verdad no es suficiente. Podemos poseer ese conocimiento, pero el tenor de nuestros pensamientos puede seguir siendo el mismo. El corazón debe ser convertido y santificado.
El hombre que trata de guardar los mandamientos de Dios solamente por un sentido de obligación -porque se le exige que lo haga- nunca entrará en el gozo de la obediencia. El no obedece. Cuando los requerimientos de Dios son considerados como una carga porque se oponen a la inclinación humana, podemos saber que la vida no es una vida cristiana. La verdadera obediencia es el resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro. Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor. Esto nos inducirá a hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a Dios.
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Palabras de Vida del Gran Maestro
SpiritualComo Maestro, Jesús hacía uso de su pedagogía divina para impresionar la mente de sus oyentes de tal manera que grabara en ellas las verdades celestiales concernientes a Él mismo y la humanidad. A través de ilustraciones de sucesos cotidianos, o com...